Días de espesuras políticas, de chismes barrocos, de información que sorprende aún en estos tiempos en que ya nadie se sorprende de nada. En medio de especulaciones y sospechosismos en escalada, me llegó un estudio que llevó a cabo la Secretaría de Cultura (ahora Secretaría de Arte y Cultura) en octubre de 2024. De inmediato me interesó el tema. Según la factura obtenida a través de la plataforma de Transparencia (ahora Transparencia para el Pueblo), dicho estudio pretendía obtener resultados en relación con “la percepción de los habitantes del municipio de Puebla sobre hábitos de lectura en los meses de agosto y septiembre de 2024”, según el contrato SC/DA/DFC/005/2024, con un costo total de 259,875.00. Buen dinero para un instrumento que, de contener hallazgos, estadísticas y datos duros novedosos o de menos importantes, sería de enorme ayuda en la conformación de políticas públicas estatales en torno de ese peliagudo asunto de la lectura.
Más que interesada, me dispuse a revisar el informe derivado del estudio antes mencionado. Primera sorpresa: no tenía nada que ver con la percepción lectora de individuos en la ciudad de Puebla. Un cambio mágico y algo de maquillaje nos puso a disposición (a quien entrara a la plataforma, claro, a la sección de “Información Pública”) un título modificado: “Mapeo de Libreros en el Municipio de Puebla 2024”. Es decir, un recorrido por librerías y entrevistas a libreros y bibliotecarios (mayormente del centro de la capital poblana) en la promoción de la lectura. Primer horror: en la administración pública no es bueno solicitar presupuesto con un determinado concepto de pago y una clave de productos o servicios y luego pagar una factura con otro concepto y otra clave. Parecería que primero se realizó el pago y luego, ante la presión mediática, se pusieron a ver qué textos había a mano para hacer la entrega de un producto. Algo con un contenido parecido o derivado. Peor aún: a mi parecer, algo hecho con inteligencia artificial. Rapidito, porque ya los periodistas andaban metiendo las narices donde nadie los había llamado. Supongo que al recibir el entregable del dichoso “estudio”, la conciencia del burócrata a cargo se tranquilizó: ya se había controlado la crisis que se avecinaba. Nunca consideraron revisar el documento, me imagino. Yo sí, porque ya me habían interesado mis amigos periodistas en el tema y también porque la lectura y su promoción es una zona problemática para un país que a duras penas lee libros escolares o académicos, y escribe mensajes de texto con creativas faltas de ortografía.
El informe de marras empieza con una frase que no atribuyen a nadie, lo cual lleva a pensar que salió de las oscuridades de alguna mente lugarcomunesca: “La memoria de las personas es débil, la de los libros no”. Así, sin comas y sin razonamiento previo. Luego de recorrer el prólogo, la repetitiva introducción, el objetivo general, los objetivos particulares, la justificación, el alcance y las limitaciones, pasan a sorrajarnos un breve acercamiento teórico “sobre la cultura y la lectura” (nada nuevo, por cierto), los antecedentes históricos y contextuales, el ecosistema del libro en Puebla, más una serie de puntos expuestos en cientos de textos similares. La página 14, sin embargo, contiene una joya de humor involuntario que me hizo pensar en la cara de triunfo del individuo que aceptó los datos de su inteligencia artificial subalimentada:
“Uno de los escritores poblanos más reconocidos es José Luis Martínez, quien fue un destacado historiador, ensayista y crítico literario nacido en Lagos de Moreno, Jalisco. Martínez se trasladó a la ciudad de Puebla desde joven, donde desarrolló gran parte de su carrera académica y literaria. Su obra El ensayo mexicano: esbozo de un género (1958) es un referente fundamental. En la crítica literaria mexicana, y su pasión por la historia y la cultura mexicana lo llevaron a ocupar importantes cargos como director de la Biblioteca Nacional de México y presidente de la Academia Mexicana de la Lengua.
Otro notable exponente de la literatura poblana es Margarita Carrera, escritora, filósofa y periodista nacida en 1929 en Puebla. Carrera destacó por ser la primera mujer en obtener un doctorado en literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Aunque muchas de sus obras fueron ensayos filosóficos y literarios, también incursionó en la narrativa. Entre sus libros más conocidos están La transparencia de los espejos y El laberinto de los sueños, textos que exploran la naturaleza humana desde una perspectiva existencial.
Puebla también ha sido escenario de importantes obras literarias. Un ejemplo es la obra de Ignacio Manuel Altamirano, El Zarco, una novela histórica publicada en 1901 donde Altamirano, aunque nacido en Tixtla, Guerrero, describe la vida en las ciudades y campos de Puebla durante los tiempos turbulentos de las guerras civiles de México. Aunque no específicamente centrada en la capital poblana, la novela resalta la importancia de esta región en el desarrollo histórico y social del país.” (sic)
Para empezar, el gran ensayista, historiador, diplomático, cronista, bibliógrafo, editor y humanista mexicano José Luis Martínez nació en Atoyac, Jalisco, no vivió en Puebla y desarrolló su obra en la Ciudad de México. De hecho, tuvo cargos públicos muy relevantes, entre los cuales destacan haber sido director general del INBA (1965-1970), así como director (no presidente) de la Academia Mexicana de la Lengua entre 1980 y 2002, entre otros verdaderamente significativos para la vida cultural e intelectual de este país.
Por otra parte, Margarita Carrera es una autora guatemalteca. Los libros que le endosa este informe no existen. Busqué por todos lados y ese dato es una vil pifia, material inventado o sacado de alguna inteligencia artificial mal alimentada.
La primera mujer en obtener un doctorado en literatura en la UNAM fue Clementina Díaz y de Ovando en 1965, no Margarita Carrera.
Por último, la novela de Ignacio Manuel Altamirano, El Zarco, no describe la vida en las ciudades y campos de Puebla sino de Yautepec, Morelos.
Mi conclusión es que los 259,875.00 pesos cobrados por Genus Consultoría y pagados por la Directora de fomento cultural de la Secretaría de Cultura de Puebla, Natividad Alarcón Ortega en 2024, son el resultado de la profunda corrupción actual al interior de esa secretaría. Desvío de recursos, bonos del año de Hidalgo, como quiera que se les llame, esos recursos públicos podrían haber servido para levantar una encuesta estatal certera y con datos de mucha mayor utilidad.
En estos tiempos andamos estrenando una Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno. Los ciudadanos estamos obligados a cuestionar las acciones de gobierno que vayan en contra del buen uso de los dineros del pueblo. Que dejen de darnos atole con el dedo estos malos funcionarios que sólo ven por su bolsillo. Durante el año y medio de la gestión de Enrique Glockner surgieron varios contratos similares (ya detectados), así como facturas infladas gracias a las buenas artes de factureras y prestanombres. Ojalá que a su debido tiempo lleguen las denuncias derivadas de esta investigación periodística a los escritorios de quienes están obligados a perseguir y sancionar las malas conductas y las actividades ilícitas de los funcionarios. La rendición de cuentas tendrá que ser ya una constante de la vida pública. Esperemos que poco a poco vayan desapareciendo los secretos y los oscurantismos administrativos.