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viernes, noviembre 22, 2024

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Tiene razón el poeta: no hay 

habitaciones, techos, ventanas 

que nublen el horizonte. 

 

Salgo, abrazado con los míos, 

de esa casa nueva y vieja 

que en un tiempo fuera nuestra. 

 

Si hubiese una tapia de piedra 

recordaríamos los juegos infinitos 

de una cierta, lejana, infancia. 

 

Llueve sobre nuestras cabezas. 

Solo existe la íntima protección 

de torpes manos que las cubren. 

 

Nueva travesía, sinuosas rutas 

nos encuentran dispuestos 

como colegiales antes del verano. 

 

Dulce cae la noche y sus innúmeras 

estrellas. El amor es este abrazo 

pleno de incertidumbre, tiritando. 

 

Abandonamos cosas acumuladas: 

corazones, ropas, trastos, silencios. 

No cabe en nuestras valijas el pasado. 

 

La vida llega, se detiene y prosigue 

mientras, al fin, contemplamos la 

tímida luz de una nueva aurora. 

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