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sábado, noviembre 23, 2024

Hipatia, una estrella que se apagó en marzo

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Había una mujer en Alejandría llamada Hypatia, hija del filósofo Teón. Logró tales alcances en literatura y ciencia, que sobrepasó en mucho a todos los filósofos de su propio tiempo. Sócrates el Escolástico 

En este mes del año 415 de nuestra era, en plena cuaresma, un crimen sacudió la ciudad de Alejandría: “Una muchedumbre vociferante ha atacado a la respetada y sabia Hipatia, la asesinaron, se ensañaron con sus restos.” A comienzos del siglo V Alejandría —la magnífica metrópoli fundada por Alejandro Magno—, era la capital de Egipto, albergaba una enorme biblioteca, ostentaba grandes templos y contaba con un museo, en el cual también operaba un extraordinario centro científico. Sin embargo, había venas oscuras, prejuicios irracionales que nunca se fueron.  

Hipatia de Alejandría es una de las primeras científicas de quienes tenemos noticia. La filosofía, las matemáticas y el estudio de los astros fueron las principales disciplinas a las que se consagró. Muchos aspectos de su vida son un misterio, ya que la principal fuente de información disponible son los escritos de sus discípulos. Es un personaje que por mucho tiempo ha sido olvidado, y que en 2009, gracias a Ágora, una película dirigida por Alejandro Amenábar, comenzó a mencionarse con insistencia.  

Sabemos que Hipatia era una magnífica comunicadora y maestra. Las primeras escenas de la película nos presentarán, alternativamente, tanto al personaje como al contexto histórico y social en el que se desenvuelve.  

Lo primero es una lección, en este caso acerca de la gravedad, con un sencillo pañuelo como instrumento didáctico: “¿Por qué no se caen las estrellas? ¿Por qué giran de oeste a este? ¿Por qué, en cambio, un pañuelo sí cae?”. Plantea el problema seguido de un torbellino de soluciones que sus alumnos proponen. Ella analiza sus respuestas. Finalmente explica, aunque, en este caso, las preguntas son más complejas de lo que ella puede demostrar. Solo puede echar mano del sistema ptolemaico: “(Consideremos) la perfección del círculo. Las estrellas no caerán gracias a que están en un círculo. En la Tierra caen por ser el centro (del Universo) que los atrae y sujeta al suelo”. 

Fragmento de un papiro con la obra capital de la ciencia antigua, los Elementos de Euclides

No sabemos cuándo nació Hipatia, tal vez en 370. En cualquier caso, fue una gran filósofa y amante del conocimiento que vivió en un momento en el que se debatía acerca de la posición de la Tierra en el Universo. Su padre e instructor, Teón, fue matemático, astrónomo y profesor en la Biblioteca de Alejandría, la del Serapeoy, no la que, junto a El Faro, es una de las siete maravillas del mundo. Teón hizo Comentarios a algunas de las obras más relevantes que se habían escrito hasta entonces en la astronomía y matemáticas. Profundizó en Los Elementos de Euclides, la base de la geometría desde la Antigüedad y hasta el siglo XIX. En la revisión de esta obra, Teón menciona a Hipatia como su discípula y asociada, lo que indica el compromiso entre padre e hija.  

Ella escribió el Comentario de la “Aritmética” de Diofanto, uno de sus autores favoritos. Este matemático alejandrino dio un impulso decisivo al álgebra alrededor de 250, pues creó unos signos que simplificaban y agilizaban tanto las operaciones como los cálculos. Gracias a su texto, Hipatia permitió que el trabajo de Diofanto se diese a conocer, convirtiéndose en pionera de la comprensión pública del conocimiento científico. Se interesó por Apolonio de Pergamo, ya que la geometría de las figuras cónicas, introducida por éste, le resultaba crucial para la ubicación de los cuerpos celestes.  

