Arturo Ordorika
Un relámpago que nadie pudo domesticar, una verdad sin filtro, ácida, bella y desgarradora. Generosa con su poesía, tan de ella, que gritó a la mínima provocación, estremeciéndonos con su lenguaje herido de exceso y ternura. Se atrevió a cosas que casi nadie, se dedicó a no engañarse con glorias fatuas, al amparo del hoy, sin tener que limarle las uñas al poder ni comprar el Parnaso con presupuesto del gobierno.
Es momento de atizar la memoria para un conjuro poético que traiga de vuelta su universalidad poblana, su genio entrañable:
Nos recibió con esa media voz que ya empezaba a irse, pero aún podía hechizar de vodka la charla. Nos leyó su novela, que olía a ella, que tenía su rabia y su ternura torcida. Cada frase era una Gabriela en su voz total, cada palabra escupida con la insolencia fandanguera de una Medusa ebria. Me pareció estar presenciando el nacimiento de una obra maestra, la celebré como un gol mundialista.
Seis tragos después nos leyó emocionada la versión corregida. Cuando terminó, Miguel Ángel Andrade y yo nos miramos desconcertados. Algo había muerto en su novela, el texto tenía una bella prosa y una estructura delicada, pero el genio se había borrado, se lo devoraron los manuales. “Por favor, mi Gaby, descorrígela para siempre y no vuelvas a tomar un taller ni asesoría”. Esa tarde tenía ese sabor semifinal de los adioses inolvidables. No habría tiempo para descorrecciones ya.
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Qué silencio el de tu voz irrepetible, cuando desde la pandemia te convertiste en un imperio de hormigas, en una maceta de Profética que, siempre que visito, paso a tirarte unas gotas de mezcal. Así me gusta rendirte homenaje, como hoy, con estas palabras, recordando cuánto de tu poesía no se quedó en los libros, sino en cada maldición que lanzaste contra el decoro, en cada beso desbocado que diste, en la generosidad de tu casa humana donde tantos resonamos hasta hoy.
¿En qué otra categoría de la existencia podrías haber vivido, Gabriela, sino en la poesía?
Me niego a que seas un recuerdo, por eso hoy te invoco, que vuelva tu risa, tu desorden legendario, tu belleza fuera de la norma. Que vuelvan tus palabras libres, tu libertad de dragón, tómate otro mezcal conmigo, mi adorada Poeta sin freno, incorregible Ebriela Puente.