No han sido una ni dos las ocasiones en que en estos últimos días Ernesto Zedillo ha salido a atacar a la presidenta Sheinbaum y a la 4T. Ha salido para proferir toda clase de insensateces sin recordar que no tiene la calidad moral para hablar en ninguno de los temas en que ha decidido torpedear al actual gobierno en un total cinismo.
Zedillo no puede hablar de democracia, no olvidemos que la candidatura a la presidencia de la República de Ernesto Zedillo, pese a que él nunca había participado en un solo proceso electoral, se debió a que el candidato anterior del partido gobernante (gobierno al que él pertenecía) fue asesinado y como parte del proceso del famoso “dedazo”, él fue impuesto como candidato, sin que le preguntaran a nadie, después de eso tomó protesta como presidente de México mediante una elección de estado que el priísmo de Carlos Salinas ejecutó.
Salta a la vista su reforma al poder judicial, que fue totalmente vertical y de la cúpula del poder hacia abajo. Una reforma que fue convalidada por unanimidad y a velocidad luz por la aplanadora neoliberal del congreso federal. Esta reforma más que solucionar el problema del poder judicial, era un reacomodo de poder. Redujo el número de ministros de 26 a 11, al resto los jubiló anticipadamente con remuneraciones millonarias. Concentró el poder en la Suprema Corte y no arregló los problemas de corrupción e impunidad que hoy como sociedad padecemos.
Tampoco alguien puede reconocer al expresidente como un buen economista. A menos de un mes de llegar a la presidencia la economía se le va de las manos al gobierno zedillista, provoca una devaluación de la moneda de un 200%, genera una fuga de capitales de 11mil millones de dólares en solo unos días y se disparan las tasas de interés pasando de un 8 a un 150% en los CETES. Con sus errores y sus políticas económicas se triplica la cartera vencida de los bancos, llegando al 45% de los créditos privados y México llega al 60% de pobreza (hay estimaciones que hablan hasta de un 70%), y la pobreza extrema alcanza el 35%.
Definitivamente, y con cifras al alcance se puede decir que, si Ernesto Zedillo trabajó, no fue para México, sus políticas no estaban destinadas al beneficio de los mexicanos. La caída de 20% del poder adquisitivo del salario en términos reales, el aumento la pobreza y la desigualdad en el sureste mexicano. La reducción del monto de las pensiones del 89% al 25% del último salario, o el aumentó de 500 a 1250 semanas para que una persona se pudiera jubilar.
Además de esto, las acciones su proceder magnificó la crisis dejando a más personas condenadas a la pobreza de las que hubiera podido provocar la crisis: La devaluación y la fuga de capitales se potencializó debido a que su gobierno avisó a los grandes dueños del dinero, a sus amigos, a sus compadres, a sus financiadores, que venía una devaluación. Posteriormente compró la deuda de los bancos que era del 11% del PIB aproximadamente y en 1998 convirtió esos pasivos en deuda pública, pasando de 550 a 700 millones, que hoy sigue siendo, según lo reportado por Pablo Gómez, titular de la UIF, de más del billón de pesos. La corrupción compartida por Zedillo incluye el haber escondido datos del mal uso de 73 mil millones de pesos del FOBAPROA, para que acabaran en manos de Lankenau, Cabal Peniche o “El Divino”. Impidió con su aplanadora legislativa del PRIAN, incluir el que los bancos se comprometieran a pagar en 25 años los fondos públicos que el gobierno les había dado, es decir, los que les dio era prácticamente a cuenta de regalo.
Realizó más rescates financieros para poderosos empresarios que cayeron en desgracia en esas épocas, como en el caso del rescate carretero (que costó unos 200mil millones de pesos) o de los ingenios azucareros, todo con cargo al pueblo mexicano.
Además de gobernar para sus compadres y amigazos, también gobernó para los grandes capitales extranjeros, a quienes les entregó los satélites, los puertos, los aeropuertos, y los ferrocarriles, todos entonces de propiedad nacional. De hecho, ya como expresidente, terminó trabajando como empleado de una de las empresas a las que benefició con la entrega de estos bienes.
Ernesto Zedillo nunca veló por la observancia de los derechos y libertades humanos y cívicos, nunca acató ni salvaguardó la Constitución Federal, no resguardó la soberanía ni la independencia, la seguridad ni la integridad del país y nunca sirvió fielmente al pueblo, como la Nación hoy se lo demanda. Disfrutó de la corrupción como en el caso Maseca, promovió el influyentismo y la antidemocracia, y si a eso le sumamos la represión y asesinatos de integrantes de movimientos sociales, como en el caso de los ferrocarrileros, los opositores de izquierda, y las masacres de Aguas Blancas y Acteal.
Aún t con todo, tras provocar una involución económica y política en su sexenio, sin ninguna calidad moral quiere salir de opositor y defensor de México y la democracia, como paladín de un proyecto corrupto y neoliberal que ataca a un proyecto honesto y humanista, sin embargo, sólo lo vemos como Zedillo el “ciniquillo”, el que le quedó a deber mucho a este país y no le ha pagado. Existe mucho material para pensar en la viabilidad de un juicio en su contra, ya es hora de que rinda cuentas ante la justicia mexicana y pague lo que le corresponda. Sería un gran acierto de la 4T.