Me debo aún ―y lo debo aún― el ensayo al que tanta vuelta le he dado sin llegar al aterrizaje. Ésta es la hipótesis: hay personas que, en la cotidianidad ―en el mercado, en el restaurante, en la calle misma― desbordan su imaginación y no logran controlarla: la imaginación va hacia todo lo que ven, hacia todo lo que hablan. Recordemos que a A. Gaudí lo atropelló un tranvía por el simple hecho de ir “metido en su mundo”, imaginándolo tal como él lo hubiese querido. ¿Y qué ha pasado? La Sagrada Familia, en Barcelona, sigue inconclusa. Bretón escribió que lo que le gustaba de la imaginación es que no perdona. Es muy cercano el Surrealismo al Psicoanálisis: el lenguaje poético (el metafórico) es como el lenguaje de la locura (el metafórico). El movimiento antipsiquiátrico setentero, cito de memoria a R.D. Laing, consignó: “Si una sociedad designa como “loco” a otro, lo señala como “loco” y lo trata como “loco”, está produciendo locura”.
El sobresaliente psiquiatra español Carlos Castilla del Pino, en sus investigaciones acerca de la hermenéutica, habla entonces de que el lenguaje de los locos debería interpretarse también y exactamente igual al poético porque ambos son metafóricos. El único problema es que ―ni con la ayuda de la IA― los críticos no han logrado (o lo hacen mal) descifrar del todo lo que dice el poeta, ni el psiquiatra puede hacerlo ante lo que dice el loco.
No es sencillo y el tema da para mucho.
Pero volteamos hacia los que desbordan su imaginación sobre lo pleno cotidiano: los que suben a la ruta, los que van al mercado, los que van a la pescadería y le confiesan al que atiende detrás de la barra de granito que la trucha los está observando y que conoce bien sus secretos. De seguro verán mal al hombre que lo expresa; probable es que haya fumado droga o no esté en sus cabales. En cualquier tipo de comunidad social sucede.
Alguna vez yo mismo presencié un sorprendente hecho penoso: un hombre compra champiñones en el mercado y pide que cuiden de no dárselos venenosos. Viene lo ingrato: le niegan violentamente el producto; no han entendido algo: o el hombre padece un delirio o el hombre simplemente hace derecho de su imaginación. Ambas situaciones son probables. Siempre ha sido mi objetivo ahondar en la sociopatía del humano. Aquí vendrán algunos de esos avances.