Tengo problemas con el minimalismo.
No me gustan las casas que parecen cajas de leche.
Tampoco los muebles color chocolate.
El chocolate es barroco puro, como el mole, como el templo donde se adora a un Dios ostentoso y castigador. Pero los muebles planos color chocolate me dan frío.
Los cuerpos minimalistas son aburridos: odio la monotonía de un cuerpo sin curvas, el pelo liso como baba, los pantalones sin agujeros y las blusas sin olán.
Y el hombre siempre se verá más hombre con alguna marca dolorosa sobre el rostro. Jamás viviría en Santa Fe ni en Garza García.
Sus edificios me hieren la mirada.
Son fortalezas heladas adonde encierran a princesas salidas del palacio de hierro.
Me gusta ver en las revistas a las modelos de Gucci: con sus moños en el cuello, con sacos de indescifrables grecas, con bolsas llenas de moscas y escarabajos de cristal. Sí, me gusta el barroco.
El baúl antiguo en el que te tienes que empinar para buscar un tesoro.
Le tengo miedo al vacío.
No me gusta que el aire me llegue de golpe sobre la cara.
Prefiero que ese aire encuentre, como las olas, farallones que lo partan de dos.
Rosa sobre rosa sobre líneas entre rombos.
Desde niña me gustaba la complejidad de la textura del tapiz.
Recostarte un tapete persa, donde lo de arriba debe hacer espejo con lo de abajo: si la garza vuela, que la garza camine.
Prefiero viajar con Bach que son musiquita de aeropuerto de Philip Glass.
Me moriría en un mundo minimalista.
Si visto de blanco, la salsa roja busca siempre irse a estampar en la tela.
Me gusta llenarme la sangre de vino. El agua me destempla.
¡Échale muchas especias al guisado!
Prefiero el mercado de Oaxaca que el Ten con Ten.
Desconfío de las espumas como desconfío de los astronautas.
No se puede sobrevivir al espacio desayunando dos pastillas.
Rosa sobre rosa sobre rayas entre rombos.
Vivo en una ciudad sitiada de ángeles y demonios que cuelgan de gruesos muros.
El oro es más hermoso cuando el polvo le da profundidad a sus vueltas.
No me gusta la vida fácil ni la vida simple ni la monotonía.
Tampoco creo en los monos: lo monoaural no te deja escuchar todos los matices de la banda.
Huyo de la conversación monotemática.
Odio que me contesten con monosílabos.
Una mujer llena de aristas no puede patinar sobre un terreno liso.
Aceptar los entuertos del amor es ser sólo un poco barroco.
Rosa sobre rosa sobre raya entre rombos.
¿Cuándo has visto un laberinto de una sola línea recta?