Pase lo que pase Vladimir Putin perderá esta guerra.
A esa conclusión llegó el escritor y periodista estadunidense Thomas L. Friedman, tres veces ganador del Pulitzer.
Lo explicó en uno de sus artículos semanales para el The New York Times. Lo hizo en un lenguaje llano. El que todos entendemos.
Para él, como para muchos otros, la inhumana invasión rusa a Ucrania, la despiadada destrucción de pueblos y ciudades, y, sobre todo, el criminal asesinato de civiles constituye un enorme error de cálculo de Putin.
Lo es por una razón: lo hizo ante los ojos del mundo. Con al rededor de tres y cuatro mil millones de testigos que, se calcula, tienen un teléfono inteligente en su mano.
Lo hemos visto todo, o casi todo.
Ahora, cualquier persona asiste a una guerra en directo y, lo peor para el mundo ruso: puede expresar su opinión a través de las redes sociales.
“Seis semanas después de la invasión de Rusia a Ucrania –dice Friedman– estoy empezando a preguntarme si este conflicto no es en realidad nuestra verdadera primera guerra mundial.”
“Prácticamente todo el planeta puede observar la lucha a nivel granular, participar de alguna manera o verse afectado económicamente, sin importar dónde viva”.
Durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, recordó el periodista nacido en Minneapolis, “nadie tenía un celular o acceso a las redes sociales a través de las cuales observar y participar en la guerra. De hecho, una gran parte de la población mundial todavía estaba sometida y no tenía plena libertad para expresar puntos de vista de manera independiente. No existían las gigantescas clases bajas y medias, globalizadas y urbanizadas del mundo interconectado de hoy”.
Vamos, que cualquier tirano podía hacer antes lo que quería. Que el dolor que causaba no tenía testigos.
Casi tampoco consecuencias.
El tres veces ganador del Pulitzer, explica que la democracia de Ucrania es frágil y que el país ha tenido sus propios problemas serios con los oligarcas y la corrupción, pero que la aspiración ardiente de Kiev no era unirse a la OTAN sino unirse a la Unión Europea.
Que estaba haciendo la tarea y en proceso de lograrlo.
Putin se equivocó en el cálculo.
Atacó injustificadamente a un país independiente, democrático, que quería más libertad y mayor progreso para su pueblo.
Lo invadió y su ejército lleva 46 días destruyéndolo con absoluto esmero, pero no ha conseguido ni doblegarlo ni someterlo, lo que pensó le llevaría tres días.
En una reciente conversación que Friedman tuvo con Anders Aslund, experto sueco en economía rusa, éste le dijo que “la gran batalla” no es en Ucrania sino entre los dos sistemas políticos dominantes en el mundo actual: “la democracia basada en el Estado de derecho contra la cleptocracia autoritaria”.
“Eso es lo que realmente desencadenó esta guerra. Putin nunca iba a permitir que una Ucrania eslava se convirtiera en una exitosa democracia de libre mercado en la Unión Europea al lado de su estancada cleptocracia rusa eslava.
“El contraste hubiera sido intolerable para él. Por eso está tratando de borrar a Ucrania”.
Putin no tenía ni idea de en qué mundo vivía ni de las debilidades de su sistema ni de cuánto podía y querría todo el mundo libre y democrático apartarse de él.
No tenía idea, sobre todo, de cuántas personas verían su guerra en vivo y en directo.
No tenía idea de que se quedaría prácticamente sólo y que el mundo, que asiste a su guerra desde su celular, condenaría sus crímenes.
Con eso sí que no contaba.