Camino presuroso por la rue Martel del barrio décimo de París, doblo en des Petites–Écuries y, antes de llegar a Faubourg Santi–Denis, me detengo en la entrada metálica de uno de los lugares emblemáticos de la música libertaria en el mundo, el New Morning, que aún hoy abre sus puertas si uno desea deleitarse con las y los virtuosos de la música experimental, con las y los magos de la improvisación súper estructurada, con genios de la música mundial, compositores que nos dejan pasmados ante su música total. Algunos la llaman jazz. Que así sea.
Estrellas como Betty Carter, Abbey Lincoln, Dexter Gordon, Max Roach, Stan Getz, Eddie Palmieri, Gil Evans, Richie Havens, Jaco Pastorius, Archie Shepp, Pat Metheny y muchos más fueron acogidos por Madame Eglal Farhi en este local desde la primera noche, el viernes 3 de abril de 1981, y hasta su fallecimiento, en 2011. Miguel Ángel Asturias vino alguna vez a refrescar sus oídos; en la novela de Jorge Semprún, Netchaiev ha vuelto (1986), la catedral de la música sincopada aparece en varias escenas; el novelista conceptual, Georges Perec, fue visto aquí poco antes de su muerte, a finales del invierno de 1982. Sin embargo, como he dicho, la herencia de Mme. Farhi, que dio comienzo en el barrio ginebrino de Meyrin, sigue viva en cada nota que hoy resuena entre estas paredes.
La tarde del caluroso y húmedo 23 de julio de 1984 estaba yo ahí un par de horas antes del concierto que Hermeto Pascoal ofrecería esa noche. Me acompañaban muchas otras personas esperando la apertura de la taquilla. No podía perdérmelo. Su fuerza narrativa, su versatilidad instrumental, su amor por los cerdos que tanto nos han dado, eran motivo suficiente para admirarlo al menos un par de horas en vivo y a todo color. Tres caipirinhas de por medio, finalmente se apareció acompañado de su grupo. La luz de los reflectores hacía que de su melena dorada brotaran destellos blanquecinos. De gafas oscuras que jamás se quitó (era albino y estrábico), hizo una leve reverencia luego de la prolongada, calurosa ovación que le brindamos los presentes.
No era para menos. Teníamos a tiro de piedra a uno de los compositores ilustres del siglo XX, cuyo talento maravilló a Miles Davies y a John Coltrane, mientras que la inmortal Elis Regina lo invitó a presentarse con ella y el portentoso percusionista carioca, Airto Moreira, colaboró con él tanto en una gira por Norteamérica como en el estudio de grabación. Fue comparado con Frank Zappa, aunque bien podría ser al revés si queremos evitar el colonialismo mental. Hermeto, ¿el Zappa brasileño? ¿Por qué no Zappa, el Hermeto gabacho?
La música concreta, magnética, llena de poesía de aquella sesión en el New Morning nos transportó; fue un viaje mágico, misterioso, rebosante de cromatismo musical evocador de los inmensos y variados paisajes que caracterizan al país sudamericano, color entrelazado con la enorme cultura musical de Hermeto, desde Mozart, Chopin, Satie, incluso Liszt, hasta Edgar Varèse, Iannis Xenakis, Luigi Nono y John Cage.
Originario de Alagoas, al noreste de Brasil, su trayectoria y evolución artística corrió paralela a la de los Novos Baianos. Mientras que estos se inclinaron por una fusión de samba, bossa nova, rock y jazz, Hermeto se dedicó a explorar, a componer música líquida, inesperada, en una especie de eclecticismo maravilloso, donde caben la música clásica, la romántica, opereta, los sonidos tradicionales del noreste brasileño (forró, chorinho), la samba panbrasileña, el free jazz, el concretismo costumbrista que con tanta maestría también manejó Frank Zappa.
Hermeto fue un autor prolífico; compuso piezas muy diversas, de belleza incomensurable, a veces salpicadas de ironía, en ocasiones tejidas con lirismo bucólico. Siempre deconstruyendo, pero nunca cayendo en el caos. Ejemplos son Fale Mais Um Pouquinho, Arrasta Pé Alagoano, Missa Dos Escravos (donde una pareja de cerdos forman parte del coro), Pimenteira, Pixitotinha (una de mis favoritas), Campo Aberto (pieza de estilo modernista, imbuida de optimismo).
Uno de sus álbumes sublimes es Hermeto Solo: Por Diferentes Caminhos (1989), en el que hace gala de su virtuosismo tocando el piano acústico, aunque también conocía a fondo flautas, saxofones, guitarras, percusiones y acordeones, además de objetos caseros que introducía aquí y allá. Al igual que John Cage, fue reacio al uso de instrumentos eléctricos y electrónicos, aunque tampoco los despreció. Hay poca lírica en su obra, que es casi por entero musical; en todo caso, a veces recurrió al scat o tarareo, silabeando con ton y mucho son, pues como dijo él en dicha velada del New Morning: “Hablemos, pero poquito”. Y la audiencia replicó: “¡Cuéntanos un poco más!, háblanos con tu música!”.
Hermeto falleció en Río de Janeiro el 13 de septiembre de 2025 a la edad de 89 años.