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sábado, abril 20, 2024

Literatura de los mundos simultáneos

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La idea de que existen realidades paralelas a la nuestra, con las cuales ocasionalmente establecemos contacto se encuentra en algunos de los relatos y leyendas más antiguos de la humanidad, pues le permiten al narrador manipular historias alternativas a su antojo. Algunas pueden referirse a una persona común transportada a un sitio desconocido, fantástico, en donde corre una aventura que le permitirá compensar las carencias de su vida cotidiana. Otras pueden versar acerca de un ser extraordinario, habitante de un mundo contiguo, el cual salta a nuestra realidad para dañarnos y dominarnos. Estados alterados en el tejido espaciotemporal es lo que propone desde sus comienzos la ficción.

Además de servirse de dimensiones extra a fin de proponer un mundo paralelo, otro elemento esencial del multiverso en la literatura tiene que ver con el manejo del tiempo. Herbert G. Wells (La máquina del tiempo) se preguntaba si podíamos actuar sobre esta dimensión, ya sea acelerándola o inmovilizándola, aunque no se plantea la existencia de otros mundos, sino solo la posibilidad de viajar en la misma línea temporal de su realidad.

En cambio, René Barjavel, en Le Voyageur imprudent (El viajero imprudente), al igual que Asimov en El fin de la eternidad, se enfrentan con algo más que ingenio al problema de la paradoja del tiempo. Suponen precisamente la existencia de mundos paralelos. No importa ya indagar qué sucedería si viajamos al pasado o si nos aventuramos en el futuro, sino qué habremos de sentir cuando pisemos un espacio ignoto, quizás un tanto familiar, pero al final ajeno, con su propio tic-tac. Hay quienes piensan que un antecedente contemporáneo de la ficción multiversal son algunos relatos de H. P. Lovecraft, en donde algún personaje tiene visiones de otro tejido espacio temporal, aledaño, a través del sueño.

Desde principios del siglo XX comenzaron a mezclarse los subgéneros literarios de la fantasía, el horror y la ciencia ficción, respondiendo a una necesidad atávica de contar historias secundarias, arborescentes, para deleite del público. Autores como Edgar Rice Burroughs (Under the Moon of Mars), autor de las famosas series sobre Tarzán y John Carter, así como Abraham Grace Merritt (The Moon Pool) le dieron impulso a este híbrido con un tinte pseudocientífico. En ese entonces apareció la revista Amazing Stories, foro del relato fantástico y de ciencia ficción durante varias décadas. Hacia los años de 1950, Murray Leinster (The Fifth-Dimension Catapult), L. Sprague de Camp (The Fringe of the Unknown), Clifford D. Simak (Ring Around the Sun), Alan E. Nourse (The Universe Between), Gordon R. Dickson (The Dragon, the Earl and the Troll), entre otros, construyeron tierras paralelas poco apegadas a las hipótesis científicas, pero eficaces como lectura fantasiosa. De hecho, las historias alternativas han servido de pretexto para escribir melodramas, parafernalia punk, tramas apocalípticas, o bien elucubraciones inquietantes, como la de Adolfo Bioy Casares en La invención de Morel. (CCh)

 

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