No hay manera alguna de justificar la guerra contra Ucrania. No hay perdón alguno para los crímenes de guerra, la brutalidad genocida, la destrucción; los bombardeos e incluso la amenaza de ataques con armas químicas, biológicas e incluso la posibilidad de un ataque nuclear. En pocas semanas el escenario geopolítico mundial ha cambiado radicalmente. Vladimir Putin ha empezado su particular sueño imperial con algo aún más brutal que su anexión ilegal de Crimea. Algunos analistas han intentado explicarlo comparando la “humillación” rusa a la sufrida por Alemania a causa de los Tratados de Versalles. Algunos más han recurrido a la interpretación psicológica aduciendo que Putin quiso entrar a Europa y a la OTAN y esta es la venganza de un herido en su fuero íntimo. Lo cierto es que la cruzada de Putin tiene una fuerte dosis de nacionalismo, de fanatismo religioso y de inspiración mesiánica.
Hay que entender el sueño euroasiático atrás de lo que ocurre. La caída de la Unión Soviética en 1991 dio lugar a una serie sucesiva de movimientos antisemíticos, de formación de partidos rabiosamente nacionalistas. Pero hablemos del “euroasianismo”, la ideología que está guiando el momento. El lingüista Nikolai Trubetzkoy acuñó el término en 1920, en su Europa y la humanidad. Proponía olvidar la conexión obsesiva de los rusos con Europa y Francia y pensar en el legado de Genhis Khan, creando un gran “continente ruso-euroasiático”. Se trataba, por supuesto entonces como ahora de la búsqueda de la recuperación imperial, de liberarse de las “horribles importaciones occidentales” y de revitalizar la iglesia Ortodoxa Rusa, para lograr cohesión y aceptar también otras religiones piadosamente.
Esta idea hubiese caído en el olvido de no ser por la Perestroika. Lev Gumilyov –un antiguo prisionero soviético de campos de trabajo forzado– propuso lo que llamó etnogénesis, donde un grupo, gracias a un líder carismático podría elevarse a un “super-etnos” (cualquier semejanza con el vasconcelismo y su raza cósmica es mera coincidencia). Esta idea también hubiese sido olvidada a no ser por que la retomó uno de los ideólogos de Putin, Alekxandr Dugin. Filósofo autodidacto, publicó en 1997 su libro “La fundación de la geopolítica: el futuro geopolítico de Rusia” (un tocho de seiscientas páginas). Para Dugin el enemigo no es Europa solamente, en todo Occidente. Para el Rusia es la nueva Roma y Occidente Cartago, el eterno enemigo. Para él la democracia occidental es un enemigo por vencer. No es gratuito que el patriarca de la iglesia ortodoxa rusa haya apoyado la guerra contra Ucrania, que en Rusia siguen llamando operación especial. Dejo a los Hipócritas lectores un enlace por si quieren enterarse más sobre él (https://jacobinmag.com/2022/03/aleksandr-dugin-putinism-reactionary-prophet-russian-ultranationalism-traditionalism).
Dugin es un loco, y como todo loco tiene seguidores, entre ellos el propio Putin. Se trata de conservadores ultranacionalistas que buscan la instalación de valores tradicionales. Para Dugin la guerra no solo es válida, es la única forma de ganarle al enemigo (Cartago) y volver a ser el centro del mundo (Roma). A Dugin lo llaman el cerebro de Putin. Para él la modernidad lo arruinó todo. Hay que reclamar la tradición, rechazar a los liberales, a los judíos, a lo europeo. Según Dugin debe irse logrando una gradual división de Europa, en zonas controladas por Alemania y Rusia. El nuevo imperio deberá ir de Dublin a Vladisvostok, según sus propias palabras. De Moscú a Terán (para el, gracias a Modi, debía llegarse al Océano Índico del otro lado). Así que Ucrania es apenas el inicio. Por eso los analistas hablan de un escenario próximo en el que si Ucrania cae el siguiente país sería un miembro de la OTAN.
Tal vez Xi Ping no ha leído el libro de Dugin porque para él hay que dividirla, desintegrar el estado chino. El verdadero aliado en el Lejano Este es Japón para Dugin. China por su poderío y su control estatal estorba en esta idea. Lo que Dugin está diciendo, no nos confundamos es claro: fascismo desde Dublín al Pacífico. ¿Iluso? No lo sé, los próximos años nos darán la respuesta. Ojalá no sea la de una tiranía Euroasiática comandada por la nueva Roma que sueña, aunque sean los sueños de un loco.