El monstruo está tocando a la puerta; cada vez más insistente, cada vez más desafiante y retador.
Pero no es una puerta cualquiera; es el portón del Charlie Hall.
El monstruo no se intimida, ni se amedrenta. Salió de las cloacas y no tiene miedo de volver a ellas. Sabe que sus días están contados y por lo mismo hará lo único que sabe hacer: destruir lo que pueda en el tiempo que tenga.
Ese monstruo es el crimen organizado que fue criado en el sexenio de Felipe Calderón, después alimentado en el régimen de Peña Nieto y hoy, ante la estrategia de “Abrazos, no balazos”, se empodera en todo el país.
Nunca antes tuvo la libertad que tiene ahora. Desde Tijuana hasta Playa del Carmen se mueve a su antojo; matando, levantando, desapareciendo cuanto le place.
Una de las pocas entidades donde se libra una verdadera lucha contra la delincuencia organizada es Puebla. La tarea no es sencilla, sobre todo por los estados vecinos.
Puebla: en la mira de los grupos criminales de Guerrero
Puebla está en el centro de un triángulo escabroso: Veracruz, Morelos y Guerrero.
Por razones que aún no se conocen del todo los grupos que están incursionando en Puebla son guerrerenses.
En Veracruz impera el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) que tiene el control de las principales ciudades: Xalapa, Poza Rica, Coatzacoalcos, Minatitlán… Los Zetas ahora llamados Sangre Nueva fueron desplazados, relegados a municipios menores.
Morelos es arena de crudos enfrentamientos entre siete grupos criminales: lo que queda de la Familia Michoacana y Jalisco Nueva Generación, entre otros que son puramente locales como Los Tlahuicas, los Mayas y los colombianos.
Pero por motivos que aún son una incógnita a Puebla solo entran los grupos de Guerrero: los Rojos y Guerreros Unidos que envían emisarios a distribuir drogas y paulatinamente buscan controlar Atlixco y las Cholulas.
Por supuesto el gran botín es la ciudad de Puebla, una urbe que puede dejar ganancias de dos millones de pesos a la semana tan solo por venta de enervantes.
La débil respuesta del alcalde Rivera puede ser muy atrayente para otros grupos delictivos
Hasta el momento estas son las organizaciones que han mostrado incursiones en territorio poblano. Pero la debilidad que muestra el alcalde Eduardo Rivera Pérez puede ser muy atrayente para otros grupúsculos aquí mencionados.
Los hallazgos de cuerpos desmembrados en la ciudad de Puebla se recrudecieron con la llegada del alcalde yunquista.
En Cúpula lo explicamos de una manera muy sencilla: el monstruo está tocando a la puerta. Pero el término va más allá; la delincuencia organizada está “midiendo” al alcalde Rivera, está evaluando su capacidad de respuesta en el renglón de seguridad.
Cualquier grupo criminal pudo dejar restos humanos en un terreno baldío de San Andrés Azumiatla o San Baltazar Tetela.
Pero el desafío es abierto cuando durante varios días dejan restos humanos en uno de los parques representativos de Puebla como las Ninfas. Y posteriormente arrojan otro cuerpo desmembrado a tan solo cinco minutos de distancia en la colonia Belisario Domínguez.
Es una abierta provocación de la delincuencia contra la administración de Rivera Pérez, a la que repetimos están “midiendo”.
La respuesta oficial: el alcalde no tiene quien le escriba
Se subraya el dato, en lo que va de 2022 se han encontrado nueve cuerpos en Puebla capital; generalmente en parajes alejados como el relleno sanitario o Santa Cruz Alpuyeca.
Pero dejar –durante varios días–, un cuerpo en las Ninfas y después a una corta distancia en la colonia Belisario Domínguez es un mensaje con un claro destinatario: el alcalde Rivera Pérez.
El monstruo no solo está tocando, ya está pateando la puerta del Charlie Hall y lo único que falta es que los criminales arrojen restos humanos en el Portal Hidalgo. A las tres de la madrugada nadie los vería.
