Después de haberse vivido una jornada electoral empezando con los escarceos al interior de los partidos políticos en los que hubo de todo por decir lo menos: recursos aplicados, personajes de la vieja política que ante la avalancha morenista a nivel nacional brincaron de sus institutos políticos al actual partido gobernante, de repente aparecieron los más conspicuos morenos, cuando en su tiempo fueron lo mismo en sus partidos políticos.
Días después de la fecha de la elección más grande en la historia de México, los gobernadores recibieron su constancia como mandatarios electos.
De ese periodo a la fecha han transcurrido muchos meses y los salientes ya quisieran ir a su nuevo encargo, como es el caso del gobernador de Puebla, y el electo ya despacha en sedes alternas para presentar a sus colaboradores cercanos, para empezar a realizar un ejercicio de planeación de lo que será su ejercicio como mandatario. Armenta y compañía tienen claro que deben dar pasos firmes en lo que será su paso por el gobierno de Puebla. A ellos les presiona el tiempo, a los alcaldes municipales más,
algunos visos de incertidumbre por la larga espera les hacen adelantar su nuevo sello personal en lo que será su ejecución como gobernantes de sus respectivos municipios.
Hay algunos que se reeligieron y prácticamente no se ven muchos cambios. Repiten no solo ellos sino también sus equipos de trabajo. Raros son aquellos que hicieron caso de los señalamientos a tal o cual funcionario que no llevó a cabo su encargo. Más bien se impuso en alguno de ellos el compadrazgo y el amiguismo, sabedores de que ya no
volverá una reelección más. Fortalecida esta postura por la iniciativa que la presidenta de la república Claudia Sheinbaum Pardo hará llegar al congreso para su aprobación.
En las localidades lo que más le preocupa es que los
candidatos ofrecieron el oro y el moro, como dice el
viejo adagio, para lograr ser los triunfadores, que a
la postre lo fueron. Algunos porque los alcaldes que
se fueron habían desencantado a sus gobernantes.
El asunto de conseguir el presupuesto para cubrir
todas las promesas no es una tarea fácil. Es más bien
un asunto en el que tienen que dedicarle un tiempo
considerable, el que obviamente le afectará con sus
gobernados quienes preferirían que estuvieran realizando trabajo de campo, como el levantamiento de un diagnóstico para con esa herramienta hacer un plan de trabajo a corto, mediano y largo plazo.
Un cambio social que repercuta en cambiar la fisonomía de los pueblos tiene que verse en un contexto en el que sea beneficiada tanto la localidad más pequeña como los espacios urbanos que también requieren de atención. Un justo equilibrio les daría tranquilidad.