Volvería a comenzar diciendo de nueva cuenta, que las demandas del campo mexicano, junto con las exigencias de los campesinos fueron una de las principales banderas de la izquierda en México. Que se conjuntaban con las luchas del movimiento obrero de aquellos años en este país y significaron los dos principales referentes históricos y afluentes de masas para el principal partido de izquierda de ese entonces (PCM).
Se sintetizaban en viejas propuestas, que siempre estuvieron presentes entre nuestro campesinado mexicano como: el reparto de tierras; terminar con los cacicazgos regionales o latifundios; mejorar los precios de garantía para sus productos; el reconocimiento a sus ejidos; los apoyos al campo y otras más.
La persecución y el encarcelamiento siempre fueron la respuesta del viejo sistema político en contra de líderes agrarios en aquellas décadas. Porque el PRI, siempre mantuvo una política de control sobre las poblaciones rurales a través de uno de sus sectores como lo fue la CNC.
Hubo un reparto de tierras muy selectivo y los beneficiados siempre fueron los núcleos campesinos afiliados al tricolor. Las poblaciones rurales precarizadas y sin tierras se mantuvieron en la izquierda demandando su reparto, después vinieron las tomas de grandes extensiones como parte de estas luchas y la respuesta de los grandes terratenientes y ganaderos siempre terminaban con desalojos violentos o la persecución oficial.
Con Carlos Salinas de Gortari, presuntamente llego la modernización del campo y sus reformas sobre este sector productivo, para que se incorporaran a las negociaciones del TLC. Sin embargo, solo se beneficiaron los grandes sectores agroindustriales y comerciales, nunca los pobladores rurales pobres.
Desde entonces siempre se ha hablado de la modernización de este sector, que solo se redujo a formalizar nuevas formas de organización y alianzas para la exportación de productos con alta demanda en el exterior. La producción interna de granos entro en crisis y se quiso resolver con la entrega de subsidios.
Aparecieron un sinfín de organizaciones campesinas tanto oficiales como independientes, que jugaron el papel de intermediarios entre el gobierno y los campesinos, para el reparto de los beneficios hacía el campo. Muchas se aprovecharon y sus líderes se convirtieron en representantes populares, pero el campo siguió en una crisis permanente.
De ahí, que siempre se caracterizó políticamente a este sector rural, como un nicho del llamado voto verde en amplias regiones del país.
En Puebla, la mayoría de sus ejidos tanto en la sierra norte como en la mixteca, han dejado de existir y solo queda su figura jurídica. Por ejemplo, en la zona conurbada de la ciudad, los comisariados ejidales, se han convertido en negocios para la compra y venta ilegal de terrenos en beneficio de las grandes inmobiliarias, en otros casos, son utilizados por algunas empresas para rentar sus tierras y usarlas para otros negocios, algunos ilegales.
La migración y la crisis económica son otros factores que ha provocado el abandono para seguir cosechando y produciendo granos.
Las tierras comunales que existen dejaron de repartirse desde el sexenio de Salinas de Gortari, aunque muchos títulos virreinales dan cuenta de su existencia en varias regiones de la sierra oriental y en otras zonas en donde muchos se apropiaron de vastas extensiones. Dejando a varios pueblos indígenas solo como pequeños propietarios y a otros sin nada, además muchos no cuentan con escrituras públicas.
Se podría decir que en la región centro del estado, en donde la mayoría son pequeños, medianos y grandes productores, es en donde la producción de hortalizas y otros productos son los que se comercializan en el mercado interno.
Por ejemplo, la analista en datos “montse”, en su cuenta pública que según el SIAP (2025), “sobre quiénes fueron los principales productores de México durante 2024” (30 cultivos seleccionados de consumo humano). Puebla aparece con un (7.9 %) y como el segundo productor de Brócoli, superado por Guanajuato, con el 65.9 por ciento de las 640,686 toneladas que se producen en el país.
Café cereza del 1,056,317 toneladas producidas en términos nacionales, Chiapas fue el primero con el (37.2 %); Veracruz el segundo con el (24.3 %) y Puebla ocupo el tercero con el (21.4%).
Lechuga de las 512,431 toneladas cosechadas, Guanajuato es el primer lugar con el (27.8 %); Puebla es el tercer productor con el (14. 4%).
Mandarina de las 310,751 toneladas; Veracruz es el primer lugar con el (48.0 %) y Puebla el segundo con el (21. 0 %).
Manzana, con una producción de 779,724 toneladas; Chihuahua tiene el (85.2 %); Coahuila el (5.0 %); y Puebla apenas alcanza un (4.1 %).
Naranja con 4,836,052 toneladas; Veracruz produce el (53.3 %); Tamaulipas el (10.8 %) y Puebla tiene un (7.8 %).
Zanahoria de sus 367,372 toneladas; Puebla produce el (26. 2 %); Guanajuato el (24.4
%) y Zacatecas con el (23.9 %).
Es decir, solo en siete productos agrícolas de consumo nacional, nuestro estado figura entre los tres principales productores nacionales. Eso sin medir la producción de granos y otros.
Por lo pronto se hace necesario contar con una buna radiografía sobre el campo poblano, para poder implementar políticas públicas para su desarrollo agropecuario en sus diferentes regiones.
Ayer fueron las viejas demandas sobre el reparto de tierras, después se habló sobre la modernización de campo mexicano, actualmente se puede decir, que el campesinado sigue viviendo una crisis y que es necesario impulsar su desarrollo para alcanzar una buena producción de cultivos básicos.
Una tarea que requiere de transformaciones y mucha inteligencia para salir de esta crisis que se vive en este sector fundamental de la economía poblana.