CARLOS CHIMAL*
Al igual que el novelista James Joyce con Dublín, a Dalí le gustaba interpretar el mundo desde una perspectiva localista, a partir del triángulo formado por Figueres, Púbol y Portlligat. Esto se nota con claridad en el espacio que el artista rescató de la ruina a fin de convertirlo desde septiembre de 1974 en su sitio lúdico, obligado para quienes gustan de la cultura plástica del siglo XX.
En el balcón de la entrada nos encontramos con un maniquí que viste traje de buzo. Conmemora la conferencia dictada por Dalí durante la “Exposición Internacional del Surrealismo”, celebrada en Londres, en 1936, a la cual asistió dentro de semejante atuendo. ¿Qué simboliza?, le pregunto a un vigilante del museo, quienes por lo general saben tanto o más de arte que muchos académicos y críticos. “La inmersión en las profundidades del inconsciente”, me responde”
Entramos a un enorme hall que da acceso a las dos secciones del edificio donde los visitantes podemos admirar el acervo expuesto. Dichas secciones forman un semicírculo.
La cúpula geodésica, que se ha vuelto un emblema de la pequeña ciudad, es el símbolo de la visión reduccionista y holística al mismo tiempo que Dalí enarbolaba; algo absurdo e imposible y, no obstante, real que el artista practicaba con maestría. Dicha cúpula mira el firmamento como un ojo de mosca, en 360 grados.
Desde que se vuelve visible al acercarnos al sitio nos invita a desprendernos de nuestros prejuicios estéticos y éticos, y emprender el recorrido con los ojos de alguien que está a punto de encontrar la realización de su sueño y su deseo.
Antes de entrar me detengo en la escalinata de la calle de Jonquera, aledaña al museo. Puede verse una escultura en bronce intitulada Homenaje a Newton, la cual nos advierte del interés de Dalí por la paradoja de continuidad y discontinuidad que existe en la materia.
Según me contó el ilustre, finado, Jorge Wagensberg, quien en 1985 organizó en este sitio un memorable encuentro con celebridades de la ciencia, inaugurado por el mismo Dalí, éste se había fascinado por el novedoso concepto de catástrofe en topología, es decir, la idea del surgimiento sorpresivo de una discontinuidad determinada por un desplazamiento continuo, algo que resulta paradójico.
El juego sutil entre el arte daliniano y la ciencia física destaca incluso en óleos aparentemente alejados del tema. Tal es el caso de Explosión mística dentro de una catedral (1974), donde somos testigos de una alucinación, aunque, si vemos bien, descubriremos la presencia continua de cuerpos masivos, como las estrellas, y al mismo tiempo notaremos la existencia de diminutas nueces de energía discontinuas, como los quarks dentro de los átomos.
Algo similar experimentamos al observar el techo de una de las salas en Figueres. Quienes realmente desean gozar un momento de contemplación se tiran al piso y así evitar tortícolis.
Durante una visita en 1999 me encontré en el segundo piso de una de las alas una serie de cuadros de pequeño formato, inspirados en Goya y con frecuentes referencias a conceptos novedosos de la ciencia, en particular el principio de incertidumbre entre las partículas atómicas, enunciado por el físico alemán Werner Heisenberg.
Cuando en 2001 quise verlos de nuevo ya no estaban a la vista del público. Me informaron que habían sido retirados para su restauración en las instalaciones de la Galería Thyssen, en Madrid. Pocos habrán visto la exhibición temporal, pues se hallaba apartada de todo lo demás. Forma parte del catálogo de lo invisible visto alguna vez.
Dalí pop
No puede reprochársele a Dalí su obsesión por las ideas científicas de vanguardia y los juguetes tecnológicos. Le tocó vivir uno de los periodos más fértiles en la historia de la ciencia, lleno de espectaculares avances tecnológicos. Por momentos se convirtió en el mejor divulgador de noticias provenientes del bizarro mundo de la ciencia moderna.
En La persistencia de la memoria superpone dos símbolos del tiempo (los relojes y la arena) con una visión puramente relativista del acontecer, según la cual, conforme se acercan a la velocidad de la luz, las partículas experimentan una dilación temporal. Los relojes que se escurren por una superficie plana y cuelgan de las ramas de los árboles son la metáfora perfecta que representa lo que Einstein y sus contemporáneos querían decir cuando se referían a la dilación del tiempo relativista. Como nunca, para el lego una imagen vale más que mil palabras y varias páginas de fórmulas.
