Bajo la dirección de Alberto Lomnitz, está haciendo temporada en el Foro Lucerna. El elenco original, integrado por Cassandra Ciangherotti, María Inés Pintado y Octavia Popesku, se une nuevamente con la participación de Mariana Gajá, alternando funciones con las actrices Gabriela Núñez y Tamara Vallarta. Reviviendo la apasionante lucha del hombre entre el bien y el mal.
“Es un personaje que huye del dolor y a veces se me escapa como un pez cuando trato de sentir lo que ella siente”, me comentó la actriz durante una charla.
Son tres novelas clásicas del autor Fiódor Mijáilovich Dostoyevski, uno de los principales escritores del imperio ruso, cuya literatura explora la psicología humana en el complejo contexto político, social y espiritual de la sociedad rusa de la segunda mitad del siglo XIX.
El idiota (1869), llamada en algunas ediciones en castellano El príncipe idiota, y Los demonios (1871) fueron publicadas originalmente en serie en la revista El mensajero ruso.
Están consideradas unas de las novelas más brillantes de Dostoyevski y de la edad de oro de la literatura rusa.
Una de las cuatro obras maestras escritas por el autor después de su regreso del exilio siberiano, junto con Crimen y castigo (1866) y Los hermanos Karamázov (1880).
Ésta última es una novela filosófica y psicológica ambientada en la Rusia del siglo XIX, que entra profundamente en los debates éticos de Dios, el libre albedrío y la moralidad.
Cuatro actrices en escena encarnan los tormentos filosóficos de los personajes del inmortal novelista ruso, en una puesta en escena construida a partir de las novelas antes citadas que representan un delirante viaje por las diversas manifestaciones del ser humano planteadas por el autor en el siglo XIX y que en pleno siglo XXI siguen vigentes.
“Todos los temas de los que él habla siguen siendo vigentes. Quizá ahora tal vez las relaciones entre las mujeres han cambiado, porque se ha abierto mucho la forma en que nos vemos las unas a las otras, que, más allá de la diferencia de géneros, es la relación que nosotros tenemos entre nosotras. Ya no estamos participando de esta arma letal del divide y vencerás. Estamos mucho más hermanadas; nos respetamos las unas a las otras. Los personajes de Dostoyevski están muy engatusados los unos a los otros, sin poderse acompañar”, explicó Cassandra.
El infierno se apoderó del mundo y la bella Nastasia quiere acabar con su vida uniéndose al apasionado Rogozhin.
Mishkin, el príncipe idiota, quiere salvarla. Aglaya intenta disuadirlo de su idiotez.
Los demonios le dicen al príncipe que las almas ya no tienen redención. “La belleza y el amor salvarán al mundo”, insiste Mishkin. ¿Será posible?
Esta puesta en escena busca presentar el intenso y complejo realismo psicológico de Dostoyevski, donde las creencias religiosas, la compasión y la ternura parecen haber abandonado al ser humano.
Alberto Lomnitz da estructura nuevamente a este caos amoroso, desarrollado a través de las reflexiones de uno de los autores más relevantes de la Rusia zarista, tales como: “Las tonterías son indispensables en un mundo fundado en ellas”, o bien, “En este mundo, todo se ha vuelto suciedad y pecado”.
El teatro tiene una potencia tan grande –eso es lo maravilloso– que a través de la interpretación y sensación que te generan los personajes es como si un poco hubieses leído la novela completa, porque estás viendo imágenes construidas, los personajes hechos y es un resumen muy bien armado.
Ahora, 11 años después, estoy leyendo la obra nuevamente y me encuentro con cosas maravillosas en el libreto.
A pesar de la complejidad que implica la profunda psicología del escritor ruso, la obra, de casi dos horas de duración, posee toques cómicos que prometen la risa en el espectador y al mismo tiempo invitan al público a revisitar estas apasionantes obras de la literatura universal.
Con el paso de los años, la obra también ha tenido que actualizarse. Antes, la obra duraba casi dos horas y media y hoy dura una hora 40 o 50 porque al público le cuesta trabajo estar en una butaca.
Y es que el fenómeno del teatro ha cambiado con los años.
Antes las obras podían durar hasta seis horas y hoy en día la mayoría de espectáculos no tienen una duración mayor de dos horas.
Una pandemia de la enfermedad, la pandemia social, la pandemia del miedo, y hoy vemos en vivo una guerra, un genocidio, como se quiera llamar, en vivo, en nuestras redes sociales, que nos acerca mucho a una frustración enorme por estar viendo imágenes que no corresponden con el ser humano o la humanidad a la que uno esperaría pertenecer.
Y es muy doloroso y creo que todos, más allá de que sea algo que esté sucediendo en alguna parte del mundo, estamos con una tristeza general.
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