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sábado, noviembre 23, 2024

Los muertos hablan

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Una vez que se encienden las velas, no se apagan.  

Se prende el fuego. Un mensajero de otros tiempos que trae consigo los símbolos ocultos. Un narrador de lo cotidiano en complejas melodías que están listas para descifrase. 

No todos pueden entender el mensaje del fuego, tampoco comunicarse con los animales para convertirlos en héroes, ofrendas, alimento humano y no humano, alimento para la tierra. Porque “los hombres comemos lo mismo que los espíritus”, los dioses que hay que calmar. Porque si la tierra suministra de alimento al hombre, el hombre tiene que retribuir. 

La comida va a ser preparada, ya están listas las flores, el copal, el aguardiente, el olor fresco del cempaxochitl, la flor de mayo, el romero y el encino quemado. Penetra el viento en las pieles fulminantes de energía, incertidumbre, sudor y cansancio de los lugareños que subirán a la cima del cerro para dejar la ofrenda y a derramar sobre la tierra; el ritual. 

Ya está lista la fruta, porque a los espíritus de la montaña le gustan los sabores dulces. Música, cantos y complicidad.  

El diálogo entre la tierra y el hombre está por comenzar… 

Las comunidades indígenas mantienen una comunicación permanente con la tierra y el entorno que habitan.  

Cada temporada agrícola suelen ofrendar comida y elementos característicos del lugar que son identificados como catalizadores espirituales necesarios para la existencia colectiva. 

En la sierra norte de Puebla, el día de muertos se hacen altares con simbolismos que se diferencian de acuerdo a la cultura.  

En los pueblos nahuas suelen decir que los muertos llegan a este plano terrenal cada año.  

El altar es la representación de una casa, porque ellos ya no pueden llegar de la misma manera como solían hacerlo cuando estaban vivos. 

Los muertos no tienen el privilegio de seguir conviviendo en nuestra dimensión de realidad. No pueden recorrer los mismos sitios, caminar por los mismos pasillos, comer en la misma mesa, soñar en la misma cama. Por tal motivo, el altar es la representación y bienvenida de su nueva casa.  

Una transfiguración de esta realidad que atraerá su espíritu por medio del olor, el humo y el vacío.  

Con las flores de cempoalxóchitl se atrae a los muertos por medio del olor, porque se cree que “ellos ya no caminan hacia la tierra”, ellos solo pueden caminar en las flores, según la tradición oral.  

El día de muertos para ellos es una especie de fiesta, un festín, una convivencia con la gente viva.  

Por ese motivo se colocan flores y velas, pues actúan como guías para los espíritus. 

Las ofrendas en las casas se colocan desde la madrugada. Lo primero que hacen es poner las ofrendas de los más pequeños que han muerto.  

A las doce se deben apagar las velas de los niños porque ya han entrado en la ofrenda.  

Después entran los adultos. Luego se vuelven a prender las velas, pero es un fuego nuevo, ya no es el mismo. 

Las frutas y la comida de los niños se colocan desde el 1 de noviembre. Después de medio día se apaga todo, se quita toda la ofrenda.  

Después de haberlo limpiado todo, se vuelve a colocar la ofrenda de nuevo. Pero esta vez el banquete será para los adultos. Ponen comida y fruta, pero nueva.  

Las abuelas decían que esta distinción es importante. También la comida específica para cada muerto. Lo que les gustaba en vida.  

Las generaciones recordarán los gustos de sus antepasados, aún sin haberlos conocido.  

Si el abuelo fumaba, se deja tabaco. 

Si bebía, se deja aguardiente. 

Café, refresco, fruta, mole. Porque los muertos ese día vienen a convivir con nosotros.  

El sahumerio da señales de bienvenida.  

No todos saben leer el humo.  

Por la noche, aproximadamente a las 19:00 hrs, se llevan las flores al panteón.  

Muchas personas llevan la ofrenda completa a la tumba.  

La cruz representa a la persona muerta.  

El sahumerio se despide. Supera las máximas de comunicación de Grice. 

El lenguaje se silencia, hablan las cosas, reviven los muertos. 

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