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martes, diciembre 3, 2024

Los indispensables

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“En política nadie es indispensable”.

Lo dijo en su particular despedida.

Porque eso fue: él y nadie más que él fue el artífice de su despido.

Por su soberbia.

Por sus excesos.

Por no oír a nadie más que su propia voz, su gastada y lastimosa canción.

Por encontrar los defectos de todos menos los que tuvo ante sí, en su espejo.

Y se va, aunque no del todo, con la lección aprendida.

En política nadie es indispensable.

 

***

 

Ahora lo sabe Boris Johnson, hasta el jueves pasado, el líder real del Partido Conservador en Inglaterra.

Pero deberían saberlo todos los políticos.

En todas partes.

Todo el tiempo.

En política nadie es indispensable.

Y, como disco rayado, repetirlo una y otra vez: en política nadie es indispensable.

 

***

 

En apenas 327 segundos, ante la puerta negra con el número 10 de Downing Street, la casa que Boris Johnson convirtió en su particular cantina, su puticlub, donde las únicas reglas eran las suyas, no las que regían para el resto de los ingleses, renunció como líder real del Partido Conservador y con ello a dirigir una de las naciones más poderosas del mundo.

Pidió tiempo.

Que esta semana presentará su calendario.

Que quiere dos meses más de gracia como primer ministro.

Pero, como dijo Mike Tyson, el legendario boxeador norteamericano, “todo el mundo tiene planes hasta que recibe el primer puñetazo en la boca”.

Así que sus planes, ahora, no son los que valen.

Sino los de los demás.

Y los planes de los suyos, los de su partido, no lo dejarán.

El Partido Laboralista también tiene los propios. O Johnson se va o buscarán un nuevo voto de censura para disolver el Parlamento y convocar a elecciones generales.

En esos 327 segundos de su discurso Johnson dijo que estaba triste por tener que dejar el mejor trabajo del mundo, pero que “así es la vida”.

La vida es así para los imbéciles, para quienes se emborrachan de poder.

 

***

 

Boris Johnson ahora sabe que en política nadie es indispensable.

Lo saben los ingleses.

Lo sabe su partido y también lo sabe la oposición.

Qué sano sería que esa simple lección, que todos, en todas partes deberíamos tener presente, viviera entre nosotros.

Porque allá no importó que Johnson arrasara en las urnas.

No importó que su partido obtuviera una mayoría aplastante.

No importó que antes haya vendido tramposamente a los ingleses que la vieja Europa les robaba.

En política los valores deberían estar siempre por encima de los políticos.

Se llama confianza.

La tienes hoy, pero puedes perderla mañana.

Johnson pasará a la historia como el cuarto primer ministro de Inglaterra más breve desde mediados del siglo XX.

Tarde, pero aprendió la lección.

En política nadie es indispensable.

Los indispensables somos nosotros.

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