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domingo, noviembre 24, 2024

¡Ya siéntese, señora!

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En junio de 1971, Frank Zappa se preparaba para dar un concierto en el Fillmore East. 

Bill Graham, el dueño, estaba a punto a cerrarlo por falta de presupuesto para contratar a las bandas. La industria crecía, el marketing apareció como un arma de destrucción masiva y las estrellas (y sus managers) se ponían cada vez más roñosos para presentarse. 

El concierto de Zappa and The Mothers of Invention sería uno de los últimos que albergaría el viejo Fillmore.  

Horas antes de la presentación sucedió un encuentro inesperado.  

El periodista Howard Smith llegó al 1 de la Quinta Avenida a visitar a Zappa. Pero no iba solo. Lo acompañaban John Lennon y su inseparable Yoko. 

Antes de continuar el relato es preciso hacer una pausa para dar el contexto de la relación entre los dos rockeros. 

Dos instantáneas trascendentales:  

Clic  

Junio de 1966. Frank Zappa lanza Freak Out!, que es considerado el primer álbum conceptual de la historia del rock. 

27 de mayo de 1967. Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (The Beatles) sale a la venta.  

Se han desatado varias controversias respecto a que, si es este, o el Freak Out! es el primer disco conceptual. Las opiniones se dividen, pero fue Paul McCartney quien alguna vez afirmó que el Sargento Pimienta había sido directamente influenciado por Freak Out! de Zappa. 

Clic 

Como respuesta satírica a la forma de explotar la psicodelia de The Beatles, en 1968 Frank Zappa and The Mothers of Invention lanzan We’re Only in It for the Money, que contiene 19 tracks lúdicos donde se burlan del Sargento Pimienta. La portada, hay que decirlo, fue una provocación directa que molestó sobre todo a Paul McCartney. 

 

Antes y después del Jam 

Horas antes del concierto en Fillmore, Frank Zappa y las Madres de la Invención echan la hueva en lo que parece ser un hotel de la Quinta Avenida. Frank Zappa va por su segunda cajetilla de Winston. Enciende un cigarro con la brasa del que está a punto de apagar. Las Madres discuten el orden de los temas. Un olor a patas, a culo y a tabaco inunda el ambiente. De pronto, entre el ruido de una guitarra que cae al piso y los aullidos característicos de Las Madres, entran a la habitación Howard Smith, John Lennon y Yoko Ono. 

Howard. ¡Hey, Frankie!, mira nada más con quien vengo. Un viejo amigo nuestro que te quería conocer en persona antes de que esta mierda (señala su cigarro) acabe contigo. 

Zappa. ¡Vaya, vaya! Sí es el mismísimo Lennon y la mitad de la Plastic Ono Band. Ustedes disculparán el desmadre, pero ya saben cómo son las horas previas al toquín. 

Lennon. ¡Carajo, Frank!, no eres tan feo como me habían dicho. 

Frank. Ni tú tan mamón como todos juran. 

Yoko. ¿Así que hoy se paran por última vez en el Fillmore? 

Las Madres. Aeoua! Aeoua! Uuuuuu. 

Yoko. Ahí la llevan, mis chavos, yo empecé a aullar más fuerte que ustedes desde el 62. 

Zappa. No menosprecie usted el aullido de los gatos, señora. 

Las Madres de la Invención estaban jubilosas al tener enfrente a Lennon. Le ofrecieron chela, una cola de porro y una silla para sentarse. A Yoko nadie la pelaba, pero John la atraía hacia el corrillo para que no fuera a ponerse locochona y le ordenara, de la manera más sutil y manipuladora, que abandonaran el lugar. Antes de que eso ocurriera, Howard le propuso a Frank que Lennon llegara a su concierto y que, al final, en el encore, se subiera a echar un palomazo con él y Las Madres. Zappa dio una fuerte bocanada a su Winston. No le agradó mucho la idea; no porque Lennon la fuera a regar, sino porque supuso que, al subirse John al escenario, su lapa japonesa iría tras él y se colocaría, sí, en primer plano a dar gritos sin ton ni son. Todo para boicotear al exbeatle y para aleccionar a Las Madres en el duro oficio de aullar como si a un gato le pisaran la cola. 

Lennon. No estamos preparados para tocar. Es más, ¿qué tocaríamos? ¿Algo tuyo o algo mío? 

Yoko. A mí me parece muy arriesgado salir al escenario sin un ensayo previo. ¿No te parece, John? (sentenció lanzando una mirada de Munra, “el Inmortal”), además míranos, Frank, venimos en una traza espantosa. 

Frank. (Cediendo ante la oferta de Howard) Yoko, querida: siéntanse cómodos como están. Miren a estos pendejos (Las Madres), acaban de despertar y así irán a tocar. ¿Pues qué no es cierto eso de “All you need is love, John?  

John. A mí me vale madre salir encuerado, Frank. ¿Lo “puedes creer” ahora? 

Ya en el concierto, a las dos de la mañana, las luces se apagaron.  

El público estaba enfebrecido por la extraordinaria forma de partirle el queso al sistema que tenía Zappa. Sus canciones no eran canciones: eran denuncias satíricas. Un escupitajo al ojo sobre el american pride 

Los minutos pasaron y la gente se iba retirando cuando las luces se encendieron y en el escenario estaban John y Yoko. En ese momento los fanáticos de ambos músicos regresaron y se hicieron espacio a empujones para gozar del tan inesperado encuentro. 

Justo como Zappa lo había previsto, Yoko se encontraba en medio del escenario dejando ver la raya de sus minúsculos pechos cubiertos por una camisa negra. John, modesto, cargaba una guitarra roja (al igual que sus tenis). Tocaron por más de veinte minutos el cóver de “The OlympicsWell (Baby Please Dont Go). Lennon mascando chicle todo el tiempo mientras cantaba con un desparpajo inhabitual. Zappa, pasando de la incómoda y el ceño fruncido (al tener que soplarse las visiones de Yoko Ono) al relajamiento y el desmadre. Las madres, cómodas y conchudas, felices de tocar con el tipo del que tanto se burlaron. El público, estupefacto y drogadísimo, volando entre los repetitivos acordes de una canción sosa.  

¿Y Yoko?  

A Yoko le dio diarrea porque Zappa fue haciéndose hacia el centro hasta que logró, con los efectos de su pedalera, cubrir los alaridos neuróticos a los que ella bautizó como arte sonoro-conceptual.  

Bien dice el refrán mexicano: jalan más dos tetas que cien carretas. 

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