(la desgracia de Eslabón Armado)
Una de las prácticas más riesgosas en cualquier ámbito de la vida, ya se amoroso o laboral, es jalar comparsa a una fiesta en la que pretendes ligar o asegurar chamba.
Recuerdo que en mi adolescencia tuve un pretendiente fervoroso que no estaba de malos bigotes, y que, además, era un dechado de atenciones: me llevaba chocolates, flores, perfumes y serenatas, pero también me llevaba a su compa, a su mejor amigo. Invariablemente el pretenso aparecía con el carnalillo en mi casa. Los tres entonces cotorreábamos y la pasábamos bien. Sanamente. Y aunque en realidad era divertido convivir con el quedante y su chaperón, cada vez que se iban yo me preguntaba por qué un tipo como él, visiblemente seguro de su lance, tenía que recurrir a la compañía de un tercero. ¿Por miedo a mi papá que tenía cara de pocos amigos? ¿Por complejos o timidez? Realmente nunca descifré el misterio, pero lo que sí pasó es que poco a poco me di cuenta de que el damo de compañía era más carismático y conectaba mejor conmigo. Conclusión: acabe andando con el colado y el pretendiente, que ya había invertido su tiempo y dinero en regalitos, se quedó bufando en la esquina.
Así es esto… pasa todo el tiempo.
Por ese motivo yo nunca metí a mis amigas en casa ni se las presento al galán. Porque sé lo que sucede en estos casos.
Pasa lo mismo con los trabajos: no falta la mala suerte de encontrarte al que tu aspiras que sea tu jefe y de pronto el listillo que va contigo acaba quedándose con el puesto, porque tú eres muy chido en computación, pero lo que realmente requieren es alguien muy pila para las ventas.
También me ha pasado, pero a la inversa; una amiga me ganó la chamba y me quedé llorando en la esquina, y entonces irremediablemente recordé aquella vez que preferí al chaperón que al devoto pretendiente. Karma, le dicen.
Ahora llevemos este tema enfocado hacia el escándalo del momento: de cómo Peso Pluma llegó al show de Jimmy Fallon con una canción que él no escribió y de la que sólo era un invitado del otro cantante para unir fuerzas y pegar con tubo. Todos sabemos ya que Ella baila sola es la canción más reproducida en el mundo dentro de las plataformas de streaming. Una rola fresca que viene a meternos en un agradable paréntesis dentro de la terrible realidad reguetonera. Se agradece, ¡vaya!, un vasito de mezcal después de años y años de tener que beber charanda adulterada, ¿o no?
Hasta ahí todo bien.
¡Caray!, si bien esa música está muy lejos de ser considerada arte, cumple su función de desquite, y hoy todos traemos pegados el primer estribillo.
La tragedia aflora cuando aquel que pergeñó el producto, un chavo llamado Pedro Tovar (vocalista de Eslabón Armado) fue ninguneado e ignorado a la hora de que Peso Pluma recibe la invitación para presentarse en ese escenario tan vistoso. Peso Pluma (muerto de nervios, pero encantador) cantó (bastante tímido) el hit del momento, pero sin la mancuerna del creador original, lo que ha generado un linchamiento tanto para “la doble P” como para los productores del programa.
Y es que sí… la cosa suena muy injusta dado el contexto: no es lo mismo que sólo seas el autor del tema y nunca nadie te reconozca como se debe (pasa en toooodos los géneros) a ser protagonista del video, llevar la voz principal, que la rola sea tuya, y que el morrillo carismático y güerito que tiene en la baba a las chicas sea el que se lleve todas las cerezas de todos los pasteles.
Cuando vi las notas con las declaraciones (agüitadas) de Eslabón, inmediatamente vino a mi mente la primera imagen del texto: los peligros de que el compa te dé bajín.
Es injusto, sí, pero, coño, ¡quién dijo que la vida alguna vez ha sido justa!
Más bien hay que repensar bien las cosas antes de hacer una colaboración porque el destino de una canción o de cualquier obra sale del control del creador. Es la gente quien decide… y las masas casi siempre son insulsas, y se equivocan. OJO AHÍ.
