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jueves, noviembre 21, 2024

Los nuncas de los nuncas

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Lo que más me identificó con esa frase es el estilo. Por más mal que te vaya, este siempre tiene que imperar. Ya es muy repetitivo lo mal que se administra el equipo Puebla. Esto nada tiene que ver con el cómo se juega; lo primero es consecuencia de lo segundo. Todo lo anterior, inmenso en una circunferencia impenetrable, sin en el menor resquicio para entrar, y los de adentro, al no salir y ver desde afuera, imposible que exista un cambio en beneficio de 70 millones que tienen como principal diversión el juego del futbol, así, con minúsculas. 

Cada día se pierde más la identidad, los valores, el orden, la pertenencia, el orgullo, la distinción, la historia. Todo basado en el derecho de propiedad, que también se tendría que analizar este derecho, simplemente porque tu derecho afecta a segundos. Ya los terceros ni hablamos. 

En lo supuestamente deportivo, hace seis o siete semanas establecí los lugares que cada quien ocupaba en la tabla. Terminando el torneo, del 11 al 18 fueron los mismos, quizá cambiando algún lugar. De la misma forma, del 10 al 1 también fueron los mismos. De estos, solo Cruz Azul ocupó siempre el primero, señal de que fue el único constante de todos e hizo lo más difícil: competir contra ellos mismos, superarse y mantenerse en una competencia que nadie inspiraba a establecer, entonces tu rival eras tú mismo. Esta acción durante 17 semanas es loable y suficiente para ser campeón. Los otros nueve clasificados harán que la industria hable en muchas horas de las posibilidades de superar a la acción de ser constante, cosa que sí se puede dar y que pido a los dioses que no se dé. La vida tiene que premiar al que todos los días se levanta y trabaja para ser mejor, sin importar lo que tu supuesta competencia haga, que en este caso no hizo nada; solo mantenerse entre los 10 primeros o navegar sin rumbo del 11 al 18. 

Esto no lo entiendo y se confirma con las consecuencias del primer párrafo. 

Tampoco entendería acciones burdas como una chalupa poblana con jamón serrano, una cemita de caviar, que quitaran la fuente de San Miguel en el zócalo y pusieran una alberca de olas, que a la calle 5 de Mayo le cambiaran el nombre por el de calle principal, que el dueño del Puebla nunca haya pasado por Río Frío y nunca se haya tomado un café en los portales, que los turistas te digan lo bonito que es Puebla y solo conocen la zona de Angelópolis. 

Así me puedo seguir enumerando los nunca, hasta llegar al peor nunca, obra de alguien que tiene menos luz que un foquito de Navidad fundido: ¡Que el Puebla salga a jugar con una camisa amarilla! 

Si esa es la forma de cumplir 80 años, yo, a mis 65 y ante el peligro de pertenecer a una sociedad cambiante y sin sentido común, no quiero llegar a los 80. En el más allá, esos cambios me atormentarían. 

Con desconocimiento total de la historia, en mentes poco brillantes, el futuro no pinta bien. 

P.D. Si se funde un foco de tu árbol de Navidad no cambies el foco, cambia la serie entera. 

Esto no lo entiendo 

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