La memoria histórica, es fundamental para no olvidar hechos trágicos en la vida social y política de nuestro país, como lo sucedido el 2 de octubre de 1968. Que fue sin duda alguna un parteaguas de muchos de los cambios políticos que se dieron en el México contemporáneo y que hoy, se sigue recordando está etapa autoritaria de un régimen que persiguió, reprimió y desapareció a muchos jóvenes estudiantes mexicanos.
Se conmemoran 57 años por el 2 de octubre, para no olvidar a los estudiantes que fueron muertos y otros más a quienes encarcelaron, por defender las libertades públicas y la autonomía de la UNAM. Medio siglo ha pasado y siguen vivas las imágenes de los abusos autoritarios de un gobierno déspota que opto por silenciar las protestas estudiantiles mediante la violencia institucionalizada.
En varias universidades públicas del país, este movimiento estudiantil por las libertades políticas fue un referente necesario para la solidaridad universitaria y por la exigencia al gobierno de aquellos años, para detener la represión en contra de los universitarios de la UNAM y el IPN.
Ante la represión ordenada por Gustavo Díaz Ordaz, en sus llamados para terminar con la “amenaza de los comunistas”. Que fue su justificación política antes de la inauguración de las Olimpiadas, para parar las protestas sociales del 68.
Este ciclo histórico en la vida de México, calo hondo y ha representado muchas banderas que reivindican sus demandas y las han vuelto a regenerar las nuevas generaciones de jóvenes universitarios.
También mostro uno de los rostros más oscuros de los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Quién jamás pidió perdón a los estudiantes por sus actos autoritarios y que, en consecuencia, con Luis Echeverría Álvarez, optarían por la cooptación y la persecución selectiva de aquellos movimientos insurgentes que optaron por las armas y la guerrilla.
Y lo mismo sucedería con otros líderes estudiantiles que decidieron seguir luchando desde las trincheras partidarias, como lo fue en ese entonces el Partido Comunista Mexicano (PCM), que se mantuvo en la clandestinidad hasta que logro su registro legal en 1979.
La represión y masacre que sucedió en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco fue una decisión de Estado, ordenada por el propio presidente de la República de aquellos años.
Van algunas narrativas sobre el 2 de octubre de 1968:
“La década de 1960 marcó el inicio de una transformación de los paradigmas sociales, estos cambios los encabezaban las generaciones jóvenes, sobre todo, de universitarios; así, para finales de la década, concretamente el año 1968, fue un año convulso alrededor del mundo con protestas estudiantiles en Francia y Estados Unidos, a las que los jóvenes de México se sumaron por motivos propios de la situación social del país”.
“La presidencia imperial”, Biografía del poder (2017: 896-897), en donde se reproduce, con el permiso del hijo de Díaz Ordaz, fragmentos de las memorias de su padre en los que el entonces presidente cuenta su versión de lo ocurrido en 1968. Gustavo Díaz Ordaz afirmaba que lo sucedido el 2 de octubre de 1968 fue algo buscado por los “agitadores”, quienes “Por fin lograron sus ‘muertitos’” y a manos de sus propios compañeros. Y dice que los muertitos fueron a causa de agitadores armados, como Sócrates Campos Lemus, quienes llevaban metralletas y dispararon “desde lo alto de uno de los edificios cercanos, donde no hay soldados, donde no hay policías, son ‘ellos’ los que están disparando, la balacera dura poco”, con la consecuente respuesta del Ejército que defendía la Secretaría de Relaciones Exteriores.”
“Las autoridades reportaron autobuses quemados y el estallido de artefactos explosivos. Decenas de jóvenes fueron detenidos y en el Zócalo, la plaza central del país, se desplegaron tanquetas y decenas de militares. El Ejército ocupó las instalaciones de la UNAM y el IPN, pero no logró contener el movimiento agrupado en el Consejo Nacional de Huelga (CNH). El rector de la Universidad Nacional, Javier Barros Sierra, renunció en protesta por la invasión a la autonomía universitaria”.
“El movimiento sólo fue contenido hasta la tarde del 2 de octubre. Ese día se había convocado una nueva marcha de protesta que partiría de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Cientos de soldados rodearon el sitio. Cuando los estudiantes anunciaban que se cancelaba la caminata para evitar violencia, inició una balacera contra la multitud”.
“El movimiento de 68 no se comprendería si no se considera que en esa época existía un régimen autoritario y represivo”: Gilberto Guevara Niebla.
“Al paso de los meses aumentó el número de asistentes. En la llamada Marcha del Silencio, el 13 de septiembre, participaron más de 150.000 personas. No todos eran estudiantes. El movimiento logró el respaldo de sindicatos, grupos de vecinos y hasta amas de casa. Las protestas se extendieron por varias ciudades del país”.
“Las demandas del CNH también cambiaron. Al inicio era la disolución del cuerpo de granaderos, eliminar de las leyes el delito de disolución social y castigo a los responsables de agredir estudiantes. Luego el pliego petitorio incluyó la liberación de todos los presos políticos, y un diálogo público y abierto del Consejo Nacional con el gobierno federal”.
Conclusión: Para bien del país, los jóvenes estudiantes siguen siendo los que sostienen aquellas banderas que enarbolan las libertades públicas, la democracia y la defensa de la autonomía en sus universidades. Los que se niegan a olvidar y mantienen viva la memoria histórica, para que jamás se repitan hechos como los del 2 de octubre.