Hay otro cuadro que destaca, pues en él Dalí recupera una figura geométrica “de culto” entre los matemáticos, el hipercubo. En Crucifixión (1954) nos deleitamos con un repaso a la geometría de dimensiones mayores a la tridimensional de Euclides. ¿Podemos imaginar la configuración espacial de un cubo tetradimensional? Es casi imposible, pues nuestro cerebro está diseñado para manejar un mundo en tres dimensiones. Aun así, los matemáticos se las ingeniaron para calcular que un cubo de cuatro dimensiones, o hipercubo, estaría formado por ocho cubos. Dalí le dio forma, sublimando de paso la tradicionalmente sangrienta pasión de Cristo.
Ambos cuadros son piedras de toque en la formación y consolidación de un creador que encontró la forma de construir vínculos entre el gran arte, el arte popular y el gusto de las masas. Lo son, asimismo, La imagen desaparece (1938), donde rinde homenaje a sus maestros Velázquez y Jan Vermeer de Delft, y Poesía de América (1943), en donde adelanta un icono del arte pop, la sinuosa botella de Coca-Cola. Era un serio aficionado a explorar la materia y los rincones de la mente humana, práctica que lo llevó a estados de conciencia extremos, en los que podía discurrir sobre la energía cuantificada de Max Planck y enseguida participar en la promoción de una línea aérea, un nuevo modelo de automóvil, tabletas para aliviar el dolor estomacal y envoltorios para caramelos.
Sin abandonar su interés por ideas extravagantes que apenas comenzaban a prefigurarse, como las que más tarde generaron las teorías del caos y la complejidad, la llamada “caoplejidad”, Dalí se sumergió en su propia mónada.
En algunos rincones de este teatro podemos recibir una cátedra de caoplejidad, donde el frenesí daliniano despierta reacciones insospechadas y conduce a quienes la han visitado a toparse con la gran idea: ¡levantemos, pieza a pieza, la nueva realidad!
El enigma SD
¿Quién fue en el fondo este artista mediterráneo? ¿Un renacentista enamorado de la dolce vita? ¿Un socialité súperdotado? ¿Un humorista irredento? Como quiera que sea, su plástica, al igual que su literatura y poesía, son una mezcla de cultura pop, surrealismo, gran arte, referencias privadas, personales, localismo proyectado hacia un estadio universal a través de la imaginación.
Dalí se convirtió en un benefactor de este pueblo cuando el ayuntamiento le ofreció hacer algo con el teatro municipal antes de que terminara de derrumbarse. Desde entonces su imaginación es punto de atracción de los turistas que vienen en masa, se hospedan, consumen alimentos, compran recuerdos, todo alrededor de su figura. Se van de Figueres perplejos por la imaginación desbordada del artista y su lucidez para interpretar ideas científicas, y al mismo tiempo parten conmovidos por su candor al querer convencernos de que había encontrado pruebas de la existencia de Dios en la cadena del ADN o en la naturaleza óptica de los hologramas. Aprecian, sobre todo, la capacidad de Dalí de entretenernos. No en balde el reconocido crítico J. F. Yvars ha dicho que, como Warhol y Picabia, fue un inteligente provocador que comprendió el “valor del uso” de las imágenes en una cultura visual masiva y comercial, donde nadie cuestiona el origen de las formas, sino su eficacia efímera y puntual.
Joyería fantástica
“Mis joyas”, afirmó Dalí, “quieren protestar contra la importancia que se da al precio del material de joyería. Lo que pretendo es que se aprecie el arte del joyero tal como es –en el cual el diseño y el trabajo artesanal deben ser reconocidos por encima del valor material de las gemas, como en la época del Renacimiento”.
Su obsesión por los artilugios tecnológicos y las ideas científicas lo llevaron a crear piezas de joyería sui géneris, al igual que instalaciones como La princesa cibernética (1974), una reproducción de la momia de jade que se halló custodiada por el fabuloso ejército de terracota en el sitio arqueológico de Ling-Tuon.
