(apuntes sobre Naason Joaquín y otros delincuentes)
Me enteré de la existencia de la secta Luz del Mundo por ahí de 1999, en un libro de Rius, mientras esperaba en una antesala a que me sacaran una muela podrida. Tomé el libro que estaba ahí, olvidado, y el monero pasaba revista a ese tipo de organizaciones de cultos religiosos que, en lugar de acercar a sus adeptos al Divino, los embarcan a la bancarrota emocional y económica.
Años más tarde, mientras vivía en un fraccionamiento fifí con campo de golf, me percaté que todas las muchachas del servicio doméstico andaban de faldas que les cubrían los talones y unos anticlimáticos velos de encaje en la cabeza. Era una legión de fieles a la iglesia que fundó Eusebio Joaquín en 1926, en Guadalajara. La esposa de mi jardinero, un jarocho a todo dar con el que de repente compartía un tabaco después de su chamba —y en mi plena crisis de post parto— me comentó que ambos (él y su esposa) eran miembros de la Luz del Mundo. La señora, que tendría mi edad en ese entonces (21 años), ya tenía tres hijos y estaba esperando el cuarto. Se llamaba Betania, como María Bethania, la cantante brasileña hermana de Caetano Veloso, pero a ella le gustaba le dijeran Bety.
Un buen día Bety entró a trabajar a casa de mi mejor amiga y ahí me fui enterando de todas las barrabasadas que tenían que hacer los miembros de la secta para seguir siendo el pueblo elegido por Dios para salvar a la humanidad. Nada nuevo bajo el sol… si pensamos que todo ese tipo de grupos fanatizados son adiestrados para creer que son tocados por la divinidad al mismo tiempo que el pastor en turno les mete mano con la cruz por delante.
La historia de esos “líderes carismáticos” que forman sus religiones siempre es la misma: abusar de los más ignorantes o de lo más pobres (como es el caso de la dinastía Joaquín), o de personas que se han quebrado o que no saben para dónde va su vida, como pasa con sectas de élite como Nexium o la Cienciología. Embuste tras embuste. Un intenso lavado de cerebro acompañado de una táctica infalible de sacar dinero mediante la promesa de la salvación y/o la sanación. Comprendo que los más desposeídos caigan ese juego: que gente como la que ha levantado La Luz del Mundo, que es por lo general muy modesta y sin oportunidad de estudiar, se conviertan en presas fáciles para los rapaces líderes que abusan de la carencia de los demás.
Pero volvamos a Bety
La siguiente vez que la vi ya tenía cinco chamacos y continuaba yendo cada año a una gran cena-convención en la que el apóstol supremo, Samuel Joaquín (la voz de Dios que mandó a hacer iglesias estilo Art Nacó por todo el mundo) les sacaba toda la lana a los devotos, quienes llorando y arrastrándose en aras de ser perdonados por no sé cuál deidad usurera y misógina, ignoraban que el gran iluminado usaba esos diezmos para gastárselos en pedo, perico y putas… lo digo así de rudo, corriente y coloquial, porque cuando uno ve la calaña del tipo se nota a leguas que terminando de profesar sus sermones y de manosear y violar a jovencitas y efebos, no era más que un vulgar padrote más cercano a Jean Succar Kury, que a Cristo Redentor.
En fin.
La última ocasión que vi a la amiga que empleó a Bety me dijo que estaba en shock porque ella, Bety, le había confesado que dos de sus criaturas eran del pastor y no de su marido; sin embargo, eso no era pecado porque los pastores —y más el mero mero— era un ser tan espiritual y cercano a Dios que nada de lo que él hacía podría estar mal puesto que no era humano, sino lo más próximo a un ángel.
Lo mismo que decía el heredero y último proxeneta de la secta, el pedófilo Naason Joaquín, quien perfeccionó la técnica ruin de su padre y su abuelo, y agrandó el imperio a niveles increíbles codeándose con la escoria más adinerada y ruin de la política y el narco del país.
A Naason Joaquín lo aprehendió la justicia estadunidense semanas después de haber rentado el Palacio de Bellas Artes para un evento de su sacrosanta empresa, en ese evento, que no se nos olvide, vimos pasar por la alfombra roja a varios políticos nacionales que siguen en circulación, Martí Batres en primera fila, por ejemplo.
Las víctimas de este tipo de fraude espiritual tardan mucho en darse cuenta de que lo son, y una vez que dan el paso son apestados y aislados por el resto de la familia que continúa dentro del culto. Lo que pasa en casi todas las sectas debido a la fuga de información.
