Celina Peña Guzmán*
Promover la ciencia en los jóvenes es un reto que pocas universidades se atreven a desarrollar. Las razones son multifactoriales, que van desde un limitado número de programas que promuevan actividades conjuntas entre estudiantes e investigadores hasta cuestiones de seguridad, como el hecho que se tienen que generar múltiples sistemas de deslinde de las universidades ante una tragedia si los estudiantes salen de las aulas escolares.
Profesores e investigadores se enfrentan al miedo del posible “algo puede ocurrir”, lo cual frena la posibilidad de vincular a los jóvenes en la participación de proyectos científicos que impliquen sacarlos de las aulas universitarias.
A pesar de las situaciones diversas que frenan la participación de jóvenes en proyectos de investigación y ciencia, algunos jóvenes desde que cursan sus estudios de preparatoria y licenciatura se logran vincular en proyectos de ciencias en diversas disciplinas.
En la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) proyectos como los veranos científicos, Delfín y otros más pequeños han logrado vincular a los jóvenes con los investigadores. Recientemente se consolidó un grupo de investigación con jóvenes a la cabeza de los mismos, gracias a la solidaridad de Incuna (Industria Cultura y Naturaleza), organismo con sede en Gijón, España, encargado de promover, gestionar y preservar el patrimonio industrial.
Con veinticuatro años de existencia, dirigido por el arquitecto Miguel Álvarez Areces, se generó la oportunidad de crear un pequeño grupo de investigación multidisciplinario, de manera que permita crear redes de investigación internacional y que pueda enfrentar el relevo generacional en la conservación del patrimonio industrial, promovido por organismos como Unesco.
Desde 2021 se creó un grupo con jóvenes estudiantes que han estudiado algunos sitios de patrimonio industrial y han creado proyectos de gestión del patrimonio de manera autónoma cobijados por la BUAP.
En estos proyectos no solo fungen como asistentes de investigación, sino que desde la visión de este colectivo de investigación cumplen con tareas supervisadas de sus proyectos, generando ellos mismos sus resultados y sus propuestas, además de publicaciones defendiendo sus posturas en congresos internacionales. Así, dejan el modelo de simulación de situaciones reales atrás y más bien se promueve que sean ellos mismos los líderes de sus investigaciones.
Los resultados han sido bastante favorecedores, que incluso acompañaron a Incuna en sus 24 Jornadas Internacionales de Patrimonio Industrial como traductores de investigadores de la India y China y presentando sus investigaciones con investigadores de renombre de más de 20 países del mundo. Estas jornadas de Incuna son reconocidas internacionalmente como parte importante de los estudios sobre la industria y su impacto mundial, llevándose a cabo cada año en Ciudad Laboral, en Gijón, España.
De igual manera, intercambiaron su visión de la investigación en las ciencias sociales y humanidades con Miles Oglethorpe, presidente internacional de TICCIH, organismo acompañante de Unesco para la preservación del patrimonio industrial, y con el propio Miguel Álvarez, quien les dio la bienvenida a los grupos de trabajo de las jornadas.
Los proyectos que han presentado van dirigidos a estudiar el impacto de la industrialización en la vida cotidiana, además de generar un estudio profundo de lo que está ocurriendo con la redensificación del barrio de El Alto, en el centro de la ciudad de Puebla, cuyo origen es mayoritariamente obrero, y cómo la gentrificación expulsa a las familias originarias de sus barrios tradicionales.
Por un año los trabajos han dado los primeros resultados de investigación, promoviendo contacto con los habitantes de los barrios obreros y de los trabajadores de las fábricas y complejos fabriles. Tal es el caso del hidroeléctrico de Necaxa.
Este primer equipo está conformado por Rubén Olvera Meneses (30 años), joven arquitecto, profesor del Tecnológico de Monterrey campus Puebla; Sianya Alanis González Peña (20 años), estudiante de historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP; Ángel Quitl Díaz (20 años), estudiante de Diseño Gráfico de la BUAP; Mariafernanda Leal Torres (20 años), estudiante de Relaciones Internacionales de la UPAEP; Aixa Xalli (15 años), estudiante de preparatoria del Instituto Jalil Gibran; y José Francisco Sánchez Velásquez (19 años), estudiante de Ingeniería Química de la Facultad de Ingeniería Química, BUAP.
Afortunadamente para Puebla este proyecto no solo es multidisciplinario, sino interinstitucional, y en la actualidad ya están trabajando para presentar sus resultados de investigación en el próximo Congreso Latinoamericano de TICCIH, que se llevará a cabo en Monterrey, Nuevo León, intercambiando sus propuestas y proyectos con profesionales e investigadores en el ramo.