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viernes, noviembre 22, 2024

La comezón del séptimo año

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Hay un ambiente de nostalgia y depresión en estos últimos días del año.

La comediante Ellen DeGeneres, por ejemplo, jugó todo su capital político para que Kamala Harris ganara la presidencia de Estados Unidos.

Perdieron ambas.

Trump las arrasó.

Moraleja:

Ellen DeGeneres y su pareja dejarán Estados Unidos para irse a criar gallinas y a sembrar legumbres a una zona rural en el suroeste de Inglaterra.

Ciro Gómez Leyva se mudó a Madrid.

Desde ahí conduce su programa de Radio Fórmula.

Se le ve nostálgico, deprimido.

Hace más de un año, su camioneta blindada lo salvó de morir a manos de quienes atentaron contra su vida.

Xóchitl Gálvez es un pálido recuerdo en la memoria de los mexicanos.

Quienes la impulsaron, ahora reniegan de ella.

Y el respetable (público) sólo la recuerda como la señora que mascaba chicle en sus mítines y que a la menor provocación los pegaba debajo de las sillas en las que se sentaba.

El inminente fiscal de Estados Unidos —designado de antemano por Trump— no pasó la prueba debido a sus escándalos sexuales —similares a los de su jefe— y estará impedido para cumplir su viejo sueño americano.

Los finales de fiesta son como esa narración de Leo Zuckermann a propósito del presupuesto federal 2025:

Un señor organiza una fiesta y manda traer vino, jamones, caviar, langostinos a la Martínez de la Torre, mariachis, banda sinaloense, cervezas, escorts y polvo blanco.

Durante la fiesta, el señor se divierte como loco, baila, bebe, come, tiene sexo, y a eso de las siete de la mañana se va a su casa sin haber pagado absolutamente nada.

Y peor aún: sin limpiar el cochinero.

La analogía es brutal.

¿Con qué dinero se pagarán la ampliación del Tren Maya, los últimos detalles de Dos Bocas y los tornillos y tuercas que le hacen falta al tren Transístmico?

La fiesta estuvo buena, hay que decirlo, pero el final de fiesta suele estar plagado de aspirinas, alka-seltzers y sal de uvas Picot.

Por lo demás, la resaca es un estado que oscila entre la depresión y la nostalgia: es una rueda de la fortuna sin tornillos, sin tuercas y sin aceite 1-2-3.

¡Ah, perra vida!

Bien dicen que el año más difícil de un sexenio es el séptimo, aunque hoy por hoy no es el caso.

El séptimo año de Díaz Ordaz fue terrible.

Sin presupuesto, sin el aparato en las manos, sin la lealtad de su candidato —ya convertido en presidente—, Díaz Ordaz empezó a sentir la metralla sin fin.

Lo mismo les pasó a Echeverría, a López Portillo y a Salinas de Gortari.

Cosa curiosa: Peña Nieto no tuvo un séptimo año malo.

Todo lo contrario.

Su espalda permaneció intacta.

Sólo una factura tuvo que pagar: la del exilio.

Hoy por hoy, muy lejos de ese ritual tan mexicano, el séptimo año de López Obrador goza de cabal salud.

 

 

 

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