(Un enfoque prehispánico)
PRIMERA PARTE
Tenochtitlán, lo que ahora se conoce como la Ciudad de México, fue formada debido a una peregrinación en la que Huitzilopochtli indicó a los viajeros procedentes de la Vieja Aztlán tendrían que salir a buscar un lugar más apropiado.
El sitio donde formarían un extenso territorio para instalarse.
Según las leyendas, Huitzilopochtli les dijo que en aquel sitio donde encontrasen un águila devorando una serpiente encima de un nopal sería la señal que les indicaría dónde ubicarse.
Así fue que los peregrinos fueron guiados. Por un símbolo.
Sin embargo, el Códice Florentino, especifica lo siguiente (texto escrito en 1600 por Bernardino de Sahagún):
-Dice la Sagrada Escritura: Incommunicabile nomen lapidibus et liguis imposuerunt,– Sapientie, que quiere decir: A tan gran locura y ceguedad vinieron los malaventurados idólatras, que el nombre que a sólo Dios pertenece le aplicaron a hombres y mujeres, y a los animales, y a los maderos y piedras. Esta maldad y traición hicieron vuestros antepasados, que el nombre maravilloso que es Dios, el cual a sola la divinidad conviene, le aplicaron a cosas bajas e indignísimas. (Sahagún, traducido por Jiménez, 1938, p:68).
Indiscutiblemente la visión de los europeos evidenciaba diferencias culturales que actualmente todavía se pueden percibir. Las diferencias radican en la atribución que se da a los símbolos.
Como menciona Clifford Geertz: El hombre es un animal de símbolos.
Fray Bernardino de Sahagún en la Historia General de las cosas de la Nueva España (Códice Florentino), considerado el primer estudio etnológico de la historia, describe la importancia que tenían los dioses a los cuales rendían culto las culturas mesoamericanas.
La importancia simbólica fue descrita por Fray Bernardino de Sahagún. Describe la entidad deífica Quetzalcóatl, a quien identifica como un “hombre de carne y hueso”, virtuoso y al mismo tiempo corruptible. En dicha descripción se detalla que tal personaje viajó a Tapallan y se ha creído durante años que volvería. Pero quizás no como un reflejo simbólico de Cristo, sino como una Era.
En la tradición oral de los pueblos indígenas de América se sabe que cada 500 años existe un cambio de Era, relacionada con el sol y sus ciclos. Por eso es común encontrar la figura de Quetzalcóatl (serpiente emplumada) también se representa como una serpiente tallada en piedra.
Cihuacóatl fue otra deidad que fue pintada por los antiguos mexicanos. Deidad grotesca en sus trazos adornada con depósitos ofrendarios que en la actualidad podrían parecer extremos debido a sus dimensiones. Se sabe que por los dioses se da más que vida: Sangre.
Cihuacóatl proporcionaba mantenimiento y alimento para los hombres, es decir, el maíz.
El símbolo Cihuacóatl representaba la tierra como un gran tejido de serpientes que se entrelazan rítmicamente a manera de (petate) manto divino.
Cihuacóatl, también llamada Coatlicue “La de la falda de serpientes”, es la diosa de la tierra, quien otorga vida a los hombres, pero también la muerte, según los escritos postcoloniales.
Podemos entender su figura como un símbolo complejo que expresa la continuidad de la existencia universal. Se dice que la procedencia de esta enorme escultura es de Coxtatlán, Puebla.
“Al borde del Agua”, el Viejo Anáhuac, civilización milenaria que durante años se dedicó a tomar territorios. Un sistema político que carecía de realeza soberana, de divisiones de clases, según algunos estudios.
Para esta civilización la tierra era propiedad común y la esclavitud era una consecuencia de los castigos o por medio de petición voluntaria a quienes tenían deudas con el llamado Imperio, porque la Matrícula de Tributos se desborda en peticiones inhumanas que los gobernantes pedían a los pueblos absorbidos. Se sabe que los esclavos recibían un trato humano y eran liberados al pagar sus deudas.
Krickeberg (1961) menciona que una leyenda milenaria cuenta que los Mexicas se encontraban divididos en siete clanes, estos clanes emigraron durante años guiados por diferentes caudillos de los cuales destacaban cuatro. Eran llamados Mayordomos o Sacerdotes de Huitzilopochtli; “Pluma de Colibrí” o “Colibrí zurdo”, considerado el único órgano superior a ellos.
Al principio de la vida sedentaria, un tiempo antes del asentamiento en Chapultepec, dicha tribu fue dirigida por Tenoch.
Desde tiempos remotos, las personalidades antes mencionadas, destacaban del resto del pueblo, y eran los encargados de dirigirlo. Al fundarse Tenochtitlán, bajo el gobierno de Tenoch, los antiguos clanes se transformaron en veinte grupos locales, los cuales formaron pequeñas comunidades, consideradas ligadas unas con las otras, mientras que en un segundo término se encontraba el parentesco por consanguinidad.
La gran civilización lidereada posteriormente por Moctezuma, abarcó parte de la región mesoamericana, incluso algunas costumbres se perciben en el resto de Centroamérica.
Nicaragua significa: “Hasta aquí llegó el Anáhuac” o “Hasta aquí llegaron los nahuas”. Pero, por supuesto, la cultura Maya nunca logró ser dominada por dicho Imperio, tampoco la civilización Tlaxcalteca, Zapoteca y Mixteca, entre otras culturas que luchaban por ser independientes y estar exentos ante los tributos impuestos por la Triple Alianza, en aquellos tiempos de florecimiento cultural.
Por su parte, el arte y las costumbres del antiguo Anáhuac o en Náhuatl: “Cosa marítima”, correspondían a ciertas similitudes que, como el imperio Inca, lograron unificarse y al mismo tiempo rendir tributos o pagos al centro llamado: “La Gran Tenochtitlán” hoy Ciudad de México.