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viernes, enero 10, 2025

El Ermitaño – noveno Arcano Mayor del Tarot: la energía del 2025

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I 

El mundo ha dado otra vuelta en su órbita y se ha cumplido otro año más de vida. 

Las 12 campanadas sonaron, las uvas hemos consumido junto con una promesa, una meta o un sueño a cumplir. 

Hemos abrazado a los familiares y/o amistades deseando un feliz año nuevo. 

Y el juego ha comenzado. 

Pero ¿qué nos depara o simboliza este año? 

 

II 

Álvaro García-Dotor en su columna La Ventana1, basada en una entrevista a Alessandro Maccarrone —autor de El infinito placer de las matemáticas (ed. Blackie Books, 2024)— explica lo siguiente:  

“2025 es un año cuadrado (45²) y, para muchos, será el único que vivamos”, ha comenta Maccarrone, quien también es autor de El infinito placer de las matemáticas (ed. Blackie Books). Este concepto convierte al año en una rareza. El último año cuadrado fue 1936 (44²) y el siguiente será 2116 (46²) […]. Entre 1936 y 2025 han pasado 89 años y, entre el 2025 y 2116, van a pasar 91 […]. La peculiaridad del 2025 va más allá de su condición de cuadrado perfecto: es la suma de los cubos de los números del 1 al 9 (1³ + 2³ + 3³ + … + 9³). Además, 2025 puede descomponerse en 20 y 25, las cifras que lo forman, y resulta que 45 (la raíz cuadrada de 2025) también es un ‘número triangular’, es decir, el resultado de sumar los números naturales del 1 al 9. ‘Si cogemos 2025 fichas y las apilamos, podemos hacer 45 columnas y 45 filas y llenamos un cuadrado’”. 

 

Matemáticamente, el 2025 es un año muy peculiar. 

  

III 

Ahora bien, la suma de 2025 (reducido a una cifra) resulta a 9. 

El nueve contiene 3 veces el número perfecto o divino: el 3. 

Y en el Tarot Rider Waite-Colman Smith corresponde a El Ermitaño; noveno Arcano Mayor. 

Este Arcano representa la sabiduría obtenida después de un largo camino lleno de obstáculos. Es el momento de analizar lo andado, sanar las heridas, reconocer las victorias, abrazar las derrotas. Aceptar la luz y la sombra que nos conforma. Comprender que se ha llegado a cierto lugar, gracias a la fe en uno mismo y a la constancia de buscar realizar/cumplir el sueño. 

Saturno es la energía que rige a este Arcano y Saturno simboliza tantas cosas. 

Juan Eduardo Cirlot —en su Diccionario de Símbolos— dice: 

 “Simboliza el tiempo, el hambre devoradora de la vida, que consume todas sus creaciones, sean seres, cosas, ideas o sentimientos. Simboliza también la insuficiencia mística de cualquier existencia incluida en lo temporal, la necesidad de que el «reinado de Crono» sea sucedido por otra modalidad cósmica en la que el tiempo no tenga poder. Con el tiempo surge la inquietud, el sentimiento de una duración entre el estímulo y la satisfacción; por ello Saturno es símbolo de actividad, de dinamismo lento e implacable, de realización y comunicación; por ello se dijo que «devoraba a sus hijos» y se le relaciona con el Ouroboros o serpiente que se muerde la cola. Otros atributos suyos son el remo (navegación, avancen en la temporalidad), el reloj de arena y la guadaña. Vemos en ésta un doble sentido; de un lado su función de segar, paralela ratificación de la devoración; de otro, su forma curva, que corresponde invariablemente al principio femenino. Ésta es la causa de que los alquimistas, maestros de la ciencia espiritual del simbolismo, llamaran a Saturno «Mercurius senex»; siendo Mercurio una deidad andrógina, Saturno queda envuelto en la misma ambigüedad de género y de sexo, con lo cual puede relacionarse con la tierra, el sarcófago y la putrefacción, así como también con el color negro. Mertens Stienon dice que Saturno es, en todos los casos, la limitación que impone forma a la vida, la localización en el tiempo y el espacio de la expresión de la vida universal”. 

 

Juan Pablo Carrillo Hernández, en su texto El significado alquímico y astrológico de Saturno: el planeta de la melancolía2, nos ofrece estos significados simbólicos: 

“Saturno es un planeta de una belleza enigmática, fría y distante. Para los astrónomos y astrólogos antiguos era el séptimo y último planeta de nuestro sistema solar, aquel que yacía en el límite, en las fronteras de lo desconocido. Y de aquí tomó seguramente en parte el simbolismo de ser justamente el planeta, la deidad o el arquetipo de los “límites”, aquello que limita al alma humana pero también el guardián mismo de la puerta al límite de la existencia con la cual se obtiene la trascendencia. Paradójicamente, Saturno es el planeta del orden y la razón y de aquello que trasciende la razón y la mente en sí misma. De aquello en lo que todo orden y razón se aniquila y se aventura al caos, al mar indiferenciado de la unidad, origen de todo lo manifiesto. 

Saturno, además de Capricornio en la astrología tradicional, rige el signo de Acuario y está ligado al plomo, el metal base que debe de ser transformado en oro. Marca también la etapa inicial de la gran obra alquímica, conocida como nigredo, en la cual se obtiene la materia prima para el trabajo de transmutación a través de la putrefacción. Encontramos una asociación con el elemento tierra ligado a Saturno y el humor melancólico (bilis negra) y el mismo origen de la palabra alquimia, que algunos autores toman como una referencia a kheme, Egipto, la tierra negra. Los melancólicos, enseñó la antigüedad vía un texto seudoaristotélico, son las personas más propensas al estudio de las artes herméticas (…). En cierta manera, Saturno nos quita la energía que podríamos utilizar para participar en el mundo común y en las vanidades bajo el Sol, para llevarnos a las profundidades del alma. 

Se dice también que Saturno es el destructor de las ilusiones y ahí donde aparece hace que se muestre la realidad lo que, por nuestra fantasía y nuestra falta de aceptación, nos parece tan negativo, cuando también podríamos pensar que al mostrarnos nuestros defectos y obligarnos a enfrentar nuestros problemas en realidad hace el bien. Saturno, nos dice John Frawley, es el planeta de la justicia, una justicia no sólo mundana sino en su aspecto cósmico superior”. 

Saturno, sin duda, es la oportunidad de recapacitar y analizar el camino recorrido. 

 

IV 

Sumados todos los significados simbólicos, 2025 será un año para una profunda introspección espiritual, emocional y mental. 

Un año que requerirá una gran fuerza interna para analizar todo lo recorrido, ver qué ha servido y qué no, sin reprocharnos aquello que no haya funcionado; pues todo es parte del proceso/recorrido que nos ha traído al lugar en el que cada uno nos encontramos. 

Un año para una limpieza emocional: desechar las emociones y personas que lastiman; conservar las emociones y personas que curan, sanan y aumentan la sensación de amor, paz y felicidad. 

Un año para seguir en la búsqueda de cumplir el sueño, pero borrando aquellas emociones y pensamientos idealizadores que contaminan el camino.  

Un año para renovar la fe en uno mismo. 

Un año para aprender y/o saber cómo escuchar a esa voz interior que nos conecta con la divinidad: la intuición, y a confiar en sus señales. 

 

V 

¡Qué sea un 2025 venturoso para todas personas lectoras de Hipócrita Lector! 

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