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jueves, noviembre 21, 2024

El desprecio por la vida

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Otra vez el horror.

La brutalidad.

Otra vez la intolerancia y la estupidez humanas.

El salvajismo.

Otra vez la negligencia.

El no pasa nada hasta que pasa.

Otra vez las omisiones criminales de funcionarios públicos.

El cinismo.

Los pretextos y justificaciones.

Otra vez una muerte evitable.

Carajo, otra vez.

 

***

 

El cruel asesinato de Luz Raquel Padilla Gutiérrez, ocurrido el 16 de Julio en Zapopan, Jalisco, desnudó lo que ya intuíamos, lo que sabíamos: los políticos desprecian la vida, la de los otros, porque la suya y la de los suyos siempre está bajo resguardo, rodeada de multitud de siervos que están dispuestos a cambiar la propia no por honor ni valentía sino por unos pesos, por sobrevivencia.

Unos pesos, por cierto, que salen de la bolsa de todos los mexicanos no de las suyas.

Da igual, eso parece, el signo del partido político al que nuestros gobernantes pertenezcan.

Las muertes evitables ocurren porque ellos no tienen tiempo de cuidar a los demás.

Ahora fue en Jalisco, donde no les importó que una mujer, madre de un niño con autismo, fuera amenazada y agredida.

Que esas amenazas quedaran grabadas en la escalera de su casa.

Que los mensajes intimidantes de: “Te voy a quemar viva” se cumplieran.

No les importó que denunciara reiteradamente que su vida estaba en peligro.

No les importó.

La quemaron viva.

 

***

 

Claro que la muerte de Luz Raquel duele, pero duele también que sigamos sin entender ¿para qué sirven nuestros gobernantes, para qué demonios quieren el puto poder si cuando lo tienen cierran los ojos antes que salvar una vida?

¿Qué puede haber más importante en una ranchería, una alcaldía, un estado, un país, que la vida de uno solo de los integrantes de su comunidad?

Nada.

Absolutamente nada.

No hay obra o inversión por más grande y útil que sea que valga más que la vida de una sola persona.

¿Es tan difícil de entenderlo?

A nuestros políticos se les olvida.

Se les olvida siempre.

Están distraídos en hacer obras, negocios, dinero. En dar “buenos resultados” para seguir o mejorar su posición. La de ellos y la de los miembros de su familia.

Lo demás no importa. O importa poco, muy poco.

Esa es la única razón que explica que no atiendan las llamadas de auxilio.

Los gritos desesperados de socorro.

Que ignoren todas las alertas.

Que a la desesperación, a la angustia, al dolor, agreguen el desprecio.

A Luz, antes que sus asesinos la bañaran con alcohol y le prendieran fuego, ya la habían hecho invisible.

La habían humillado y maltratado tanto como lo hizo su agresor y los que participaron en su horrendo crimen.

La ignoraron quienes tenían como misión una sola tarea válida: salvarle la vida.

 

***

 

“Daremos con todos los responsables”, dijo aparentemente conmovido Enrique Alfaro, el gobernador de Jalisco.

Muy bien.

Ya sabemos lo que sigue.

No pedirá disculpas por haber sido incapaz de proteger la vida de una de sus gobernadas.

Tampoco dejará el cargo.

Ni lo hará su eficientísimo fiscal.

Ni el alcalde de Zapopan.

Ni el comisario ni sus gatos.

Todo seguirá igual.

Todos en sus puestos.

Porque, simplemente, a ellos, como a sus asesinos, no les interesó la vida de Luz.

A ellos, aunque les paguen, no les importa la vida del otro.

Cerraron los ojos.

Ojalá que las pintadas amenazantes que quedaron grabadas en las escaleras de la casa de Luz y de su hijo, esas de: “Te voy a quemar viva”, los persigan cada vez que los abran.

No podemos esperar otra cosa.

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