A partir de los últimos diez años, las redes sociales han formado parte de la agenda y, dentro de éstas, se han podido exhibir un sinfín de descalabros y torpezas de la clase política… lo mismo pasa en países donde hay monarquía: esas figuras que antes eran intocables y que eran cuidadas por los medios de comunicación tradicionales, y ahora están expuestas al escrutinio de cualquiera que tenga un teléfono inteligente.
Uno de los sexenios más criticados por la improvisación y la frivolidad fue el de Peña Nieto.
Los memes salían a diario y el personaje acabó por hacer de la autocrítica en las propias redes su única forma de defenderse ante la ineptitud y los escándalos.
Los opinólogos de ocasión tuvieron sus quince minutos de fama al hacer de la mofa al peñismo un show aún más patético que la misma gestión.
¿Qué se le criticaba al Presidente?
Su copete, su esposa de ornato, sus metidas de pata en medio de los desastres naturales, sus calcetines izquierdos en un maratón, la opacidad en el caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y la Casa Blanca de La Gaviota, entre muchas otras cosas.
Pero si alguien ha destapado la cloaca del racismo y del clasismo más pestilente en México es nuestro actual Presidente.
A AMLO se le van encima, sí, por sus obras canceladas, por sus dichos desafortunados en la pandemia, por su necedad de que los españoles se disculpen por la conquista, por el Tren Maya, por las casas del hijazo de su vidaza, por la impertinencia tuitera de su esposa, por tener a una ágrafa como vocera de las fake news, por defender a indefendibles como Gertz Manero, etcétera…
Sin embargo, nunca como hoy se ha rebasado el desprecio personal y la mala leche de una clase media aspiracional que siente que ha bajado de escalafón a partir de las decisiones de AMLO.
La inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles ha sido uno de los eventos más comentados en lo que va de su gestión. En primer lugar, porque la memecracia y los encargados de desprestigiar todo lo que se mane de la 4T, vinieron preparando toneladas de basura cibernética para menospreciar una obra que, si bien no es lo que los mexicanos que se creen de la élite quisieran para ellos, tampoco es el mercado rural que nos han querido vender a partir de bromas crueles.
Creo, sin temor a equivocarme, que una de las fotos que más circuló la semana pasada fue la de la señora que se puso a vender doraditas con salsa en uno de los pasillos.
A lo que lo odiadores más ignorantes llamaron tlayudas.
Cómo se nota que parte del problema de los detractores de AMLO es la negación de sus sinos y el desprecio a todo aquello que no han puesto de moda los hípsters de La Roma.
La nota pasó de noticiero a noticiero con el titular de las tlayudas, cuando la fritanga que se vendió en el AIFA es precisamente un antojito que se ve y se consume, sobre todo, en el centro histórico de la Ciudad de México y en las calles en donde los burócratas salen a buscar un bocadillo que no sea una nauseabunda hamburguesa o un adiposo taco placero.
Los que vieron tlayudas en vez de la tostada alargada, son los mismos que chillan porque en el Felipe Ángeles no hay vuelos directos a Londres… como si fueran cada quince días para vacacionar allá.
Se llaman wannabes. Esos a los que en muchas ocasiones les he preguntado si a partir de que AMLO llegó al poder han bajado su tren de vida o han dejado de comer dos veces por semana en restaurantes o si han perdido sus casas y ahora compran en tienditas del bienestar.
Nada de eso ha pasado ni pasará. Y sí que los he visto cobrar su pensión de viejitos para luego írsela a gastar a los casinos…
Lo que sucede es que AMLO los tiene asustados porque quiere tenerlos así.
Lo que hace el Presidente es una provocación cotidiana. Y sus haters caen. Tiemblan de miedo y conversan sobre la mejor manera de acabar con él.
La tirria con la que lo califican no es otra cosa más que una especie de blindaje. Y recordemos que, tanto en carros como metafóricamente, el grosor del blindaje desvela el tamaño de los miedos.
Los que vieron tlayudas y se burlaron de las tlayudas son los que ven dictadura y se horrorizan de la dictadura.
Y no hay ni una ni otra.
Es la bajara que AMLO echa a la mesa cada mañana.
Y quienes lo odian, caen.
Y sin saberlo, ese rencor los convierte en sus esclavos.
Rehenes de la Dictlayuda.