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lunes, octubre 13, 2025

El expediente del hombre lobo

Yo soy el Dr. Gregory C. Landrum, psicólogo clínico y forense. He investigado muchos casos antes, personas con distintos trastornos, pero nunca uno tan peculiar como el que se encontraba frente mí. Austin Kelly Harrouff de 19 años, complexión atlética, con una postura relajada, hablando de forma clara, aunque a veces se desviaba hacia temas religiosos o filosóficos. Parecía triste pero tranquilo. Totalmente distinto a la terrible noche de agosto de 2016.

Reproduzco los hechos al ver las imágenes y me lo imagino. El fuerte olor metálico, los gruñidos animales y los gritos desesperados, estoy seguro de que los agentes del condado de Martin nunca olvidarán ese día. Harrouff se encontraba en un posible delirio somático llamado “licantropía clínica”, en el cual el individuo cree que está transformándose en un animal o posee características animales. Consideré esta teoría dado a cómo agredió a sus víctimas.

Los agentes lo encontraron justo en el momento en que atacaba al señor Jhon Stevens, tenía una fuerza desmedida, no más que su locura, pues su mente había sido sustituida por la de un animal salvaje que cree ser un humano. Se abalanzaba sobre su presa y comía de él, arrancando pedazo a pedazo la cara de John. Cubierto con la sangre que salpicó y el sudor a causa de la fuerza e ira con la que actuaba.

En mi investigación repasé cada trastorno que había aprendido y conocido en mi carrera, pensé en un episodio psicótico agudo. Aunque quizá no era psicosis. Era algo de terror como en los mitos del hombre que se convierte en lobo.

Durante la evaluación, su mente se dividía entre recuerdos de la escuela secundaria, la universidad y aquella noche fatídica. Las luces de la sala de entrevistas brillaban contra su pálida piel, mientras él describía la forma en que su cuerpo se sentía, extraño y pesado a la vez.

La entrevista había dado un indicio de cómo se encontraba su mente. Se mezclaban pensamientos religiosos, filosóficos y demoníacos junto con las drogas que ocasionalmente consumía. Acelerando su decadencia a la locura, porque meses antes ya había mudado su cama al garage y afirmaba que su familia podía ser atacada por seres demoniacos.

Todo era un escalón hacia el momento en que dejaría de ser humano y algo más ocuparía su cuerpo. Según él, era víctima de espíritus malignos e incluso afirmaba que Jesús, su Dios, le decía que tenía un propósito importante.

El lunes 15 de agosto, Austin se movía sin rumbo y con dirección al mismo tiempo, impulsado por espectros que lo perseguían. Su mente y cuerpo desde hacía un tiempo estaban en guerra, y lo sé porque he visto tantos ojos perdidos en la locura.

Mi informe oficial lo describe con términos clínicos como: “episodio psicótico”, “delirio somático” e “incapacidad para distinguir lo correcto de lo incorrecto”. Lo escribí y firmé, pero mientras lo hice, pensé en la forma en que se abalanzó sobre las tres personas, la pareja y el vecino que llamó a la policía.

El “hombre lobo”, como lo llaman en los cuentos, por un momento ya no era solo ficción. Existía ahí, a pocos metros de mí.

Con cada luna llena viene a mi mente este caso. Me recuerda la causa de por qué decidí trabajar en este entorno. Mi labor es registrar, analizar y explicar. Pero incluso yo debo admitir que presencié algo que la ciencia apenas comienza a comprender, el enigma de la mente humana.

 

IG: l_ilith13

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