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sábado, noviembre 23, 2024

Multiverso en la vida de Hugh Everett

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Gerardo Herrera Corral*

La idea de los universos paralelos ha tenido un éxito inusitado en la cultura popular; está en el cine, en la literatura, en la música y en la manera de hablar de la gente. Sin embargo, en el terreno de la física, es una propuesta con altos y bajos, que no ha llegado a convencer del todo. Apareció de manera formal en los años cincuenta, cuando un joven estudiante de la Universidad de Princeton llamado Hugh Everett presentó, como trabajo para obtener el título de doctor en Ciencias, una manera de evitar el misterioso “colapso de la función de onda” en la mecánica cuántica. El colapso de la función de onda es la explicación, con matiz esotérico, que la mecánica cuántica usa para explicar lo que sucede en la naturaleza, la cual parecer elegir una de sus opciones en el momento en que es observada. Eso es algo que incomoda a propios y extraños, pues la actividad científica ha partido siempre de un supuesto elemental: la realidad es independiente del observador.

Everett pertenece a una constelación de físicos creativos asesorados por John Wheeler, hombre culto, inquisitivo y poco ortodoxo. A él se debe el término de “agujero negro” para referirse a las soluciones en teoría general de la relatividad que describen objetos de los que hoy tenemos noticia observacional. Él inventó términos y conceptos como “agujeros de gusano”, “agujeros blancos”, “la espuma cuántica del espacio tiempo”, “geometrodinámica” entre otros muchos.

Como él, sus alumnos siguieron el camino de la imaginación. Richard Feynman lo llamó un día por teléfono para sugerirle que la antimateria podría ser entendida como materia ordinaria viajando atrás en el tiempo y recibió de su mentor el beneplácito y los buenos augurios para que explorase la idea. Otro día, Kip Thorne le presentó la idea de agujeros de gusano como máquinas de tiempo y Wheeler le dio alas para que prosiguiera.

Hugh Everett con su esposa, Nancy, y sus hijos Elizabeth y Mark. Foto: propiedad de Mark Everett

De manera que cuando llegó a su oficina Hugh Everett con la idea de muchos universos para explicar algunos aspectos contraintuitivos de la mecánica cuántica John Wheeler estaba ahí para festejar la locura y alentarlo a desarrollar la extravagante idea.

Everett trabajó en eso hasta darle un marco teórico formal y Wheeler se encargó de organizar un viaje a Copenhague para que el joven físico platicara con el patriarca de la mecánica cuántica, Niels Bohr. Éste tuvo información por adelantado y fue renuente a recibirlo, en una experiencia que resultó frustrante para el creador de esa vesania, que, en el mejor de los casos, fue tachada por todos como improbable.

Se dice que fue entonces, mientras esperaba en el hotel a que Bohr encontrara algún hueco en su agenda, cuando Everett inventó un algoritmo de optimización que se puede aplicar a tareas comerciales y militares. Ese desarrollo le daría un éxito económico considerable y decidió abandonar la física para no volver nunca más. Hay quien dice que la frustración de no ser tomado en serio con su propuesta de multiversos lo conduciría al tabaco y el alcohol para terminar con su vida, a la temprana edad de 51 años, víctima de un infarto.

Él mismo había pedido que sus cenizas fueran arrojadas al basurero y así se hizo. Años después, su hija Elizabeth, quien padecía de esquizofrenia, acabó con su vida. Su suicidio fue precedido por una carta de despedida, en la que pedía que sus cenizas fueran arrojadas a la basura. De esa manera acabaría en el “universo paralelo correcto que le permitiría reencontrarse con su padre”.

Su hijo Mark es el vocalista de un grupo de rock y ha descrito a su padre como inaccesible, depresivo y ausente. De acuerdo con Mark, la niñez de su padre transcurrió en la soledad y la distancia.

Universos simultáneos surgen aquí y allá, como geiseres en una alfombra de arena. Son ideas antiguas que ya atrevidos pensadores medievales esgrimían. Tal es el caso de Godofredo de Viterbo y Gervasio de Tilbury, quienes afirmaban que si existía un mundo paralelo al nuestro, ese era el mar.

En la década de los años setenta, Wheeler y otro de sus estudiantes, Bryce De Witt, dieron a conocer el trabajo de Everett con el nombre de: “Interpretación de muchos mundos”.

De acuerdo con esta manera de ver a la mecánica cuántica, en cada ocasión que hacemos una medición el universo se divide, creando un universo alternativo en el que el resultado de la medición posible se realiza. Otra manera de verlo es que todas y cada una de las opciones que tienen los fenómenos, ocurren en universos paralelos.

Así, por ejemplo, si se lanza una moneda al aire, en un universo veremos cómo cae “águila”, mientras que en otro universo el azar se decide por la moneda en “sol”. Hugh Everett es ahora más conocido en el mundo del entretenimiento, aunque la idea de universos paralelos aparece ya en otras áreas de la física como una propuesta independiente, con otra fuente de inspiración y otros problemas por resolver.

No sabemos cuál es el futuro de la idea de muchos mundos, no sabemos si acabará siendo útil para entender la naturaleza.

La controversial tesis doctoral de Everett termina con la sentencia: “Debemos renunciar a la esperanza de encontrar una teoría correcta de las cosas… sencillamente porque no tenemos acceso a la totalidad de las cosas ni experimentamos todo lo que hay”. En esto muchos estamos de acuerdo; la historia de la física parece mostrarnos que, en efecto, no vemos todo lo que hay.

 

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