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viernes, noviembre 22, 2024

Las voces de Virginia

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Los esquizofrénicos oyen voces dentro de su cabeza. Pero también los genios las oyen. Virginia Woolf estaba habitada por esas voces.  

Aunque más que voces ella escuchaba pájaros. Pájaros que hablaban en griego…Una casa sin niños es una casa en silencio. Una casa sola, una casa nueva, habla.  

Esa casa es una casa que no es tu cabeza. Pero esa casa que no es tu cabeza (aunque se parece a ti) también tiene sus propias voces. La música está compuesta de ruido, sin embargo, sin silencios sería imposible llamarla música.  

La televisión, ese invento demencial, es la mejor manera de que una pareja se soporte y dure muchos años sin tenerse que hablar.  

Pero, ¿qué es la televisión en el cuarto de una casa donde no hay pareja? ¿Qué mira el hombre solo? ¿Qué busca el ama de casa que enciende su aparato mientras friega y lava pisos? ¿Qué placer encuentra en subir el volumen si no la está viendo? ¿Por qué no mejor la música, la radio? ¿Es la televisión el émulo de una esquizofrenia voluntaria? ¿Tememos tanto a nuestras voces interiores como para tener que escuchar algo que, a priori, se debería ver? ¿Y para qué mirar si la memoria tiene ojos, y la memoria llega, también por el oído?  

Los esquizofrénicos adoran la tele porque las voces que emergen de ella difuminan esas otras voces, las voces de su cabeza. Virginia Woolf se llenó el abrigo de piedras y se tiró al río para acallar esas voces. Las voces que dejaron de ser pájaros que cantaban en griego. 

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