Nos desvivimos por encontrar lo bello en todas partes. Lo brilloso, lo traslúcido, lo que no tiene manchas, estrías ni arrugas.
Buscamos más que nunca –y desesperadamente– reflejarnos en superficies que amplifiquen nuestra imagen, y si es posible, la mejoren.
¿Quién califica lo que es feo, repulsivo, incómodo y contrahecho?
Para que lo bello se reconozca debe coexistir lo horrendo, y viceversa.
En las carteleras del teatro vemos a los cisnes europeos, perfectamente estilizados y famélicos, flotando sobre las tablas.
No queremos pagar una cuota que supere lo que nos puede costar un ron, para ir a ver tejidos adiposos y oír el crujir la duela bajo las zapatillas de un expatriado ruso gordo y beodo, que tiene que seguir bailando para ganarse la vida.
En la música que –supuestamente– conduce a estados meditativos, es necesario producir sonidos prístinos; cascadas de agua o algo que nos recuerde el flujo de un río; flautas dulces muy lejanas, algún tambor pasado por la cosmética de lo electrónico para quitarle lo rupestre y rudo, orillas de pecera que sueltan un sonido constante capaz de introducirnos a un estado elevado…
Pocas veces, o más bien nunca, se verá que en un ashram se coloquen los yoguis en flor de loto para escuchar heavy metal, o en el mejor de los casos, alguna obra estrambótica de Oliver Messiaen.
Porque la belleza es cristalina, ingrávida, puntiaguda y laxa.
¿Qué pasa ahora, con los nuevos artistas y los que vendrán, si son incapaces o se censuran a sí mismos para no exhibir la sombra y el monstruo que los posee a la hora de crear?
Ahora que he estado buscando ideas para el proyecto de un espacio arquitectónico, he quedado sorprendida con el aire y la limpieza y la perfecta iluminación de las que echan mano los nuevos arquitectos.
Luces ámbar detrás de las lunas del baño, agujeros enormes en el techo que permiten la entrada de un torrente inmaculado y continuo de luz.
Nada hay ya de barroco, de retorcido, de perverso, de oculto, de monstruoso… no flores sobre flores sobre flores, no extrañas plantas art nouveau, ni exquisitas formas decó.
La perfección de lo digital combinado con la precisión y la presteza de las inteligencias artificiales, nos auguran un futuro absolutamente insoportable por lo
pulido y reflejante.
¿En dónde encontraremos la estría, la arruga, lo cavernoso, lo morboso, los sórdido, en un mundo perfectamente planeado para no cuestionar, no pecar y no incomodar a nadie?
Un mundo finalmente confeccionado para no generar zozobra, dolor, ni contradicción… un mundo sedado para evitar el trauma, el ardor, la muerte…