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sábado, noviembre 23, 2024

El falaciómetro

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Las falacias son razonamientos incorrectos disfrazados de lógicos e impecables. A diferencia de las falsedades, las falacias pueden ser verdades envueltas en una lógica defectuosa. En el peor de los casos, las falacias pueden utilizarse para decir algo falso intencionalmente. ¿Qué se debe hacer en esos casos?

Para detectar una falsedad, debemos acudir a los hechos. Pero, desde la filosofía y la ciencia se ha argumentado convincentemente que los hechos, hechos son como un test de Rorschach, abiertos a múltiples interpretaciones. Decidir qué es y qué no un hecho, incluso en las matemáticas, puede ser un asunto de debate.

Saber si alguien miente es aún más complejo, pues además de acudir a los hechos, debemos conocer los estados mentales del hablante. Y esa tarea hasta ahora es imposible.

Para detectar una falacia, el terreno es quizás menos resbaladizo.

Algunas falacias son formales y los criterios para identificarlas están basados en la única idea no desafiada durante dos mil años: la lógica clásica. Por ejemplo, la falacia de afirmación de consecuente.

Hace meses Chumel Torres afirmó en la radio que si cierto audio filtrado era auténtico, entonces García Harfuch renunciaría o cedería la candidatura para ser jefe de gobierno de la CDMX. Dado que García Harfuch cedió la candidatura, Chumel Torres concluyó que la grabación era auténtica. Esa es una falacia de afirmación del consecuente.

Algunas falacias son informales, y para detectarlas se debe interpretar el discurso donde ocurren, pero hay casos paradigmáticos y muy claros. Las falacias ad hominem, las amenazas, la apelación a las emociones, están entre las más socorridas.

En el combate contra la infodemia, además de luchar contra las mentiras, podría ser útil cultivar un monitor de razonamientos, algo como un contador de Geiger de la lógica, capaz de detectar desde las falacias más obvias hasta las más sutiles y enrevesadas. Esta idea es tan antigua como el gallo que Sócrates no le pudo pagar a Escolapio.

Todos somos razonadores falaces. La utilidad del “falaciómetro” para monitorear a los actores políticos y opinadores no sería el de acusar, o incriminar, sino el de observar cuál tipo de falacias son las preferidas de cada uno.

No es lo mismo disfrutar de Nymphomaniac o Garganta Profunda que ver Porn Wars: Chapter One, o Scooby Doo, la parodia XXX. No emitimos juicios estéticos y mucho menos morales, pero sospechamos que cada película ofrece una experiencia diferente. Del mismo modo, ver Porn Wars: Chapter One una sola vez no es equivalente a verla todos los días.

Quizás en dominio del razonamiento sucede algo similar. No es lo mismo cometer un Ad Hominem que una falacia circular en un argumento complejo y difícil de seguir. Y desde luego, no es comparable cometer ese Ad Hominem ocasionalmente frente a hacerlo de manera recurrente y como una estrategia retórica.

Al igual que con las películas para adultos, no juzgamos, pero estas diferencias probablemente reflejan algo profundo sobre los gustos, el poder de abstracción, y el objetivo al discutir de las personas.

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