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jueves, abril 25, 2024

La científica hereje

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Carmina de la luz* 

Lynn Margulis reivindicó la promiscuidad en biología. Y no lo digo yo, lo aseveró la propia Lynn durante una conferencia que impartió en un abarrotado auditorio de la Facultad de Ciencias de la UNAM cuando la que escribe era estudiante.  

Nacida el 5 de marzo de 1938 en Chicago bajo el apellido Alexander, Lynn se ganó a pulso la reputación de científica “rebelde” y “hereje”. Pero también consiguió –a diferencia de muchos de sus adversarios– un sitio en todo libro de ciencias naturales, al lado del mismísimo Charles Darwin. 

Lynn tuvo dificultad para encajar. Contaba, por ejemplo, que de niña a menudo era enviada al rincón del salón como castigo “por no hacer lo que se suponía que debía hacer”. Sin embargo, su único problema era el aburrimiento, pues mientras sus compañeros aprendían cada lección de memoria, ella quería saber de dónde venía la información: “Nunca creí en lo que me decían, sino en lo que veía con mis propios ojos, y eso es crucial en ciencia”, confesó. 

Foto: Javier Pedreira https://www.flickr.com/photos/wicho/61556053/

Sus padres –Morris y Leona Alexander– atinaron a cambiarla de colegio varias veces, y con tan solo 14 años Lynn ingresó definitivamente al Lab Schools, una escuela experimental de la Universidad de Chicago en donde comenzó su formación científica. 

Sus allegados aseguran que, siendo adolescente, Lynn disfrutaba ir a los barrios latinos de su ciudad. Ahí entró en contacto con el español, que hablaría con fluidez luego de una temporada en México cuando trabajó con el antropólogo Oscar Lewis.  

Regresó a Chicago, se licenció en Liberal Arts a los 20 años, y se casó con Carl Sagan, quien empezaba a hacerse famoso en los medios masivos de comunicación. Después estudió zoología y genética en la Universidad de Wisconsin, hizo su doctorado en la Universidad de California-Berkeley y tuvo a sus primeros dos hijos. 

Lynn ya se había divorciado de Sagan, aunque todavía firmaba con este apellido, cuando lanzó el artículo que abriría la caja de Pandora de las ciencias de la vida. Era 1967. En la radio sonaba la canción de los Buckinghams, “Kind of a Drag”, Lynn laboraba como profesora asistente en la Universidad de Boston y en la academia se respiraba un ambiente de consensos patriarcales. 

1998, doctorado Honoris causa por la UAM, Madrid, España. Foto: Universidad Autónoma de Madrid – Eugenio Morales Agacino’s Photographic Archive. Mediante Eugenio Morales Agacino’s Virtual Exhibition., CC BY-SA 3.0 es, https://commons. wikimedia.org/w/index.php?curid=6646459

Los biólogos de la época tendían a la investigación molecular y estadística en la comodidad del laboratorio. En cambio, Lynn se aventuraba a ecosistemas inhóspitos para obtener muestras de bichos que, posteriormente, analizaba bajo el microscopio por horas, cual naturalista del siglo XIX. 

Su polémico manuscrito, en el que integró dichas observaciones, fue rechazado 15 veces, hasta que una revista de biología teórica decidió sacarlo a la luz. Con él Margulis cimbró al neodarwinismo, el canon que describía la evolución de los seres vivos así: 

  • Como un proceso lento y gradual.
  • A nivel de poblaciones en las que surge variación genética.
  • Sobre esta actúa la selección natural en forma de competencia.
  • Y sobreviven a ella los individuos con rasgos más aptos y heredables.

De acuerdo con Antonio Lazcano –biólogo evolutivo y amigo íntimo de Lynn–, en el momento de la publicación “el neodarwinismo se había endurecido tanto que era prácticamente un dogma la idea de que las mutaciones [genéticas] eran la única materia prima sobre la que podía actuar la selección natural”. 

