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jueves, octubre 24, 2024

Teziutlán: Fiesta de las almas

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Un caminito tupido de flores amarillas en el suelo, guía a las ánimas y marca el sendero para el reencuentro. Empieza la fiesta que transforma el dolor y la tristeza en esperanza y alegría, da vida a los recuerdos y confirma lealtad y gratitud.

El copale perfuma y purifica la casa. Las luces de cera de abeja dan luz y calor. En el altar, tamales, tlayoyos, pan y xole… ¡ah!, también el win, los cigarros y los gustos de cada una de nuestras ánimas, como lo acostumbraron en la primera parte de su vida.

La guitarra y un violín pobre y desgastado revive en el xochitlpizáhuatl, aquellos meneados de un vals lento que invita a Tonanzin, la madre de todos, a presidir la fiesta, para la que hemos gastado todo lo que había, hemos trabajado todo el día y hemos esperado siempre. Una fiesta, la más importante, porque estaremos, otra vez juntos, como antes y para siempre.

El 28 de octubre, vienen los que murieron en accidentes, mucha luz y copale, con vasos de agua para el cansancio; luego, el 29, los ahogados, para ellos pan y atole, porque el 30 recibimos a los limbitos, los bebés que no tuvieron la bendición del bautizo; a ellos les ponemos agua. El 31 con dulces de calabaza con piloncillo, tintines, trompadas,
cocadas y tamales de dulce con atole de granillos de maíz recibimos a nuestros angelitos, primero o sea los más pequeños, porque el 1 de noviembre, el altar se viste de blanco, porque otra vez, las risas y los ruidos reviven a toda la casa, indicando que, están nuestros santos inocentes, a los hijos que, desde bien escuincles, se los llevaron al cielo.

Para el 2 se cambia todo. Manteles negros y naranjas, comida con chile, una con epazote, el chilpozonte de espinazo, otra, la de los “menuditos” con todos los huesitos del pollo y hoja de pimienta, para empezar en el almuerzo. Xole, pan y tlayoyos, también. A lueguito, por ahí de las 3, mole de guajolote y arroz de jitomate con chícharos, para la comida, con tortillas recién salidas del comal y ya entrada la noche, tamales de salsa, chilahuates, de rajas con queso y de chícharos y xole recién calentado… y preparamos su itacate, porque, a la media noche, se vuelven a ir. Pero, de todas maneras, dejamos el altar, porque, el 3 llegan las ánimas solas, esas que ya no tienen familia viva, abrimos todas las casas, como si fueran suyas. Hoy por ellas. Solo Dios sabe si a nosotros nos tocará tocar y entrar en otras casas que no conocimos cuando vivos.

La del Xantolo, en la sierra mágica poblana, es una fiesta. Claro que lo es, porque llegan todos los que nos dieron la vida, los que nos enseñaron a vivirla y los que, con consejos y regaños nos enseñaron a aprovecharla.

En todos los pueblos mágicos y tradicionales, grandes y pequeños, hay una gran celebración y en todas sus viviendas, los visitantes son bien recibidos, les comparten la ofrenda. ¿Miedo? No, al contrario, alegría y espacios de reflexión, emoción y convivencia con quienes, con trabajo y abnegación construyeron esa magia, herencia de un pueblo que, donde estén, siguen vivos en los parajes de la montaña envuelta en neblina y rociada con chipi chipi.

Este año, Teziutlán será la principal celebración en el oriente. En la “Fiesta de las Almas”, se revive la herencia del Miccailhuitontili, la celebración de nuestros muertos, con el Xantolo, una fiesta que celebra con música, canto, danzas y teatro, la llegada de nuestros ancestros.

Karla Martínez, la primera presidenta en este pueblo, ha dispuesto revivir lo que antes hacían nuestros viejos. Magia y poder, que hoy, nos dan razón de ser como pueblos que peregrinamos en la orilla del monte.

Desde el 28 de octubre, comienza con exposiciones y desfiles de catrinas, muestras artesanales y de comida típica, y el tonalhuentli, con sus majestosas altares y ofrendas, noches de leyendas, calaveras literarias, escultura en chilacayotes, festivales artísticos, videomapping, una carrera nocturna, un gran concierto y teatro.

Martínez ha dispuesto revivir la magia de Teziutlán. Es una expresión de cultura viva y agradecimiento, pero también es un testimonio de un gobierno inteligente, con ese toque especial de mujer trabajadora que construirá una nueva etapa con la energía de la alegría y la buena voluntad.

La celebración de los muertos, es y será, la oportunidad de estar juntos, los que se fueron y los que aún estamos. Siempre estaremos juntos, unos en casa, unas veces,
otras no. Todos en el recuerdo, porque así es la vida, no termina en el panteón.

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