Cómo nos gusta a los mexicanos decir que “ya la hicimos” mientras comemos chalupas, arremetemos contra todo aquel que no piense como nosotros y nos robamos la contraseña de internet del vecino.
Hace unos años, Alfonso Cuarón recibió el Oscar por Gravity y aclaró que ese premio no era sólo de los mexicanos.
Una manera elegante de echarle en cara a los caca grandes por ser tan corruptos y no apoyar el cine como se debe y también de paso para decirle a los demás que el premio es de quien lo trabaja y no de la bola de apoltronados que se cuelgan de él.
Es muy mexicano apoyar el futbol y enloquecer; ir al ángel, aunque pierdan, rasgarse las vestiduras cuando fallan un penal, etcétera.
Son ídolos intocables a los que se les perdona la mediocridad que, a su vez, se les paga como si fueran la pata de oro.
La afición se cuelga de esos falsos profetas de la pelota por autocomplacencia. “Estos manitos sí que rifaron, y gracias a nuestro apoyo, al calor que les brindamos desde casa y en los estadios, ganaron como nunca y perdieron como siempre”.
… Y años más tarde la selección de jóvenes que le ganaron a los brasileños, son olvidados y ahora muchos se dedican a ser camellos.
Un salto de fe.
La fe como la mentira original.
Como eso que nos salvaguarda y nos guarece de tormentas que nosotros mismos provocamos.
Eso pasa siempre. Ahora sucedió con Donovan Carrillo, patinador que hizo un estupendo papel patinando en Beijín.
Sin embargo, no señores, los logros de Donovan no son los logros de los mexicanos.
¿O acaso todos entrenamos doce horas diarias, nos levantamos en la madrugada, llevamos esa dieta, buscamos patrocinios y nos enfrentamos a la burocracia deportiva?
No #TODOSSOMOSDONOVAN
El muchacho rifó solo. Se disciplinó. Optó por un deporte generalmente para ricos en México. Se aferró a esa pasión. Sin llorar. Buscó buenos entrenadores. Alternó su deporte con la escuela. Sin victimizarse. Sin tuitear todo el día que para qué echarle ganas si en México no se avanza.
La actitud que toma el grueso de la población cuando un evento así sucede, es de risa loca.
No, señoras, cuando Ximena Navarrete o Andrea Meza ganaron miss universo, fueron ellas las que se tuvieron que fletar a Lupita Jones y dedicarle horas al gimnasio.
Que ellas se entronizaran no significa que todas somos las mexas somos las mujeres más bellas del planeta.
Se debe sentir orgullo cuando uno de los nuestros destaca.
Es un papacho, un aliciente para muchos. Pero no es un logro tumultuario.
No podemos alzar las banderas y fanfarronear ni colgarnos de triunfos que no nos pertenecen.
Y quienes lo viven con la misma intensidad con la que viven el futbol (chaquetero), sufren de una ambigüedad severa.
No se puede decir que un baquetón que traga donas y bebe Pepsi todo el día haya sido corresponsable del triunfo de Donovan.
No se puede tuitear rabiosamente si se es un aviador.
No se puede mamar y dar de topes.