Para su elaboración Dalí utilizó circuitos impresos, metalizados y coloreados, buscando evocar en el espectador el valor emblemático de cada material, de acuerdo a su momento en la historia.
Cuando vemos el ensamblaje de Hércules y Gradiva creemos saber por qué, en su momento, Freud dijo haber reconsiderado la concepción que tenía del surrealismo, luego de conocer a Dalí y sus visiones oníricas sobre la muerte.
Encontramos versiones nítidas de una realidad lacerante cuando el Narciso Cuántico se ocupa de lo sagrado y lo profano en el problema cerebro-mente. El espectro del sex-appeal (1932) es un ejemplo macabro que parece haber inspirado a asesinos en serie en la estación de Perpignan, así como a docenas de almas que buscan el fantasma de la libido en un mundo cuya naturaleza es purista. Descubrimos los intrincados nexos entre el arte naif en el espacio daliniano y el tiempo no lineal del New Age al mirar el óleo Maniquí de Barcelona (1926-27).
Cronología de una mente inquieta
Gracias a la colaboración del mecenas y amigo del pintor, Edward James y del escritor Stefan Zweig, Dalí conoció a Sigmund Freud el 19 de julio de 1938 en Londres, asegura Carme Ruiz, del Centre d’Estudis Dalinians patrocinado por la Fundació Gala-Salvador Dalí.
Mientras James y Freud conversaban, Dalí dibujó una serie de retratos del neurólogo, en los que comparó su cráneo con un caracol. James traía consigo la última obra que había comprado a Dalí, Metamorfosis de Narciso (1937), lacual motiva un agudo y ácido comentario de Freud: “En la pintura de los maestros antiguos la tendencia es ir a buscar inmediatamente el inconsciente, mientras que en los cuadros surrealistas lo que se busca de manera inmediata es el consciente”.
La visión paranoico-crítica desarrollada por el pintor en estos años es, en gran parte, deudora del padre del psicoanálisis. A partir del concepto de paranoia, Dalí desarrolló su método que consiste en la extracción consciente de elementos que conforman el mundo interior del paranoico. Dalí lo materializó a través de la imagen doble, creó una representación que, sin transformar su apariencia externa, conforma una segunda imagen, de forma que al contemplarlas el espectador pueda discernir ambas. Así, la aplicación suprema de esta visión paranoico-crítica nos ofrece objetos que se convierten en otros objetos, o bien en imágenes que, al observarlas de nuevo, se traansforman en otra imagen.
Dalí desarrolló el tema de las dobles imágenes o “imágenes invisibles” en el artículo “Camuflaje total para la guerra total”, publicado en la revista Esquire, en agosto de 1942. Allí expone: “El descubrimiento de las ‘imágenes invisibles’ se inscribía ciertamente en mi destino. A la edad de seis años asombré a mis padres y a sus amigos por mi don, muy propio de los médium, de ver “las cosas de otra forma(…)Siempre he visto lo que los demás no veían; y lo que ellos veían, yo no lo veía (…)
Tenía un espíritu paranoico. La paranoia se define como una ilusión sistemática de interpretación. Esta ilusión sistemática constituye, en un estado más o menos morboso, la base del fenómeno artístico, en general, y de mi genio mágico para transformar la realidad en particular.
Entre 1940 y 1948 Dalí llevó a cabo largas estancias de forma ininterrumpida en los Estados Unidos, días en los que se prepararon las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Las armas nucleares lo impresionaron de manera profunda, como a muchos millones de personas.
Más tarde escribió al escritor André Parinaud: “La explosión atómica del 6 de agosto de 1945 me había estremecido sísmicamente. Desde aquel momento, el átomo fue mi tema de reflexión preferido. Muchos de los paisajes pintados durante este período expresan el gran miedo que experimenté con la noticia de aquella explosión. Aplicaba mi método paranoico-crítico a la exploración de ese mundo.
Quiero ver y comprender la fuerza y las leyes ocultas de las cosas para apoderarme de ellas. Para penetrar en el meollo de la realidad, tengo la intuición genial de que dispongo de un arma extraordinaria: el misticismo, es decir, la intuición profunda de lo que es, la comunión inmediata con el todo, la visión absoluta por la gracia de la verdad, por la gracia divina”.