Total que Naason fue sentenciado por la corte gringa a 16 años, mismos que se reducirán por su buena conducta y otras negociaciones en lo oscurito, y uno imagina que, con todos los documentales y reportajes en donde las víctimas denunciaron las peores aberraciones por parte de ese casique-apostol panzón, la comunidad de la iglesia se tambaleó… y no: los fieles esperan jubiloso a que ese preclaro líder vuelva para re encaminarlos hacia su misión: salvar al mundo de los malosos mediante cuotas en efectivo, derechos de pernada y violaciones sexuales a mujeres, hombres y niños.
La explotación de la fe es el negocio más redituable que hay en el planeta. Las iglesias, (trasnacionales que compiten con Coca-Cola, Fox News y Space X) sobreviven y generan brutales ganancias desde que el mito Judeocristiano puso en circulación sus activos más eficaces (los pecados), y La Luz del Mundo es la segunda congregación más rica de México después de la Iglesia Católica. Bertrand Russell, filósofo y matemático británico, dictó una fascinante conferencia en 1927 que tituló ¿Por qué no soy cristiano?, y esta cita da respuesta a la pregunta:
“Lo que realmente hace que la gente crea en Dios no son argumentos intelectuales. La mayoría de la gente cree en Dios porque le ha enseñado a creer desde su infancia; esa es la razón principal. Aunque me parece que la razón más poderosa e inmediata después de esta es el deseo de seguridad; la sensación de que hay un hermano mayor que cuidará de nosotros”.
En mi caso particular, puedo asegurar que una vida sin Dios es doblemente complicada. Uno no tiene asidero ni tabla de salvación, simplemente lucha y fracasa, se duele y tiende a recuperarse (si no se da uno un tiro). Recientemente me preguntaba mi pareja si no es desolador no tener a quién acercarse en situaciones complicadas. Lo es, le respondí. Y claro, para quienes llevan a Dios en su corazón es incompresible vivir como vivimos los ateos. Un panorama gris y desastroso. ¿A quién se le ofrenda la alegría o se le pide el favor o se le agradece la dicha?
Es una respuesta larga que vamos resolviendo conforme la vida pasa. Tal vez la cercanía a la muerte sea un factor para una conversión, pues finalmente los dogmas tienen sus basamentos erigidos sobre el miedo a la muerte, y que no haya más que eso o que el infierno sea la última terminal.
Es en ese punto de la historia en donde surgen los sátrapas como Naason Joaquín, que no son más que atizadores de ese temor.
Cito nuevamente a Russell que a su vez cita a los evangelios: “Pero a quien hablase contra el Espíritu santo, despreciado su gracia, no se le perdonara ni en esta vida ni en la otra”.
¡Vaya tremenda amenaza!
La falta sentido común lleva a la gente a creerse esa clase de amagos que, paradójicamente, contradicen la bondad y la compasión del Dios que han inventado para que la vida tenga una causa.
Y va de nuevo Russell:
“Si todo debe de tener una causa, entonces Dios debe tener una”.
Y la cosa entonces se vuelve una ecuación inconmensurable, como en la creencia de que el mundo está sostenido por dos elefantes y esos dos elefantes reposan en el caparazón de una gran tortuga… y la pregunta es (la causa original) ¿quién carajo sostiene a la tortuga?
¿Y Bety? ¿Qué se Fizo?
Sigue metida en la Luz del Mundo, en espera a que Naason salga de la cárcel y le indique qué hacer con todo aquello que lleva oculto bajo su larga enagua.
El tema es apasionante. Sé que meterme a disertar sobre religión es un despropósito. Nadie gana nunca; es como se hincha del América o seguidor u odiador del presidente.
Todo este rollo es para recomendar la serie Detrás del velo, un documental sobre la familia Joaquín y su modus operandi.
Cierro con Russell: “El concepto de pecado unido a la ética cristiana causa un enorme daño, ya que proporciona a la gente una salida a su sadismo que pueden considerar legítima, e incluso noble”.
Los crímenes más atroces de la humanidad se han dado con la cruz en mano. Eso se sabe, pero se olvida.
Cada día me convenzo más de que las iglesias están llenas psicópatas y confundidos que han sido adiestrados para pensar que el que peca y reza, empata.
Esta hipótesis queda demostrada con cada cura pederasta que es cambiado de parroquia, o con el propio Naason Joaquín, quien seguramente seguirá delinquiendo después de salir de la cárcel.