9.5 C
Puebla
jueves, diciembre 12, 2024

Salman Rushdie, un prófugo de la guadaña

Más leídas

El 12 de agosto de 2022, el escritor Salman Rushdie fue víctima de un atentado brutal en medio de una conferencia en la ciudad de Chautauqua, en Estados Unidos. 

No habían pasado ni diez minutos de haberse acomodado en su asiento, cuando un fulano ataviado con chamarra negra y pasamontañas se levantó de las butacas, caminó rápidamente empuñando un cuchillo, y sin que el respetable público pudiera reaccionar, llegó hasta el escenario del anfiteatro y le propinó quince piquetitos. 

Sobre eso se trata Cuchillo, meditaciones tras un intento de asesinato, el más reciente libro de Rushdie. 

Quedé asombrada con cada una de las páginas escritas a manera de catarsis por un hombre que ha sido centro de muchas polémicas… la más importante, la fetua decretada contra él por el Ayatolá Jomeini, tras “haber ofendido al pueblo musulmán en su novela Los Versos Satánicos”. 

Justo en eso estaba pensando el viejo Salman mientras vio precipitarse sobre él a su proto asesino. 

La manera de narrar esos segundos es un recordatorio de por qué este escritor sigue y seguirá vigente a pesar de todas las críticas que genera. 

Lo curioso de este intento de asesinato fue que el perpetrador era un pobre estúpido alienado por YouTube que jamás había leído un solo libro de su víctima. 

No era un fundamentalista ni un fanático ni un seguidor del ayatolá cumpliendo la amenaza que persiguió durante décadas al autor obligándolo a refugiarse e ir siempre acompañado de guaruras. 

El tipo que estuvo a punto de cegar la vida de Rushdie simplemente dijo a la hora de declarar que había ido a apuñalarlo porque le parecía un viejo fantoche y farsante que había visto en varias entrevistas vía internet, y que a ese tipo de gente había que eliminarla de la faz de la tierra. 

Cuchillo vale la pena de principio a fin porque es un gran homenaje a la supervivencia, al mismo tiempo que una carta de amor a su última y joven esposa. 

En estas páginas abundan las reflexiones y recuerdos sobre colegas y amigos suyos que murieron (la mayoría por cáncer): Christopher Hitchens y Martin Amis, en especial. 

Escribir (para quien escribe) es, en muchas ocasiones, la única manera de entender la fugacidad de la vida y comenzar a reconciliarse con la idea de la finitud. 

Lo hizo el gran Hitch con su crónica en “Villa tumor”, llamada mortalidad, 

y lo hace Rushdie en Cuchillo, con una gran diferencia: el primero no logró sobrevivir al ataque de sus propias células, mientras que Salman burló (una vez más) el golpe metálico del guadañazo final. 

El cuchillo alegórico de un asesino unánime que nos terminará llevando a todos. 

Notas relacionadas

Últimas noticias

spot_img