Conozco a muy pocas personas a las que les queda bien la nariz después de una cirugía plástica. Por lo general, quienes se han sometido a este procedimiento —ya sea con un buen cirujano o con un carnicero que les cobró barato— terminan perdiendo la expresión de todo el rostro, consiguiendo así ser émulos involuntarios de Michael Jackson.
Por otro lado, tenemos a las chicas que, sin necesidad, se hacen la liposucción a edades escandalosas, donde el ejercicio debería ser la forma más socorrida para poner en su sitio las adiposidades. Pero como resulta complicado y muy muy largo el proceso de desaparecer la barriga con abdominales, prefieren meterse cuchillo primero y hacer dietas y ejercicio después como método para conservar su inversión.
¿Por qué nos sentimos tan a disgusto con nuestros cuerpos, con nuestras narices?
Finalmente, los rasgos con los que nacimos son parte de la herencia que nos dejan los padres. Nuestra nariz es grande o chica por una razón especial: quizás si la mueves, es decir, si la cortas, la asimetría natural de los ojos se note más. ¡Pero, a mí qué me importa la vida ajena! Al final, si una dama se quiere cortar la nariz porque siente que parece hija de Pakal, muy su problema. Lo importante, creo, es sentirse bien el mayor tiempo que pasemos en esta vida tan injusta.
Todo esto viene a cuento por un tema que parece no tener mucho que ver: la protección de datos personales. Esos que damos a diestra y siniestra cada vez que abrimos una cuenta de redes sociales o una aplicación o cuando contestamos test ridículos como ¡Descubre qué Dios griego fuiste en tu otra vida!
Pues bien. Supongo que a partir de que ciertas empresas toman tus datos, éstas identifican, a través de ciertos algoritmos, tus gustos y tus obsesiones.
No de en balde a las compradoras compulsivas les llegan por mail mil y una oportunidades para seguir despilfarrando el dinero. A esas compradoras compulsivas las localizan, supongo, por medio del uso de sus tarjetas de crédito en algunos establecimientos de las que son cautivas.
Así pues, al médico le llegan ofertas de aparatos nuevos y catálogos de medicamentos que, de recetarlos, les darán algunas comisiones.
Ayer abrí mi cuenta de mail como todos los días y me encontré con un mensaje que, en otras circunstancias, me hubiera parecido tentador. Se trataba de una promoción que a muchos hombres les fascinaría. El mensaje decía algo así: “¿Quiere usted alargarse el pene? Contáctenos.”
Sólo me quedé pensando porqué a mí. ¿Será por mis publicaciones contra algunas feministas? ¿Será porque peleo como bato en Twitter? ¿Será porque ya no uso a diario tacones?
No sé. Pero dudo mucho poder hacer uso del cupón de descuento.
Si por aquí hay alguien que necesite desesperadamente esta oferta, contácteme por este medio y le pasaré el mail del remitente. El trato será confidencial y secreto.