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domingo, octubre 5, 2025

El eco de la ira

La excusa para el acto que había cometido había sido el enojo. Me enfureció cuando mi mejor amigo no quiso pagarme las monedas del videojuego. O quizá era mi locura, mis arrebatos emocionales que se habían desarrollado en lo más profundo de mi cerebro. Aquella ira se presentaba en cualquier momento, específicamente cuando no obtenía lo que quería.

Esa mañana Gabriel Khun y yo habíamos discutido. Nuestra amistad era buena. O eso hacía pensar a los demás. Las tardes del año 2007 no podía despegarme de la computadora, estaba muy interesado en el videojuego MMORPG Tibia, al igual que mi amigo. Pero ese día él tenía un comportamiento insoportable y yo no tenía mucha paciencia.

Tomé un respiro para tratar de controlarme e ir a su casa para continuar la partida. Su casa estaba sola, algo inusual. No recuerdo muy bien los acontecimientos, creo que él llamó a su madre para preguntar la hora en que regresaría, fue justo después de eso que me ira volvió. Yo no fui el culpable, fue el enojo quién me cegó. Empecé a golpearlo…

Horas después me encontraba en mi casa, en un videojuego. Mientras que el hermano de Gabriel descubrió la escena del crimen.

El pasillo estaba manchado, salpicado de sangre, era el retrato de cómo me había hecho perder la cabeza. Su cuerpo desmembrado sobre el suelo con varias heridas sobre su pecho, a un lado los instrumentos que me ayudaron a cortar.

Rápidamente su hermano fue con un vecino que llamó a los policías, no era complicado encontrarme.

Los policías me preguntaban, yo solo daba respuestas vagas. Tal vez no recordaba o quizá no quería aceptarlo. Aunque muchas veces las respuestas no se obtienen de los agresores, sino sobre las planchas forenses. Fue ahí donde descubrieron un abuso sexual, la estrangulación, mi torpe intento de colocarlo en el ático, y la manera en que corté sus piernas mientras seguía vivo.

Aquella horrenda imagen no solo la vieron los familiares o los involucrados en la investigación, también todo Brasil, pues alguien había filtrado las imágenes. Esas crueles imágenes, causadas por mí, un adolescente de tan 16 años.

Tres años después salí del Centro de Asistencia Socioeducativa (CASE) en Lages, donde nadie sabe qué sucedió conmigo.

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