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viernes, noviembre 22, 2024

El mundo sin U2 (una postal ideal)

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Me gusta el rock. ¿Qué le hago? 

Ya sé que ahora ponerse a hablar caldeadamente de este género es ser un poco anacrónico, chavorruco, nostálgico, demodé. Pero me seguirá gustando hasta que muera. 

Lo que no me gusta es que se confunda la mayonesa con el alioli. Y eso pasa cuando, por ejemplo, aparece alguien que a fuerza me quiere vender la idea no sólo de que U2 es una banda de rock, sino que U2 es una buena banda o que sus canciones son chidas o que Bono es un prohombre. Eso no lo soporto. 

Mi experiencia con U2 siempre ha sido pésima. Acá unas cuantas razones por las cuales creo que el mundo sería mejor si no existiera U2. 

 

El casete grabado 

Hace veintitantos años, quemar un cd era oneroso y complicado, tuve un galancillo, que como todos mis galanes, me llevaba unos añitos por delante. Ese galán se desvivía por complacerme: tenía su moto 250 cc y pasaba por mí a la secundaria y yo era la más feliz de irme en la moto y que mis amigas vieran que me iba en la moto. Ese galán era bastante guapillo y simpático, sin embargo, todo se fue al caño el día que llegó a mi casa con unas flores y un casete que me había grabado para que pensara en él por las tardes. 

Cuando me entregó el casete se me hizo tierno y obviamente corrí al reproductor de casetes y lo puse. La cosa empezaba bien porque traía algunas rolas de Soundgarden, Sex Pistols, INXS y Stone Temple Pilots. Que no eran precisamente mis bandas favoritas, pero me gustaba oír algunas canciones de esas bandas a la hora de bañarme o de vestirme para ir a una fiesta… hasta que el galancito me pidió que diera vuelta al lado B del casete porque, según él, ahí estaban las mejores rolas. Las que más les gustaban a él y le hacían sentirse muy cool. 

Como buena novia complaciente di la vuelta al casete y me topé con puras canciones de U2. Yo conocía a U2 porque a un tío mío le mataba U2 y desde que oí por primera vez la voz de Bono, siempre me imaginé que Bono era como un Julio Iglesias irlandés, es decir, un tipo que berreaba sus canciones. Sus ñoñísimas canciones que no tenían nada de rock y sí mucho del pop más descafeinado que existe. Por eso cuando vi que mi galancito idolatraba a Bono, decidí perderme hasta la oportunidad de seguir siendo la única niña por la que su galán iba en moto. Sin embargo, no crean que fui así de pelada, no: me tuve que chutar esa tarde oyendo a U2, y U2 me quitó la oportunidad de propinarle una buena de dosis de besos a mi galán, porque mi galán simplemente dejó de hacerme caso por desgarrarse las vestiduras entonando esa aberración titulada: With or without you. Y así, con o sin él seguí mi vida tan fresca como quise y acto seguido desaparecí el casete. Se lo regalé a mi hermano porque a él si le latía U2. Ya se sabe: siempre hay una oveja negra en la familia. 

 

El vals delator 

Los años pasaron y llegó el momento en que los amigos de mis novios, que eran mucho más grandes que yo, se empezaron a casar prematuramente. Uno de ellos, no recuerdo bien su nombre, había escogido no sé qué canción de Frank Sinatra para bailar el vals con su recién estrenada esposa. 

El caso es que no sé bien lo que sucedió, pero a la mera hora, la novia (que siempre fue una arpía) decidió cambiar el vals de último momento y puso One, de U2. 

Cuando todos los contertulios nos acercamos a ver el baile que llevaría a nuestro amigo a la peor ruina de su vida, resulta que no era el blue eyes cantando su clásico My way, sino que las bocinas dieron a todo volumen a Bono. Volví a sentir que Julio Iglesias había invadido la fiesta. Pero eso no fue lo peor. Finalmente, cada quien es libre de escoger el soundtrack de su drama personal… lo peor es que durante el baile de los novios, con Bono de fondo, me di cuenta de que el novio que llevaba en esa ocasión se andaba cogiendo a mi mejor amiga, y eso sí que dolió. Imaginen enterarse que tu novio te traicionó con una amiga y aparte tener que lidiar con la cantaleta mofletuda de Bono. 

 

El buempedista 

Bono es todo lo que detesto de la gente. Bono es el clásico fulano que organiza conciertos benéficos para salvar a niños africanos, pero no lo hace porque sea un alma piadosa, sino para evadir impuestos y esas lindezas. Bono no puede hacer un acto de caridad sin que antes haya convocado a la prensa para que le tomen la foto dando un cheque, un dulce o una parcelita de coles. 

Eso sí: Bono no se ensucia nunca sus negras ropas cuando va a la sabana o cuando visita comunidades marginadas. Bono no pierde el sobrero ni se quita sus horrendos lentes amarillos para posar junto a un niñito famélico que está lleno de moscas. 

Y en los conciertos grupales, como LIVE AID y el LIVE 8, que organizó el bueno de Bob Geldof (“Pink” en la película The Wall) U2 es la banda que más mensajes lacrimógenos lanza por segundo, ¿haciendo qué? Baladillas sosas sin mayores arreglos y una vez más con el sonsonete de nuestro Julio Iglesias irlandés. 

 

El grupo más sobrevaluado del mundo 

Adonde quiera que se presenta U2, las entradas a sus conciertos se sobrevenden. Yo he tratado, en verdad que me he empeñado en quitarme los prejuicios y he escuchado (muy bien) sus discos, porque hablar sin conocer es de cretinos. He escuchado atentamente casi todos, poniendo mi mente en blanco y en negro también, sin embargo, nomás no. No tolero su música. Me duerme, me pone de malas. Y vaya que tengo amigos con gustos exquisitos, melómanos en serio que le dan su aprobación a U2 y a Bono. Y oigo sus comentarios y me frustra no poder hallar esa perla que dicen que existe en U2. 

Luego me pongo a pensar que yo estoy mal. Que es increíble, que las masas no se equivocan, que son millones contra uno, que no puede ser que no me guste una sola de sus rolas. 

Una vez me regalaron varios acetatos de U2; obviamente fui y los cambié por otros a la tienda. El amigo que me los regaló se indignó tanto que me dejó de hablar años. 

Cuando veo los videos de amigos que van a conciertos de U2, pienso que sería más divertido ver todo el día un noticiero de Lolita Ayala. Y eso es mucho decir. Veo sus videos y pienso que si alguien me obligara a ir a un concierto de U2 lo consideraría mi peor enemigo. 

Perdonen los fans de U2 este exabrupto, pero como lo dije al principio: no es lo mismo la mayonesa que  el  alioli. 

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