Lynn descartó esa creencia y argumentó que el neodarwinismo era incapaz de explicar el más importante evento evolutivo: el origen de la célula eucariota, o sea, la unidad funcional de la que estamos constituidos todos los animales, plantas, hongos y protistas. 

Según Margulis, durante cientos de millones de años en la Tierra solo pulularon organismos procariontes. Es decir, bacterias y arqueas cuya configuración celular es muy simple, semejante a una burbuja que en su interior guarda material genético y una pequeña maquinaria para fabricar proteínas. Sin embargo, en un salto repentino, brusco, hace 2 mil millones de años, aparecieron los eucariontes con su núcleo celular y una diversidad de compartimentos (u organelos) muy especializados. 

¿Cómo ocurrió tal fenómeno? No fue por cambio gradual, alegó Lynn Margulis, sino por endosimbiosis seriada. Significa que en el pasado remoto un tipo de procarionte se tragó a otro y, en vez de digerirlo, terminaron coexistiendo en una relación simbiótica de mutuo beneficio, lo cual sucedió en múltiples ocasiones. 

A eso se refería la bióloga cuando habló de la importancia de la promiscuidad: “El contacto físico entre dos organismos vivos distintos param cooperar ¡acaba por generar organismos nuevos!” 

Lynn Margulis fue tildada de loca. Ciertos colegas sugirieron que mejor debía dedicarse al hogar, y los más benevolentes comentaron que su teoría era “bonita, pero poco convincente”. Al respecto, su hijo, Dorion Sagan, afirmó que a Lynn le tocó “un mundo donde sus puntos de vista sobre la interacción simbiótica, paradójicamente, fueron considerados insostenibles por grupos de coautores que se unieron y cooperaron contra una intrusa”. Pero nada la detuvo. A la par de un segundo matrimonio –esta vez con el químico Thomas Margulis, de quien también se divorció, pero cuyo apellido conservó– y dos hijos más, Lynn siguió reuniendo evidencia y defendió sus ideas “con la personalidad de un bulldog”. 

Más tarde la respaldarían un abanico de estudios sobre la mitocondria –la fábrica de energía de nuestras cé- lulas– y el cloroplasto –la estructura con la que los organismos fotosintéticos aprovechan la luz solar–. Ambos organelos son muy similares a las bacterias de vida libre: poseen su propio ADN, se reproducen por división, y hasta tienen una membrana extra, que más bien es un vestigio de que sus antepasados fueron engullidos, prueba irrefutable de su origen endosimbiótico. 

Lynn Margulis halló la libertad de pensamiento en el Departamento de Geociencias de la Universidad de Massachusetts, donde fue profesora hasta su muerte prematura el 22 de noviembre de 2011 a causa de una embolia. Sus cenizas yacen en Puffers Pond, el lago donde nadaba casi diario y donde habita uno de sus últimos intereses biológicos: la misteriosa Pectinatella magnifica. 

Lynn Margulis en el simposio internacional celebrado en la Fundación Ramón Areces, en Madrid (noviembre de 2009). Foto: https://www.agenciasinc.es/Entrevistas/Muchas-de-las-cosas-que-nadie-sabe-de-Darwin-hanpasado-en-Chil

 

PARA SABER MÁS SOBRE LYNN MARGULIS
• Una conversación que tuvo con Jay Tishfield, de la Universidad Estatal de Nueva Jersey. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=2D2_ZZuNmQI
• El libro Lynn Margulis: The life and legacy of a scientific rebel, editado por su hijo Dorion Sagan.
• Conferencia “Lynn Margulis y la endosimbiosis: historia de una hipótesis”, de Antonio Lazcano. Disponible en el canal de YouTube de Fundación Complutense.
• Entrevista publicada en el Blog “Cienciadelux”, de Enrique Castaños: https://cienciadelux.com/2016/01/20/entrevista-a-lynn-margulis-la-vanguardia/

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