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viernes, noviembre 22, 2024

Teoría de la fantasía

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Es aquel lugar a donde no tenemos acceso si nos aferramos a estar siempre viviendo en la realidad.  

El parque de juegos en el que transgredimos sin reprimendas.  

Donde nos salen alas o cola u otro par de ojos u orejas.  

La fantasía es tan necesaria como el aire.  

Sirve para confirmar que la vida es generosa en dones y que la imaginación es una llave que abre puertas ilimitadas.  

¿Y hasta dónde? 

Hasta donde queramos.  

Hasta allá donde nos dé el lenguaje y la retórica.  

Porque es gracias al lenguaje que podemos fantasear. 

Es una manera de ser otros, estando sitiados en nuestros propios cuerpos.  

Con la fantasía exploramos un sinfín de capacidades, y también extraños y desconocidos umbrales de tolerancia y dolor; pero lo más maravilloso es precisamente eso: que al no ser una experiencia 100 por ciento física, si se saben llevar de la mano, son indoloras. Y desaparecen como los sueños: cuando despertamos a las actividades propias de la vigilia.  

A menos que seas un asesino serial que coquetee con la idea de matar a los demás, las fantasías nos llevan casi siempre a una fuente de placeres inagotables.  

Las fantasías sexuales, en específico, tienen un solo enemigo: los dogmas. Sin ellos, sin la atadura y el sentimiento de culpa, se viven a plenitud. Porque por un instante creamos y cambiamos las normas preestablecidas en un momento de interiorizar imágenes y deseos que, si se ven desde la perspectiva relativa del tiempo, pueden durar toda una vida sin correr riesgos innecesarios.  

La fantasía es hermana gemelar de la ilusión.  

En ambos estados lo que predomina es el juego, y de algún modo la mentira. O la mistificación, para no darle una connotación negativa.  

El iluso no es lo mismo que el ilusionado, pero el que fantasea entra a un plano en el que los adjetivos poco importan.  

Antes se fantaseaba con imágenes estáticas de revista o con alguna escena de película. Ahora la fantasía se ha abaratado un poco por la proximidad al terreno de lo real. 

Only Fans, que es una plataforma en la que las personas comparten contenido erótico con consentimiento (y los demás pagan por ello), sobrepasa la idea ulterior de fantasía dada la facilidad que se tiene para concretarla en realidad. 

Los diarios íntimos son un contenedor brutal de fantasías. Por eso suelen guardarse con recelo y son algo personalísimo.  

En lo particular, una de las lecturas que más disfruto es precisamente la de los diarios de los escritores o lo artistas.  

En el Diario de Andy Warhol, por ejemplo, se despejan las dudas sobre quiénes fueron sus amantes. El padre del pop art era un performance constante, sin embargo, sus fantasías desvelan el lado más intrigante sobre la sexualidad de ese hombre que en apariencia parecía un depravado, cuando en realidad toda esa parafernalia no era más que un escudo, kilos de maquillaje y cemento para tapiar su timidez extrema.  

Anais Nin hizo su gran obra a partir de sus diarios amorosos.  

Cuando uno lee el día a día, las filias y parafilias de la escritora, no se puede saber a ciencia cierta qué tanto llevó a la práctica y qué tanto se quedó estacionado en la glándula que contiene al deseo.  

Como sea que haya sido, ella se inventó un personaje fantástico que acabó comiéndosela. Sus relaciones incestuosas y tumultuarias parecen ser verídicas, sin embargo, hay un meta texto dentro de los escritos. Un juego de espejos que consigue su cometido: atrapar al morboso que lee y demostrar que la fantasía es el antídoto contra la monotonía y el hielo conyugal.  

Asimismo, todos llevamos dentro un microcosmos exquisito de anhelos, perversiones y juegos que no deberían trastocar nuestra cotidianeidad.  

Esos placeres imaginarios son un regalo que nos diferencia de las bestias, que no poseen la capacidad de alterar sus pensamientos a voluntad.  

Los animales son eternos porque viven en el presente, decía Borges.  

Es el miedo al futuro lo que genera ansiedad en los hombres.  

Las fantasías le dan color y sentido al futuro desde el presente. Y la única manera de no caer en la trampa del remordimiento es nunca, jamás, involucrarlas con algún suceso del pasado.  

Porque están fuera de sus lindes.  

Fantasear para atrás es un oxímoron, pero al mismo tiempo, la contradicción es un elemento esencial para hacerlas aparecer y lograr su cometido: alcanzar la otredad.  

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