20.3 C
Puebla
jueves, enero 30, 2025

Fui sonámbulo a los once años (confesiones de un pecador)

Más leídas

Una plaga recorre México: la plaga del sonambulismo.

El sonámbulo es capaz de caminar con los ojos abiertos cuando en realidad está dormido.

Algunos ejemplos notables de esto son el gobernador Rubén Rocha Moya y el senador Gerardo Fernández Noroña.

El sonambulismo, dicen los expertos, es “una parasomnia no REM”.

En otras palabras: “un evento involuntario, que sucede durante el sueño de ondas lentas”, y obedece a un despertar “parcial” del cerebro.

El sonambulismo se da cuando algunas áreas de nuestra corteza cerebral muestran actividad eléctrica de sueño y otras de vigilia.

Además de Noroña y el gobernador de Sinaloa, hay otros sonámbulos famosos en México: el Fofo Márquez, Emanuel y Mijares, López Dóriga, Carlos Marín, Lord Molécula, Marcelo Ebrard, Juan Ramón de la Fuente, el hijo de Pedro Ferriz, Daniel Bisogno, Paty Chapoy, El Fisgón, Ciro Gómez Leyva, Nicolas Maduro y Gustavo Petro.

Lo normal es que el sonambulismo ataque a la víctima durante dos horas después de dormir.

Sin embargo, los personajes mencionados padecen esta terrible anormalidad del sueño desde hace varios meses —algunos—, y años —otros.

Juan Villoro, autor de “La figura del mundo” (un notable retrato de su padre publicado por Random House) fue sonámbulo en su infancia.

Al llegar a la adolescencia se curó.

Yo andaba en los once años de edad cuando padecí sonambulismo.

Una vez me fui a dormir como todas las noches, pero al poco rato salí del departamento vestido todo de blanco y con mi mochila que olía a chivo vegano.

(En mi no sueño, ese día me tocaba deportes).

Mi padre, que veía el televisor, me vio abrir la puerta y bajar las escaleras.

Dice que gritó mi nombre varias veces, pero no lo escuché.

(Los sonámbulos son capaces de caminar en la penumbra sin tropezarse, pero durante ese periodo no escuchan ni saben nada).

Cuenta mi padre que salí a la calle y caminé algunas cuadras.

(Esta escena ocurrió cerca del Mercado de La Viga, en la Ciudad de México).

De pronto, jura mi papá, regresé sobre mis propios pasos, me desvestí y me volví a dormir.

(Los sonámbulos de aquella época teníamos un sexto sentido que nos permitía guardar silencio ante la adversidad).

En otra ocasión, me levanté de la cama, subí de un salto a la ventana e hice el saludo hitleriano que Elon Musk hizo recientemente en Washington.

(Mi hermano Ofir me hizo la crónica de este hecho al día siguiente).

Mi último acto de sonambulismo ocurrió en la casona que mi tía Virgen —médico partera— tenía en la colonia Morelos, en la Ciudad de México.

Larga como era su casa (estaba adecuada para recibir parturientas y parecía sanatorio de una sola planta), la recorrí en pleno estado sonámbulo.

(Mi hermano y mi primo Agustín me seguían discretamente en la oscuridad).

Al final del larguísimo pasillo, ingresé a la zona en la que dormía la servidumbre.

Quise meterme primero a la cama de la más joven.

(Una chica de 16 años de edad. Yo tenía 14).

Como era lógico, me rechazó con una frase recurrente: “¡Estese quieto, joven!”.

(Lo dijo casi entre susurros).

Enfilé entonces a la cama de una señora en edad de merecer, quien esquivó el bulto con una amenaza recurrente: “¡Le voy a decir a su tía que me está molestando!”.

En ese momento —siempre al decir de mi hermano y de mi primo—, la sirvienta más vieja salió de la cama, me metió en ella y me abrazó toda la noche.

En un momento dicen que dijo: “¡Pobrecita criatura, está helada!”.

No hubo sexo ni nada parecido.

(Eso espero hasta la fecha).

Sólo me dio refugio ante la adversidad.

(Eso deseo).

Desperté aterrado.

¿Qué pasó aquella noche?, me pregunté.

(Hasta hoy, de repente, me sigue asaltando la duda aristotélica).

Después de esto, abandoné el sonambulismo como se abandona a las novias en los ranchos.

Hay una película maravillosa del cine expresionista alemán que tiene como protagonista  a un sonámbulo que asesina gente.

La película es un clásico de Robert Wiene y se llama El Gabinete del Doctor Caligari.

(El sonámbulo se llama Cesare).

Lo curioso es que Caligari es en realidad el director de un manicomio y antecedió a Hitler en su locura de dominar el mundo.

Hoy, quién lo dijera, hay otro Caligari entre tantos y variados sonámbulos que andan por ahí caminando con los ojos abiertos.

El hipócrita lector sabe de quien hablo: se llama Donald y se apellida Trump.

Notas relacionadas

Últimas noticias

spot_img