16.5 C
Puebla
domingo, agosto 24, 2025

La magia del algoritmo

Más leídas

El algoritmo es un enemigo de la concentración, pero un buen aliado del chisme. Si abres un anuncio, te inundan de promociones similares. Si le das like a una publicación de alguien que en su vida ha compartido algo contigo, te empiezan a aparecer sus posteos de manera indiscriminada. A veces ocurre que esos “amigos” lanzan sus reflexiones, sus patoaventuras literarias o sus viajes, sus logros académicos y todo eso que a casi nadie le importa. Lo mejor son los chismes contra algún funcionario “imparable”, algún político quemado o las historias personales sobre algún connotado escritor o artista recién fallecido, del cual eran tan amigos que comían carnitas en su casa todos los domingos.

En los últimos dos meses, una ola indiscriminada de anuncios de talleres literarios que promueven cursos a precios muy variados, según sea la promesa de su efectividad, ha ido inundando mi feed. Claro, he tenido la mala ocurrencia de pedir informes a uno o dos, sólo para saber qué ofrece mi competencia. Eso ha bastado para ver ahogadas mis redes con dichas promociones. Resignada, me di a la tarea de abundar en la investigación. Lo que más me impresiona es lo cerca que muchos de esos talleres ya están de convertirse en productos milagro. De esos que prometen imposibles, y que por lo mismo atraen a muchos fantasiosos e ilusos. Algunos proponen que por unos cuantos cientos de euros y en tres semanas te convertirán en un bestseller ¡en Amazon! Claro, esa casa distribuidora de calcetines, shampoos y libros publicados de manera, digamos, gratuita, pero que vende cada ejemplar sin regalías para el autor. Su oferta es hacer llegar tu magna obra a todos los rincones del mundo, sobre todo de España. También están los que fomentan la literatura de mujeres, la “redacción” de cuentos de terror, de novela negra (7 mil pesitos como cuota de recuperación para afilar tu puntería novelística con afamado escritor en 12 sesiones), de cuento, cuento para niños, de literatura y escritura (¿o sea?), de diálogos, de giros efectivos de trama, de personajes, de arco dramático y, el colmo, el que ofrece darte en un mes un curso equivalente a toda una licenciatura en literatura y escritura creativa.

¿En qué momento se convirtieron los talleres literarios en “nicho de mercado”? Según yo, la epidemia empezó en el 2020, año de la encerrona mundial. Por supuesto, los talleres de este tipo no fueron los únicos. La explosión de cursos de todo tipo se dejó sentir sin pausa pero con prisa en cada una de las redes que sustituyeron a las ventas por televisión, esas que hasta tenían un canal exclusivo en la televisión abierta. Ahora, todo aquel que entre en una red social se tropezará con los productos y servicios que su logaritmo crea para su mejor “experiencia” de compra. Lo más significativo, sin embargo, es que, al término de la pandemia, una enorme cantidad de desempleados con maestrías y doctorados se encontraron con las puertas laborales cerradas. Lo único que podían ofrecer a una “emprendeduría” eran sus estudios, sus investigaciones y su falta de tablas como coordinadores de áreas artísticas. Muchos, no digo que todos, se fueron ofreciendo como guías de escritores principiantes. Se atiborraron de videos de YouTube (otro paraíso de talleristas y escritores sin ocupación), con todo lo bueno y lo malo de pasar de un canal a otro en busca de alguna pepita de oro, el famoso valor agregado, lo que ahora llaman “trucos” en cualquier TikTok de consejos para la vida.

Faltarían tiempo y paciencia para revisar esa otra fuente de información instructiva para aspirantes a escritores. Sin duda, la pandemia atrajo a esa otra parte, la de los clientes que fueron cimentando la impresión de que la enseñanza de la escritura de ficción o no ficción era un buen negocio. De esta forma, de la nada brincó una ola de personas interesadas en dar a conocer la historia de su tía heroica, de sus padres inmigrantes, de sus abuelos sobrevivientes de la guerra o de la pobreza o de los deslaves de algún remoto pueblo latinoamericano. Esas historias, por supuesto, son diamantes en bruto, futuros engarces de la microhistoria del mundo. Tan importantes que resulta un desperdicio guardarlas en un cajón. A sabiendas del valor de esa biografía propia o ajena, muchos escritores recorren taller tras taller con la ilusión de encontrar el paraíso prometido, la gran e infalible receta que saque adelante su obra y la coloque en la mesa de novedades de una librería de renombre. Algunos tienen la suerte de encontrar instructores capacitados y que resuenen con sus necesidades. Otros no se conforman ni aunque Stephen King imparta el curso, así que van de un taller a otro sin jamás sentarse a escribir con disciplina ni ofrecer tiempo de calidad a su trabajo de escritura.

Al respecto, mi impresión es que ya los escritores actuales prefieren la convivencia y el intercambio en un grupo (o varios) de escritura. Los talleres son imanes para la generación de vínculos entre creadores de diversas edades, intereses y experiencias. Al término de un taller exitoso, la mejor retribución para sus participantes es justamente el grupo creado a lo largo de sesiones de trabajo. Desgraciadamente, los talleres que son un vil y vulgar emprendimiento no generan cohesión, por lo general debido a la falta de didáctica de los profesores espontáneos sin tablas ni orientación deontológica alguna.

Por el momento, intento desembarazarme de la pulsión insana de mi algoritmo literario. Mi propia empresa de capacitación de escritores anda por ahí compartiendo las ofertas de talleres de otoño. Afortunadamente, mis becarios se encargan de los resultados y de las promociones en marcha y las futuras, así que puedo remover todas las cookies que infestan mis redes sociales y dedicarme a escribir, en las pacíficas noches de Cholula, sin ayuda de la IA, sin la intención de publicar en Amazon, sin la necesidad de que nadie me ponga en un blog, fanzine, antología ni canal de YouTube.

Sin embargo, dicen por ahí que más pronto cae un hablador que un cojo. Quizá algún día aparezca yo por ahí en videos donde alabe las bondades del punto de giro significativo en la construcción de tramas convincentes o, mejor aún, me ponga a enseñar los trucos para confeccionar una tarta Fraisier sin que se corte la crema mousseline del relleno.

Notas relacionadas

Últimas noticias