Así dio inicio el período nuclear o atómico en la obra de Salvador Dalí. De aquí surgieron obras como Idilio atómico y uránico melancònico, 1945; Equilibrio intraatómico de una pluma de cisne, 1947; La desmaterialización de la nariz de Nerón, 1947 y Las tres esfinges de Bikini, 1947.
A finales de esa década se dedicó casi de forma exclusiva al estudio de la obra de Fray Luca Pacioli, el Tratado de la divina proporción. El fruto de sus investigaciones en dicho campo es el óleo Leda atómica (1947-1949). Esta obra necesitó un gran desarrollo matemático, a la cual dedicó muchas horas de análisis y estudio, así como la complicidad del matemático rumano Matila Ghyka.
Lo demuestran los dibujos preparatorios y el epistolario entre el matemático y el pintor que se conserva en los archivos del Centro de Estudios Dalinianos de la Fundació Gala-Salvador Dalí. Otra de las obras donde el desarrollo matemático es de gran importancia es Corpus hipercubicus o Crucifixión de 1954.
Sigmund Freud fue uno de los referentes culturales del pintor. Sus teorías aparecieron ya en su época de formación. Dalí dispone de las interpretaciones y de la simbología propugnada por Freud, y las incorpora en su iconografia.
A partir de la interpretación de su propio consciente Dalí incluye en sus pinturas asuntos como el complejo de Edipo, los deseos incestuosos, la perversión, el trauma del nacimiento, el instinto de muerte. En un primer momento la obra de Freud le sirve para encontrar la solución a los conflictos que empiezan a obsesionarle –y que utiliza para conocerse a sí mismo–. Más tarde se convertirá en la fuente de inspiración de las obras que le abrirán las puertas del movimiento surrealista.
En junio de 1952 publicó el texto “Reconstitución del cuerpo glorioso en el cielo”, en la revista de pensamiento católico Études Carmelitains. Allí anunció que la Asunción de la Virgen fue posible a partir de la constitución de la mística daliniana, mística que se sirve sin pudor de los postulados de la física atómica:
“Queriendo pintar, como aconsejan los rusos, un gran tema histórico de nuestra época, considero como el más importante de todos la reciente proclamación por parte del Papa del dogma de la Asunción de la Virgen.
“Sólo podía plantearme esta obra a partir de la `constitución´ de mi `mística nuclear´, la única por el momento capaz de dar acceso a mi imaginación a una nueva cosmogonía que integra a la metafísica los principios generales del progreso inaudito de las ciencias de nuestro tiempo.
“Es así como, en el curso de mis últimos cuatro meses en los Estados Unidos, y como consecuencia de mis estudios científicos y de mis extenuantes (pero gozosos hasta el paroxismo) `ensueños místicos´, he llegado a imaginar visualmente los principales elementos constituyentes de la física moderna, revelando sus formas y particularidades estructurales con una precisión sin precedentes en mi obra realista.
“Así fue como, uno tras otro –y de la misma manera que Fra Luca Pacioli y Leonardo hicieron, en su pitagorismo trascendente, con los cuerpos sólidos o huecos derivados de los cinco sólidos platónicos–, Dalí, por vez primera en el mundo, acaba de dibujar un electrón, un protón, un mesón, un pi-mesón, e incluso la estructura blanda por excelencia (de esta novísima “cola cósmica” de la que hablo frecuentemente de forma casi obsesiva), mucho antes de que el profesor Fermi haya venido a usarla en la más estricta terminología científica”.
Como buen ególatra, en este párrafo final Dalí habla de sí mismo en tercera persona sin escatimar en elogios.
A finales de 1963 presentó en la Galería Knoedler de Nueva York una exposición cuya obra estrella se intitula “GALACIDALACIDESOXIRIBUBUCLEICACID (Hommage to Crick and Watson)”. La cubierta del catálogo está dedicada a los dos investigadores británicos, donde se reproduce un fragmento de la molécula de ADN.
Aprovechando las bolas que representan el nucleótido, Dalí hace aparecer unos árabes con fusiles, motivo que encontramos en la obra citada anteriormente, junto con dos recortes de periódico con las fotografías de los dos científicos.
