En los últimos días de diciembre, falleció el maestro Gabriel Sánchez Andraca, escribo unas cuantas líneas, como agradecimiento a sus enseñanzas, consejos, muchas pláticas, desayunos que él, nos invitaba y haber abierto las páginas del Diario Cambio, en su tiempo, para publicar unos primeros pininos (artículos). Debo decir que fue interesante el verse publicado, por aquellos años.
Con su apoyo, muchos escribieron y debatieron en sus páginas sobre la disputa en la universidad en aquellos momentos, entonces conoció a los principales líderes universitarios. En la etapa de Samuel Malpica y por medio de la abogada Manola Álvarez, su defensora, redacto algunas líneas sobre el tema de Malpica Uribe.
Gabriel fue un participante en sus años de estudiante de Derecho, de la Reforma Universitaria, conocía esa parte de la universidad y después también sobre los demás rectorados. En broma le gustaba mencionar al restaurante Victorios del Portal, como el rectorios, porque ahí siempre estaban un grupo selecto de universitarios de izquierda, comiendo y echando trago.
Siempre fue generoso, abierto y platicaba cientos de anécdotas de los tiempos idos, además fue muy paciente y escuchaba a medio mundo en los desayunaderos y cafés del centro de la ciudad, en donde todos los días lo invitaban para comentarle grillas y trascendidos que circulaba en el ambiente político local.
Buscaban que sus comentarios salieran al día siguiente, en su columna Pulso Político, que publicó sin falta todos los días.
Fue un hombre liberal, crítico de la derecha panista y también amigo de lo que un día fue, el panismo tradicional.
El camarada Gabriel, como algunos le decíamos, fue solidario con los movimientos sociales de campesinos e indígenas de varias partes del estado. En su columna, evidenció la violencia y amenazas de caciques de la sierra norte o los abusos de autoridades municipales.
Siempre fue un periodista al que le gustaba leer libros sobre historia y la Revolución Mexicana, lector de Gabriel Zaid, en su pequeña biblioteca de su oficina de la 2 Sur, albergó muchos textos interesantes.
Siempre me insistía a leer el libro Lo pequeño es hermoso de F. Shumacher.
Ahí llegaba después del mediodía, cuando terminaba de desayunar con políticos de lo que fue el viejo PRI, no sin antes pasar al puesto de Doña Mago, por su paquete de periódicos locales y nacionales. Para empezar a hojearlos en su pequeña oficina frente a la escuela La Fragua, en donde llegaban un sinfín de personajes raros, que iban por periódicos y otros llegaban para compartirle lo sucedido en conferencias de prensa.
Por la tarde volvía a salir, siempre le gustaba caminar por el centro de la ciudad, para ir a comer a los Globos o con los antorchos, regresaba, se echaba una siesta y después se ponía a leer los medios, sacaba una pequeña libretita o alguna hoja doblada con apuntes y así empezaba a redactar su conocida columna.
En otro espacio de su oficina, siempre lo acompañó, Hipólito Contreras, al que le decía, que era un reportero profesional e Hipólito, solo asistía con la cabeza y reía un poco.
Terminaba su Pulso Político, lo almacenaba en una memoria o en su correo para enviarlo a la redacción. Hablaba por teléfono para confirmar que había llegado su columna. Se daba por satisfecho y más noche salía para abordar su carro, un Tsuru.
Fue un testigo de los gobernantes del todavía partido único, los trató y algunos tuvieron respeto y cercanía con Gabriel. Tal vez por eso, algunas veces fue un interlocutor a petición de actores priistas, que buscaron ser escuchados.
Como pocos, supo de la vida interna de los principales partidos políticos, tal vez más del PRI y después de lo que fueron los de la izquierda. Tenía un baúl lleno de anécdotas sobre la vida política local. Retrató la mayor parte del acenso político del exgobernador, Miguel Barbosa Huerta, desde su llegada al PRD.
Sánchez Andraca, lo mismo fue un promotor activo de la medicina tradicional y la homeopatía, en ocasiones me recomendó comprar formulas herbolarias o chochitos para algunas afectaciones.
Con el maestro Gabriel, me unió una larga amistad llena de pláticas en su oficina del centro, me invitó muchas veces a desayunar o comer. Extrañaré no llegar para hablar de todo y escuchar sus historias periodísticas.
Adiós camarada.