Llevó a cabo un análisis matemático de los movimientos de los astros descritos por Ptolomeo en Las Tablas o Canón Astronómico. Se desconoce si formaban parte del libro III o si constituían una obra original. Por lo que se refiere a las ciencias aplicadas, sabemos que confeccionó un planisferio celeste y un hidroscopio para pesar los líquidos. Diversas fuentes como los cronistas Filostorgio, Hesiquio y Damascio, señalan que destacó por encima de su padre y que, a la muerte de éste, siguió sus investigaciones sin colaboradores.  

Perteneció a la escuela neoplatónica, cuyas ideas se inspiraron en los pitagóricos. Firmes creyentes en la igualdad de las personas, sin importar el sexo, su principal contribución a la cosmología fue pensar en una Tierra girando alrededor del Sol. Defendían las matemáticas por encima de las observaciones, los dogmas y el carácter sagrado del número 10, pues un cosmos perfecto requería diez cuerpos en órbita alrededor de un fuego central. La escuela de Alejandría promovió esta doctrina filosófica, negándose a separar a los estudiantes según su religión. Los alumnos de Hipatia eran un modelo de diversidad cultural, religiosa y étnica, lo cual atraía a intelectuales de diferentes partes del mundo. Sus clases eran diálogos en los que ella discutía con los alumnos sobre filosofía, matemáticas, astronomía, ética y religión. 

Sabemos que las observaciones realizadas por Teón sobre el libro III de Almagesto cuestionan la teoría geocéntrica de Ptolomeo. La importancia de dilucidar hasta qué punto estuvo involucrada ella en el libro radica en que diversos historiadores afirman que es muy posible que lo hubiese leído Copérnico cuando estudiaba en Florencia, precisamente, la obra de Ptolomeo, ya que el único ejemplar disponible se hallaba resguardado en la biblioteca de los Médicis. Eso supondría que la obra de Hipatia tuvo una influencia directa en la revolución copernicana.  

No existe prueba alguna de que Hipatia fuese seguidora de los dioses y héroes helenos. Al contrario, siempre manifestó una postura racional frente a la tradición helénica, y se mantuvo al margen de las continuas disputas entre paganos y cristianos que tenían lugar por aquel entonces en Alejandría. En octubre de 412 Cirilo fue elegido obispo de la ciudad. Era intolerante, atacaba a todos los colectivos religiosos que no aceptasen el cristianismo como él lo interpretaba. A sus ojos, la influencia de Hipatia entre los altos cargos de la política imperial y municipal representaba una amenaza. Se cree que por ello decidió iniciar una campaña de difamación en su contra. La presentó como una bruja entregada a la magia negra, aseveró que había embrujado a Orestes, el regente de la ciudad, para enfrentarlo a los cristianos.  

Quizá estas falsedades contribuyeron al terrible final: “Una turba de monjes venidos de los yermos próximos, quizá parabolanos (hermandad caritativa que se servía de parábolas), rodeó en pleno día a Hipatia en la misma puerta de su casa. La arrastraron a golpes hasta el interior de una iglesia, allí la desnudaron y la descuartizaron, desgarrando sus carnes con conchas y tejas. Después de muerta, quemaron sus restos en una hoguera para borrar su recuerdo”. Así lo cuenta Juan, obispo de Nikiu, una diócesis del delta del Nilo. Escrito casi tres siglos después del asesinato de Hipatia, es el texto que ofrece más detalles sobre su muerte, sin ocultar una clara animadversión hacia la matemática-filósofa, quien a la sazón contaba con 45 años de edad.  

Su asesinato fue consecuencia del conflicto entre el poder civil de Orestes y el eclesiástico de Cirilo, más que una confrontación entre paganismo y cristianismo. Hipatia y los neopitagóricos no eran paganos, sino racionales. Los asesinos nunca fueron castigados. Según los autores que la han considerado como personaje literario, representa el fin de una época luminosa y el inicio del oscurantismo que se prolongaría a lo largo del medioevo. 

Dramatización de una clase impartida por Hipatia.

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