Estamos ante la entrada de un nuevo grupo delictivo a la ciudad de Puebla.
Su mensaje es el terror; esos cuerpos descuartizados son una amenaza para las células locales; es la manera de decir: “Así van a terminar quienes no se sometan”.
Y hasta el momento el presidente municipal no ha emitido un posicionamiento. Su silencio, la forma de evitar una postura es precisamente lo que esperan los criminales: un alcalde inerte, omiso, inoperante.
Un munícipe sin estrategia de seguridad pública.
En febrero el Ayuntamiento retiró mil 700 cámaras de videovigilancia y solo se reinstalarán 459. La fallida medida ya fue dictada por el “consejero del desastre” Bernardo Arrubarrena. El Consiglieri expresó que las llamadas ventanas ciudadanas, las instalaciones de cámaras de videovigilancia “tienden a desaparecer por lo costoso”. El sistema terminará como fierro viejo.
Rivera Pérez no entiende que así comenzaron otras ciudades
El Ayuntamiento de Rivera está cometiendo el peor de los errores; está escatimando y reduciendo el gasto público en el tema más sensible, la seguridad pública.
Es evidente que el edil no ve noticieros nacionales, no conoce la realidad de otras ciudades.
Pero si pudiera hablar con ciudadanos de Uruapan, Celaya o Zacatecas le dirían que precisamente así comenzó la vorágine, la espiral de violencia incontrolable: dejando cuerpos humanos en lugares públicos.
Muchos analistas nacionales aseguran que la mal llamada “guerra contra el narcotráfico” inició en Uruapan el 7 de septiembre de 2006 cuando en el table dance ‘Sol y sombra’ dejaron 5 cabezas.
En realidad fue tres días antes, el 4 de septiembre en la comunidad de Jicalán, Michoacán, cuando “La Jefa” una mujer que era tratante y narcomenudista fue ultimada de manera bestial; sus verdugos la decapitaron y abrieron el torso desde el pecho hasta el vientre; la fémina estaba embarazada.
Hoy en la Puebla de Rivera Pérez comenzamos a ver escenas semejantes. Aún no se llega a aquellos extremos de brutalidad, pero falta poco.
El alcalde bien haría en preguntar sobre las experiencias de José Eduardo Bours Castelo como gobernador de Sonora, pero sobre todo de Mauricio Fernández Garza cuando fue presidente municipal de San Pedro Garza García, Nuevo León.
Ambos personajes sabían que la única forma de enfrentar al crimen organizado era con cuerpos de seguridad igualmente implacables. Un boxeador de peso completo solo puede contender con otro igual.
El entonces gobernador al igual que el alcalde crearon “grupos rudos”; células de elementos de seguridad -algunas formales y otras en la informalidad-, que se abocaron a contener el crimen.
Las dos experiencias fueron exitosas y dejaron una lección toral; la primera herramienta para combatir a la delincuencia no son las armas, ni las balas, tampoco las patrullas.
La materia prima esencial de la seguridad es la información.
¿Quiénes son? ¿dónde están sus casas de seguridad? ¿con qué grupos están coludidos?
A éstas alturas solo le queda un camino al alcalde
Es claro que Rivera Pérez no tiene estrategia de seguridad. A estas alturas y antes de que le dejen cuerpos frente al palacio municipal, el edil tiene que pedir públicamente una estrategia coordinada con el gobernador Barbosa Huerta, a quien no le tiembla la mano para enfrentar a la delincuencia organizada.
Queda claro que a Rivera le importa entregar grandes negocios a firmas privadas con el alumbrado y los parquímetros, pero quiere dejar toda la carga y responsabilidad de la seguridad al gobierno del estado.
Eduardo no acaba de valorar la oportunidad que tiene con un gobernador aliado.
Ojalá y por el bien de Puebla lo entienda.
Como siempre quedo a sus órdenes.