I
En estas fechas, las familias que durante todo el año se odian deciden reencontrarse para partir un pavo, limpiar los romeritos y preparar los intercambios. Crean un chat especial en WhatsApp para ponerse de acuerdo en qué casa sería mejor festejar Nochebuena y los recalentados. Se mandan memes referentes a la Navidad y al niñito que nació de una virgen y que tuvo un padrastro carpintero y presuntamente cornudo.
Los grinch no entran al chat porque temen que la familia engorrosa mande notificaciones cada 10 segundos, entonces a ellos se les avisa por teléfono o mensaje lo convenido. El grinch repela (pero acaba yendo) y es por lo general el que termina poniéndose hasta atrás evadiendo los brindis colectivos. Llega la madrugada y lo sorprenden dormido al pie del árbol que días antes alucinaba.
II
Lo mejor de la Navidad son los días previos. Las invitaciones a darse el abrazo, los brindis, los convivios con los compañeros de trabajo. Una vez que se acerca el 24 empieza a llegar la familia de fuera y tienes que comenzar a lidiar con reclamos sobre tu flagrante ingratitud durante los pasados 364 días. Te chutas a la tía que se cree tu segunda madre. Soportas el olor a naftalina del tío abuelo que se atasca de polvorones y acaba con ellos antes de tu cena y debes ser paciente con la horda de mocosos que han engrosado el honor del apellido, pero que son una amenaza talibán para tus aparatos eléctricos y las esferas del pino.
Por eso son mejores los días previos. Porque vas con la familia que escogiste en la adultez, no la que Diosito (en su afán de joderte la existencia) te impuso.
III
Si de por sí es difícil sobrellevar un matrimonio, estos días son mucho más complicados porque empieza el zipizape a la hora de escoger con cuál de las dos familias se van a pasar las fechas. La misma tradición judeocristiana del advenimiento nos hace débiles y cobardes. Muchos le llaman negociación (finalmente eso y no otra cosa es el arte de estar casados) a ese trance de acceder a pasar las fiestas con una suegra y un suegro que te purgan, pero ni modo… estos no son días para pasarlos en soledad.
En el caso de que la pareja no se soporte de antemano y se la viva amenazando con divorciarse, la Navidad acaba por prolongar la agonía y una cosa peor: se tiene que actuar como si de veras uno fuera muy feliz.
IV
La situación económica en nuestro país es para llorar, pero eres padre y no puedes romperle la ilusión a tus hijos, así que tienes que aplicar la técnica del papá de la quinceañera e ir a empeñar tu vida o defraudar a la banca para ver a tus niños contentos con sus juguetes.
La esposa quiere quedar bien e invita a medio mundo a comer o a cenar los días previos. Los costos de las navidades son equiparables al ataque a Pearl Harbor.
En enero empiezan a llegar las cuentas y en vez de iniciar el año con el pie derecho, lo empiezas con un estrés de la chingada porque no sabes cómo vas a pagar. La vida sigue, los niños regresan a la escuela y debes cubrir la renta y comer tres veces al día.
Todo porque hace 2023 años nació un tal Jesús en un pueblo de Medio Oriente que nunca conocerás porque estarás pagando de por vida las Barbies y los Nintendos de tus vástagos.
V
Lo más odioso de la Navidad es quitar el árbol. Quitar el árbol y volver a la cotidianidad; es decir, pelearte con los familiares que decías amar entre sidra y sidra, ver que tu esposa es un monstruo de consumismo y eso no para en todo el año, aguantar al marido que chupa como nevero no sólo en Nochebuena, regresar al trabajo y ver que el patrón sólo es generoso en Año Nuevo porque con los regalos que da, evade impuestos. Como mujer, es un shock mirarte al espejo y darte cuenta que las tortitas de camarón no gozan de impunidad, ahora son lonjas que parecen fibras para lavar platos.
Conclusión
Sería bueno pasar una Navidad solos o con la gente que de verdad se quiere. Pasar una Navidad con el genuino propósito de hacer un recuento y abrazar nuestras convicciones. Pero esto es un sueño guajiro. La Navidades una fiesta inventada para hacernos enemigos, para engordar y reforzar nuestros defectos.
Una Navidad sin excesos no es una buena Navidad, es una pobre Navidad.
La Navidad es igual al árbol que ponemos en casa: se llena de elementos que no combinan y llega a pandearse, pero con el artificio de las lucecitas y los colores de las esferas, parece una cosa llena de vida: luminosa, alegre, importante (a pesar de lo efímero que es).