La lista de obras va acompañada por un texto del pintor. Dalí apunta:
“En un tiempo en que los títulos de las pinturas son bastante cortos (por ejemplo, Pintura nº 1 o Blanco sobre blanco) yo llamo a mi Homenaje a Crick y Watson: “GALACIDALACIDESOXIRIBUBUCLEICACID”. Es mi título más largo en una sola palabra. Pero el tema incluido es más largo: largo como la persistencia genética de la memoria humana.
“Tal como anunció el profeta Isaias el Sabio, y como ya retenía la mente de Dios, desde la cual se ve por primera vez en la historia iconográfica, sus brazos que reproducen la estructura molecular de Crick y Watson y elevan el cuerpo difunto de Cristo por resucitarlo ninguno el cielo”.
A partir de 1970 Dalí comenzó a experimentar con la lente de Fresnel para elaborar imágenes estereoscópicas. Las lentes de Fresnel no dispersan la luz a través de un medio, lo que significa que la mayor parte del material en el centro de la lente aumentará la absorción y el peso dentro del objeto que se está visualizando, provocando de esa manera la ilusión de pofundidad de campo y volumen de los objetos expuestos.
El año siguiente, al enterarse de que le habían otorgado el premio Nobel de Física a Denis Gabor por sus trabajos sobre el láser, se interesó por la holografía, de manera que inauguró su primera exposición de hologramas en la galería Knoedler de Nueva York, en 1972. Allí pudo verse el holograma Holos! Holos! Velázquez! Gabor!, que podemos ver en el Teatro Museo.
De esa época también podemos destacar las siguientes obras estereoscópicas: Dalí de espaldas pintando Gala de espaldas eternizada por seis córneas virtuales provisionalmente reflejadas por seis espejos verdaderos, 1972-73; Dalí levantando la piel del Mediterráneo por mostrar a Gala el nacimiento de Venus, 1977; La mano de Dalí retirando un Toisón de Oro en forma de nube por mostrar a Gala la aurora desnuda mucho, muy lejos detrás el sol (Homenaje a Claude Lorrain), 1977. Asimismo, La armonía de las esferas (obra creada con un solo elemento) y En busca de la cuarta dimensión, ambas de 1979.
Dalí: Pasión por el conocimiento
Dalí se inició en la lectura de artículos científicos cuando era un púber enjundioso. Su febril imaginación lo llevó extrapolar el vocabulario de teorías y conceptos, provenientes tanto de las ciencias como de las tecnologías. Recuérdese que a lo largo de su vida fue testigo de un periodo muy fértil en ambos campos del conocimiento.
Su biblioteca contiene un centenar de libros con anotaciones y comentarios al margen, ya de física, ya mecánica cuántica, origen de la vida, evolución y matemáticas, además de numerosas revistas científicas a las cuales estuvo suscrito para mantenerse al día.
Entre las preferencias conceptuales del pintor destacan, por encima de otros, el mundo de la matemática y la óptica. Esto puede constatarse en su última gran obra, el Teatro-Museo de Figueres, donde materializó buena parte de tales preocupaciones. En sus últimos años se interesó en las ideas del cosmólogo Stephen Hawking, así como en la teoría de las catástrofes, pronunciada por el matemático René Thom.
No hay que olvidar la figura de Ramon Llull, pensador catalán medieval que abogó por el hermanamiento de la ciencia y la religión con el conocimiento, fue uno de sus grandes referentes a lo largo de la vida de Salvador Dalí.
Dalí literato
Su cultura literaria potenció su imaginación, de manera que se estableció en su cabeza una sinergia. Gracias a su talento para la pluma pudo escribir epigramas, poemas, reflexiones, textos que nos muestran a un artista del Renacimiento capaz de fugarse al siglo XX.
Lo importante es que hablen
de ti,
aunque sea bien.
Una pintura es
una fotografía
hecha a mano.
El tiempo es una
de las pocas cosas importantes que nos
quedan.
Que no conozca el significado de mi arte,
no significa que no lo tenga.
pan de vida
yo sé dónde está el horno
en las llamas del cual
he visto prefigurada
la imagen tan amada de Gala tan amada
horno que las totémicas guirnaldas
le sirven de adorno.