Hotel Nacional. La Habana, Cuba. Comedor De Aguiar.
Llegas puntual a la cita con Santo Trafficante, Meyer Lansky, Lucky Luciano y Frank Costello. En una mesa del fondo, junto al piano, está el fantasma de Winston Churchill —con un Etiqueta Negra en una mano y un habano en la otra—. Su acompañante se parece mucho al duque de Windsor.
Trafficante saluda a Ava Gardner, tocándole las nalgas, antes de sentarse a su mesa, y abraza a lo lejos a Marlon Brando. El Aguiar está de manteles largos con tanta celebridad.
Llega el capitán: puntual, elegante, de pajarita. Ofrece el excelso menú, pero antes manda —cortesía de la casa— una ronda del célebre coctel Hotel Nacional, que no es otra cosa que jugo de piña y licor de albaricoque.
La carta es de antología: ahí están el Nido de Gambas del Caribe, la Langosta Grillé, las Rosas de Salmón Ahumado (preferido de Lucky Luciano), el Mignon con papas fritas (el de Brando), el Chateaubriand (de Sinatra y Ava Gardner), la Ensalada con Langosta (de Buster Keaton)…
Trafficante pide el coctel que lleva su nombre, mismo que lleva ½ onza de bourbon Basil Hayden’s, ½ onza de vermouth dulce, ½ onza de vermouth seco, ½ onza de miel de maple y dos toques de angostura. El vaso lo exige helado. Y no falta la cereza que corona todo.
Lansky, en cambio, prefiere el coctel Lansky que solía pedir en el célebre hotel —su hotel— Flamingo, de Las Vegas.
Todos beben y comen a la sombra de las glorias del Nacional de Cuba. Luego se irán a jugar al no menos célebre casino. Son los dueños del mundo. Son los dueños de su histórico pasado.
Salud, gángster. Nos vemos en el infierno.