Cuando eres antropólogo necesitas dominar estrategias que servirán para entender al otro: El objeto de estudio.
Puede sonar bastante cruel, considero que en cierta medida lo es.
La antropología nació para conocer un grupo social, saber acercarse y penetrar en ésta para obtener un control socio-político-cultural determinado.
Por lo menos esto es lo que se sabe de las corrientes antropológicas primigenias.
Posiblemente parezca que la imagen de la antropología se limpia conforme pasa el tiempo.
Es posible que, el principiante antropólogo, comprende todo lo que es posible alcanzar con el quehacer antropológico. A esta faceta de profesionalización me enfoco en el libro El Antropólogo Descalzo.
No nos detendremos en explicar los antecedentes malintencionados de dicha pseudo-ciencia.
Nos enfocaremos en una de las técnicas o herramientas que ocupan los antropólogos para recopilar la información, que después, posiblemente ayude a lograr la penetración en algún grupo cultural y posteriormente la participación en algún Congreso.
Porque hay de Congresos a Congresos.
Unos parecen aquello que alguna vez escuché de un filósofo poco convencional:
“Los académicos son como las modelos en pasarela, asisten a congresos para modelar en una tarima, mientras los espectadores aplauden su anorexia”.
Estoy de acuerdo.
Sin evidenciar a uno que otro colega. Me interesa ser lo suficientemente crítica como para reconocer que no todos los antropólogos escriben problemáticas y teorías a partir de una necesidad social. Generalmente el tema de investigación lo decide el director de tesis o los tutores. Quitándole dos ingredientes fundamentales, la pasión y la correspondencia social.
Todas las disciplinas tienen académicos. Los proyectos de diseño gráfico, por ejemplo, suele ser tan efímeros como funcionales.
Parece que desempeñan una ecuación: Entre más funcionales más efímeros y entre menos funcionales más efímeros también. Toda una paradoja.
Hablando de los congresos con temática de DISEÑO SOCIAL, desde mi punto de vista, considero que ninguna profesión debería separar el aporte social dentro de su quehacer científico.
Por eso la antropología suele quedarse en la intención. Pocas veces aporta más allá de la descripción de datos curiosos sobre los grupos culturales o investigaciones rigurosas sobre detalles del comportamiento humano.
La antropología es la ciencia que estudia al hombre y su comportamiento. Aun así, pocas veces se sigue el hilo de un tema desde una responsabilidad epistemológica sin ser el “refrito” de un tema.
La problemática radica en la escasa capacidad racional de responsabilizarse con los fenómenos socio-culturales.
Como sucede en la mayoría de las disciplinas, la necesidad de obtener un título suele ser más importante, porque más adelante, y si se tiene suerte, se puede obtener un empleo relacionado.
Aunque la mayoría de las veces, por la falta de compromiso, el investigador prefiere dedicarse a otras áreas o servicios públicos que empolvarán la tesis por los siglos de los siglos, y saturarán la Data de cochambre y letras virtuales igual de polvorientas.
En 90 por ciento de los casos, los universitarios japoneses son investigadores, dos por ciento de los mexicanos también.
La pregunta es: ¿En qué momento la educación convencional y las instituciones nos han despojado del sentido social que caracteriza al individuo como parte de un sistema?