¿Por qué un artista se siente impelido a ocultar lo que ha pintado durante meses, quizás años, con otra composiciónsobre la misma tela? ¿Qué lo obliga a condenar a las sombras lo que podría haber sido una obra maestra? ¿Qué oscura, mística, política o trivial razón obligó a Tiziano, Vincent van Gogh, Pablo Picasso y a otros maestros a “desdecirse” paleta en mano?
Bien podrían haber empleado otro lienzo, ¿o es que estaban cortos de recursos? Para algunos se trató de un juego fugaz de sombras diferido en el tiempo, a veces consciente, la mayoría de ellas involuntaria. Nadie supo de esto sino hasta que comenzaron a emplearse técnicas de introspección mediante rayos X, hace casi un siglo, si bien en un inicio se usaron con fines de conservación.
Hoy se cuenta con técnicas aún más avanzadas que han revelado mayores y sorprendentes detalles. Tal es el caso de la fluorescencia en el rango ultravioleta del espectro, la reflectografía mediante rayos infrarrojos, el bombardeo conpartículas atómicas, todos ellas complementarias a los análisis de orden químico.
Así, sabemos ahora que el Ecce Homo (1546–1547) de Tiziano guardó durante siglos una historia secreta. En febrero de 2025 expertos del Instituto Chipriota de Artedescubrieron en el fondo de dicho cuadro la figura puesta de cabeza de un caballero desconocido. Lo fascinante de este asunto es que se presta para todo tipo de especulaciones. ¿La ira del artista lo llevó a condenar la imagen de este varón no solo a habitar las sombras grises, sino a hacerlo mirando todo al revés por lo menos una eternidad?
Se dice que el célebre cuadro de Leonardo, Mona Lisa, esconde otras dos figuras, además de la que vemos ahora, presuntamente Lisa Gherardini o del Giocondo, esposa de un rico comerciante florentino. ¿Se trata de versiones de la verdadera Gioconda? ¿O fue simplemente parte del proceso creativo del hijo de Vinci?
Un lienzo anónimo de Isabela de Cosimo I de Médici, realizado durante su existencia, en el siglo XVI, la muestra lozana, diríase guapa. Sin embargo, al someterse la tela a un escrutinio molecular, atómico, nos enteramos de que fue retocada en el siglo XIX, pues en realidad era una mujer poco agraciada en términos físicos.
El mismo hecho de servirse de una tela ya usada implica un reto al creador. ¿Quiere desaparecer la imagen del todo?, ¿encuentra un motivo lúdico, íntimo, pues intuye que un rastro leve, casi impercetible quedará en ese trozo de linoo algodón?
Tal vez este sea el caso de Retrato de Mateu Fernández de Soto (1901), cuadro del joven Picasso en cuya primera capa nos muestra a su amigo escultor, pero a la luz del infrarrojo surge en el fondo la figura fantasmal de una mujer,quien parece decirle algo al oído al personaje que la ha desplazado y ahora ocupa su lugar. ¿Lo hizo a propósito o es una afortunada casualidad?
Otro ejemplo es Pedazo de hierba (1897), de Vincent van Gogh, cuadro en el que mediante fluorescencia de rayos X apareció, entre el pasto, el rostro de una campesina desconocida. Se trata de un acto íntimo porque sería absurdo suponer que el pintor previó su eventual descubrimiento; se sabe que muchos artistas, sin duda van Gogh, recurrían (aún lo hacen hoy) al reciclaje de sus telas, colmados de ideas fescas, pero escasos de monedas para adquirir trozos nuevos, sin olvidar los preciados pigmentos.
En fecha reciente el Museo van Gogh de Amsterdam anunció que a partir de ahora se negará a perder el tiempo tratando de atender las solicitudes de su aval para certificar la autenticidad de tantas copias que han aparecido, sobre todo en las últimas décadas, “obras maestras” atribuidas a un van Gogh que solamente bajo el efecto de anfetaminas y poseyendo brazos de pulpo podría haberlas pintado.
Sin embargo, hay un caso contrario, el cuadro Naturaleza muerta con flores de campo y rosas (1886). Debido a inconsistencias en el trazo y otras características del estilo de van Gogh se determinó que era falso. Cuando se sometió a escrutinio molecular, la sorpresa fue grande al encontrarse que debajo había una escena de luchadores. Se sabe que el pintor francés era aficionado a este deporte y le gustaba pintar competidores en acción, por lo que fue reconocido como original.
Caso famoso es el de Joven empolvándose (1889–1890), en el que Georges Seurat retrata a su amante, Madeleine Knobloch, frente a espejo y con un fondo cuasi onírico. Llama la atención la ventana abierta de par en par y al otro lado una esquina de una mesa con un florero encima. Un siglo más tarde nos enteramos de que Seurat, quizás en un arranque de amor, había pintado un autorretrato deleitando su vista a través de dicha ventana, aunque luego la cruda realidad lo llevó a multiplicarse por cero, esto es, a intentar desaparecer. No consideró que el cero también ocupa un lugar en el espacio.
Vale mencionar Retrato de Don Ramón Satué (1823) de Francisco de Goya, pues un minucioso escaneo revela la figura de un oficial de alto rango del ejército bonapartista que ocupaba España. Sin duda Goya, un nacionalista, prefirió dejarnos en la memoria la imagen de un juez del tribunal supremo sobre la de un invasor.
En Los aserradores (c. 1850–1852) de Jean François Millet, aparece escondida la estatua de la República francesa, si bien no se trató de una declaración de principios;simplemente Millet había concursado con ese tema patriótico, sin éxito. Y puesto que en ese entonces las escenas campiranas, naturalistas, se vendían mejor, decidió hacer borrón y cuenta nueva sobre la misma tela, ahorrando con ello un dinerillo.
Amedeo Modigliani buscó esfumar el recuerdo de un amor perdido en Retrato de una joven (1917), mientras queRené Magritte, en La quinta estación (1943), muestra a dos hombres que llevan cuadros enmarcados bajo un brazo. Caminan uno hacia el otro, aunque no parece que vayan a chocar. Gracias a una introspección profunda se encontró el rostro de una mujer, probablemente Georgette, esposa del autor. Los hombres al frente constituyen el alter ego de Magritte; un amante, como todos, en constante diálogoconsigo mismo, enfrentado a sus flaquezas, acompañado por el espectro de su compañera de vida.
Eran lienzos en pausa hasta que el escrutinio atómicoobligó a las imágenes perdidas desbordar los corchetes de un largo paréntesis. Son huellas evanescentes que esperaban su momento para hablar. Lo que une a todos estos artistas, quienes por diversas razones intentaron difuminar el pasado,es la “maldición” del progreso científico–tecnológico queayuda a reescribir la historia y permite refutar el refrán según el cual “Cada cuadro cuenta una historia”, con un: “En estosse cuentan dos”.