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jueves, noviembre 21, 2024

Cómo vivir mejor comiendo y bebiendo

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Amo el protocolo de las comidas.  

Una buena servilleta de tela siempre será mejor que una de papel, aunque esta última no sobra jamás. Amo los platos grandes. Las copas para vino con un tazón de forma de tulipa ancha son inmejorables y vuelven noble cualquier mesa. Las cucharas grandes son mejores que las soperas de las fondas. Y qué decir de un buen cuchillo matador. 

Amo tirar el vino sobre los manteles cien por ciento de poliéster hilado. Manteles blancos, por supuesto. Aunque derramarlo sobre un mantel de Pascua con funda Matzah (con un mensaje único de Pesach, en hebreo) es una experiencia inigualable. 

Odio los restaurantes cargados de música con volúmenes elevados. Siento que estoy en un antro. La música debe estar en un bajo volumen que permita la conversación. En tiempos de Covid no es sano ni conveniente elevar el tono de la voz, pues el efecto nube generará en el corto tiempo una contaminación del organismo por la que volará a sus anchas el murciélago de Wuhan. 

Amo los restaurantes discretamente iluminados, aunque sea de día. La luz ámbar ayuda a que el apetito crezca en los niveles exactos.  

Un garzón platicador que constantemente esté interrumpiendo la charla no es recomendable. Quien sí lo es, faltaba más, es uno que entienda en qué momento preguntar por la siguiente copa o el plato que viene.  

Un garzón educado no debe quedarse a unos centímetros de la mesa cual gendarme de barrio. Es muy desagradable hablar con alguien a sabiendas de que hay un par de orejas escuchando todo. En otros tiempos, esos garzones tenían dos trabajos: el de garzón y el de oreja de Gobernación. Las palabras dichas viajaban en menos de un minuto al escritorio de un burócrata gris, quien las metía en un sobre amarillo que llegaba más rápido que una rana a las manos del gobernador en turno. De ahí que sea conveniente, siempre, evitar a un garzón entrometido. 

Ya con los digestivos deben llegar los puros. Un Hoyo de Monterrey siempre será mejor que un Cohíba. Para ello habrá que trasladarse a la terraza. Un buen brandy o coñac será siempre bienvenido para el muy antiguo ritual de echar humo hasta por los ojos. 

Quien siga estos consejos vivirá más y mejores años que los usuarios de esos locales anticlimáticos de comida rápida. 

 

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